Hipotecas de destrucción masiva

—Pero, ¿qué me dice usted? ¡Qué han secuestrado a una vecina! —exclamó el hombre bien vestido. Él sólo quería preguntar a la señora mayor del piso de enfrente por la sucursal bancaria más cercana, pero ella comenzó a relatar la historia que lo dejó anonadado.
—Pues sí, ya ve usted —respondió con extraña calma la anciana—, Paquita, la hija de Mari Puri, la del octavo, ¡qué mala suerte la pobre!
—¡Dios mío!, ¡hay qué hacer algo!
—Sí, Mari Puri ya ha ido a presentar la instancia a la Comisión de personas desaparecidas y le han asegurado que harán todo lo posible.
—Pero ¿cómo?, ¿eso es todo?
—Pues sí, ¿qué más quiere hacer?
—La policía, el ejército, los medios de comunicación… ¡Es un secuestro!, ¡deberíamos organizar patrullas vecinales y buscarla!
—¡Uy! ¡Cómo se nota que es nuevo en el barrio! Déjeme adivinar… antes vivía en una zona 1, tuvo que vender la casa por problemas económicos y no se ha podido permitir nada mejor que este barrio.
—No es asunto suyo señora, lo importante es que la hija de…
—No, lo que importa es que sepa dónde está viviendo. Está en una zona 2.4. Aquí los actos de guerra de baja intensidad están permitidos por la convención de Zurich y si una cuadrilla militar quiere secuestrar a la hija de la Mari Puri, no podemos hacer otra cosa que presentar una instancia a la Comisión de personas desaparecidas.
—¿Qué? ¿De qué esta hablando?
—¡Estos pijos de la zona 1!, con perdón. Veamos, usted sabe qué estamos en guerra, ¿verdad?
—Sí, claro, pero en la convención de Zurich se declaró que la guerra no afectaría a la población general.—¡A la población general de grado 1! ¡Parece mentira que todavía haya gente que no se entere de cómo funciona el puto mundo!, con perdón. En las zonas de tipo 2 están permitidos los actos de pillaje ocasional, así en las zonas 2.1 se permite que los soldados se vayan de juerga; en las de tipo 2.2, los robos sin violencia; en las de tipo 2.3, riñas y peleas con la población general; en las de tipo 2.4, secuestros y desapariciones, como le ha pasado a la hija de la Mari Puri; en las de tipo 2.5, asesinatos, en las de tipo 2.6…
—Pero es imposible, ¿cómo puede ser que algo así no salga en las noticias?
—Porque todo lo que sucede es legal. Ya lo deja claro la Convención de Zurich. Si aquí ocurre un secuestro, no pasa nada, se hace un poco de papeleo y se cruzan los dedos. Si ocurre en una zona inferior, sería un crimen y se armaría la marimorena.
—¡Dios mío! ¡No es posible!
—¡Bah! Podría ser peor, En las zonas de tipo 3 se permiten los combates con armas ligeras; en las de tipo 4, con armas pesadas; en las de tipo 5, los bombardeos con armas convencionales y en las de tipo 6, incluso los bombardeos con armas nucleares, amén de todo lo permitido en las zonas con números más bajos.
—Pero, pero… ¡no puede ser!, yo pensaba que esta división sólo se refería a las zonas de la línea de metro.
—Pues también, pero ¿nunca se ha fijado en cosas como la urbanización de zona 1 que está entre este barrio de zona 2 y otro de zona 3? Ahí están protegidos porque es una zona de unifamiliares de arquitectos, abogados, empresarios… de gente con pasta, vamos. Las zonas 1, 2 y 3 se decidieron en función del precio del suelo y el pedigrí de los habitantes. Las zonas 4, 5 y 6, sin embargo, van en orden, una después de la otra, para que vayan sirviendo de escudo en caso de ataque.
—¡Es increíble! Me han engañado, tengo que hacer algo, tengo que cancelar la compra de la casa…
—No podrá, lo habrá firmado todo y todo será legal. Mire usted, lo verdaderamente increíble es que no tuviera la menor idea de lo que está pasando. ¡Ay! ¡Estos pijos de zona 1 que no saben cómo funciona el mundo! Pues se lo advierto, más le vale acostumbrarse porque no va a poder volver a su querida zona 1, si intenta vender esta casa, verá como no le dan ni una décima parte de lo que vale un cuchitril en una zona 2.3.
—¡Pero si tuve que firmar una hipoteca por más de la mitad de lo que valía mi antigua casa después de que me la quitara el banco! ¡Tengo que hablar con mi abogado!
—En ese caso tengo que decirle que le han timado. Tendría que haber mirado más, ¿a quién se le ocurre fiarse de un banco? Además, con la liberalización del mercado tampoco va a poder quejarse. Ni se moleste.
—¡Vivir en una zona en guerra!, ¡es un escándalo!, ¿cómo se puede permitir esto?
—Piense que podría ser peor, se acostumbrará. No salga de noche, no se asome mucho por la calle, no se junte con quien no deba… Si admite un consejo sincero, le recomiendo que no enseñe mucho a su mujer, es bastante guapa, debería comprarle un burka en la tienda de la esquina. No me mire así, no tiene nada que ver con la religión, se llevan mucho en este barrio por simple precaución, ya se dará cuenta. También evite los grupos de soldados borrachos, aunque parezcan simpáticos. Si se aburren, le darán una paliza. Mañana es día de paga y habrá bastante ambiente en la calle.
—¡No puede ser!, ¡me está diciendo que tape a mi mujer como a un… como a un… como a un mueble!, ¡esto es anticonstitucional!
—Tranquilícese, no meta a la Constitución en esto que no le ha hecho nada. Además, normalmente no ocurren estas cosas, un par de secuestros al mes a lo sumo, pero casi siempre es a gente que se ha juntado con los militares más de lo que debería, estoy segura de que la Paquita les ponía ojitos a los soldados, o a progres que están en contra de la guerra. ¿No será usted uno de esos? ¿A qué se dedica?
—No, no, yo no soy… yo sólo escribo guiones para series infantiles…
—¡Un intelectual! Mire, que no se corra la voz, diga usted que trabaja en una agencia de seguros, o en la construcción, ¡algo respetable! No corra riesgos.
—Pero si son guiones para dibujos animados, ¿conoce al osito Pilgrim?
—Eso suena a progre, mire lo mejor será que no me vean con usted. Mantenga la boca cerrada, esconda a su mujer y huya de los militares borrachos.
—¿Qué dice usted?
—Lo que oye, disfrute de este barrio, piense que podría ser mucho peor.
—Ayúdeme a salir, señora, se lo ruego, le daré todo lo que tengo.
—Aunque yo pudiera hacerlo, usted no podría pagarme, ¡Adiós y buenos días!
—¡Espere!, ¡ayúdeme! —imploró el hombre bien vestido mientras arañaba la puerta que se cerraba ante él.
—¡Adiós he dicho! —exclamó la anciana mientras sellaba la puerta y pensaba para sus adentros: «Estos pijos de la zona 1 que no saben donde se meten, se lo tiene merecido por no enterarse de las cosas. Y encima un intelectual, un progre, estoy segura de que mañana puedo sacar unas monedas si se lo cuento a los oídos correctos. Va a ser una suerte que este pringado haya acabado aquí»

Íñigo García Yoldi

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