Gigante Roja

Ya lo recuerdo, fue en ese mar de hueso y arena.

 

En el pasado más alejado

la vida pululó desde el nacimiento de este mundo

 

Los continentes —durante eones— viajaron lentamente

como islotes de corcho

flotando                        libres

sobre un inmenso océano de magma

 

La Tierra es muy vieja   y desde aquí la veo

con su Luna

desmenuzada en jirones flotantes

 

Mucho antes de transformarse este Sol en una estrella enorme

decenas de especies

evolucionaron hasta obtener la conciencia

para luego partir

hacia su destino           viajando a otros mundos remotos

uniéndose con otros pueblos allá afuera

 

Diez mil millones de años

se han sucedido en serie continua

y hoy el es último día de este planeta

 

Mercurio y Venus —hace milenios—

fueron engullidos por la incandescente corona de la terrible estrella hinchada

semejante a una niebla llegando con un siseo de hambre.

 

Se extingue tu nombre

Gea

madre de los titanes

que alguna vez caminaron entre galaxias

 

Amanece el astro rojo

y de horizonte a horizonte —tal como un ojo de llamas—

es inundado todo el cielo:

no hay nubes                no siento aire                sólo calor

inmenso calor derritiendo las rocas.

 

Ya no hay reminiscencia de alguna lengua en el viento estelar:

duermen las antiguas palabras con los viejos rayos apagados en ellas

deshaciéndose en pedazos todos los vestigios de los hijos de la Tierra.

 

La gigante roja ha crecido

alcanzando este pequeño orbe

tomando sus restos

besándolos y los incinera

extinguiendo con su horno nuclear

cualquier momento aquí ocurrido.

 

Corren los astros hacia el

fuego primigenio

detenido para esperarlos.

 

Sol monstruoso

tú me abrazas

como si de un suspiro

fueras a tragarme en la noche de la memoria

a mí

el último

observador.

 

Las estrellas tocan el punto máximo

en la órbita de mis ojos

aguardando que yo respire un poco más fuerte

y  todas irrumpirán hirviendo hacia el punto inicial.

 

He de irme -quizás-

pero deseo aguardar y contemplar el final de este planeta:

soy uno más de los seres inteligentes engendrados por este mundo

y quiero presenciar su flamígero fin.

 

Luego

cuando esta roca se haya evaporado en el interior del Sol

me iré

marchando a donde los demás

alcanzando a mi gente que atraviesa el Cosmos

transformados

e n    l u z.

 

Ya no habrá atardeceres ni horizonte

ni un mañana

como siempre hubo

ni un rincón.

 

Sólo estará la memoria

exacta

eterna

de que una vez aquí existió la Tierra.

 

 

Jorge Guerrero de la Torre

(Poema ganador del segundo lugar del 1er Concurso de Cuento y Poesía de Ciencia Ficción «José María Mendiola» 2014″)

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