Alucinadas I – «Mares que cambian» de Lola Robles

Continuando con los relatos que más me impactaron de la antología y al mejor estilo de Ursula K. Le Guin, en “Mares que cambian”, Lola Robles recrea una sociedad de otro planeta donde lo andrógino es común y se realizan intervenciones quirúrgicas para sexuarse. A mi parecer este relato es el núcleo del libro, refleja la diversidad de ideas, la exploración y extrapolación que caracteriza a la ciencia ficción. El relato trata sobre las concepciones de género, la capacidad para romper con estas y hacerlas más amplias, normalizarlas, libres de prejuicios y que tiendan hacia la autodefinición.

Georgina, o mejor dicho, Martín, es un terrícola que viaja al planeta Jalawdri para poder cambiar de sexo y hacerse parte de una sociedad donde las categorías sexuales son amplias y por tanto comunes: existen varios grados de sexualidad, desde los Kaft y Mustaft, varones y mujeres estrictos, pasando por los Fek y Ouk, hermafroditas donde predomina en unos lo masculino y en los otros lo femenino respecto a los rasgos físicos y sexuales, llegando a los Ak o hermafroditas estrictos. Si a estos le sumamos los humanos que van al planeta para cambiar de sexo y recomenzar su vida, los grados de género se amplifican y enriquecen —acá debo explicar que los nativos se parecen a nosotros, es más, tenemos un mismo origen, lo que es un gran acierto para la verosimilitud del relato.

La autora saca la intersexualidad del contexto terrestre y así de posibles taras que el lector pueda tener respecto a su interpretación del sexo —la dicotomía imperante—, lo lleva a otro planeta para contemplarlo desde una sociedad que no tiene estos prejuicios y donde los humanos emigran para poder cambiar pero sobre todo para ser aceptados, es capaz de mostrarnos la sexualidad y comportamientos de género desde otra perspectiva permitiendo que el lector lo asimile como un reflejo y no como una extrapolación directa —qué pasaría sí lo hermafrodita se empieza a normalizar en la tierra—, esto hace el relato más sutil y capaz de generar conciencia por asimilación de lo otro, observación del otro desde su normalidad, en este caso, los habitantes del planeta Jalawdri.

La estructura del relato también es particular pues consiste en registros del diario de Georgina, el pasado de Martín mientras viaja hacia el planeta que será su nuevo hogar, y sus vivencias en este contadas por un narrador en tercera persona, su presente luego de haber cambiado de sexo. Se insertan también cartas entre Martín y Joanna —un amigo que conoció en el viaje a Jalawdri—, y entre Martín y Gabrielle, una Ouk de la que se enamora y que juega un papel importante en la trama.

Complementando la temática hay un trasfondo político en el relato muy relacionado a los cuestionamientos sobre el cambio, sobre la identidad: el capitalismo terrestre y su inminente llegada a Jalawdri. Luego del contacto con civilizaciones de otros mundos, una parte de la población añora la tecnología alienígena, el bienestar y mejoras que esta representa: Jalawdri es un planeta casi prístino, rural en varios sentidos con la navegación como principal forma de desplazamiento, repleto de islas donde las comunicaciones viajan al ritmo de las olas y aunque existen otros transportes como coches eléctricos, su tecnología permanece en una etapa pre-industrial. El conflicto se da entre la resistencia, aquellos que no quieren que la tecnología terrestre invada el planeta, y otros como Cygnus, un Ak o hermafrodita estricto. Según sus contradictores, Cygnus quiere utilizar los avances de Jalawdri en el cambio de sexo para traer un mayor número de divisas que le permitan a su sociedad crecer y desarrollarse en otros campos, asimilar la tecnología alienígena —suena extraño referido hacia nosotros, los humanos, pero es algo que me deja el relato y también la ciencia ficción: que lo extraño, lo diferente, tal vez no es lo otro, lo que no conozco, lo extraño puedo ser yo mismo visto desde otros ojos, otra perspectiva.

El relato nos muestra un contraste entre la complejidad de las costumbres y cultura de Jalawdri y la complejidad personal de Martín, su interior, si es capaz de considerarse realmente un hombre después del cambio de sexo, o si en realidad el cambio no era necesario; en un punto Martín reflexiona: “otras veces sospecho que realmente no quiero serlo”, descubre que aunque ha modificado su cuerpo esto no le ha añadido nada nuevo, lo que buscaba era un hogar donde ser aceptado, ser común.

El narrador nos trasmite frases de gran profundidad, decantadas, reflexivas y referentes al género, se nota que la autora del relato conoce del tema y lo vive, lo reflexiona: “A veces es necesario, y otras no, cambiar tus genitales para vivir de una determinada manera. Debemos ser libres para decidir nuestra identidad, nuestra conducta y por supuesto también lo que hacemos con nuestro propio cuerpo”. Finalmente y en relación a la estructura del relato, se utilizan pronombres intercalados según la capacidad de los personajes para definir su propio sexo, lo que refleja la voluntad de transgredir y también, de reflejar la realidad interior, la libertad que todos deberíamos poseer para definir quiénes somos y como nos representamos. En definitiva, un gran relato, diverso y profundo como sólo la ciencia ficción lo suele ser.

Julián Reyna

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