Pasajero 71

— ¡Uy que emoción! ¡Estamos entrando al triángulo de Guayos! ¡El sitio donde ocurren los sucesos más paranormales de Cuba!—expresó Jorge al pasajero sentado a su lado, mientras el tren espirituano abandonaba los límites de la provincia de Villa Clara en plena madrugada del 14 de febrero de 2025.

— ¿Triangulo de Guayos? ¡En mi vida había oído mentar algo semejante! —ripostó Fernando con sequedad.

—Pues niño sí. En el triángulo de Guayos se pierden muchas cosas. Se ha reportado la desaparición de trenes, barcos, lanchas, avionetas de fumigación, centrales azucareros y hasta la virginidad de una monja. Hay muchas teorías que intentan explicar estas desapariciones, pero yo le digo con total seguridad que fueron los extraterrestres. ¿Usted cree en los extraterrestres? —preguntó Jorge.

—No creo en la existencia de más marcianos que los que dirigen la economía de este país.

— ¡Tú me disculparás!… pero… ¡Ay perdón! ¿Te puedo tutear? —interrogó Jorge al desconocido sentado a su lado, que solo ejecutó un gesto afirmativo con su cabeza.

—Hace unos días salió de Placetas una rastra cargada de arroz hacia Cabaiguán ¿Y sabes lo que sucedió?

— ¡Lo puedo adivinar! ¡Desapareció misteriosamente el chofer al penetrar en el triángulo de Manacas! —contestó Fernando con expresión burlona en su cara.

—El triángulo famoso es el de Guayos, en el de Manacas lo único que se desaparecen son vacas y puercos. A los extraterrestres de allí les gusta experimentar con animales.

— ¿Pero qué pasó por fin con el chofer? ¡Seguro me dirás que lo abdujo un ovni!

— ¡Ay niño nada de eso! ¡El chofer no sufrió ningún percance, pero los 120 sacos de arroz…habían desaparecido misteriosamente! ¡Todos los científicos que participaron en la investigación alegaron tampoco tener respuesta para suceso tan insólito! ¡Fue algo paranormal!

—No sé por qué me parece que los sacos de arroz no se los llevó ningún extraterrestre, y si le preguntan a la policía seguro tiene una teoría más lógica de lo ocurrido—contestó el pasajero del asiento 71.

— ¡Que hombre de poca fe eres! ¡Seguro me dirás también que la desaparición de todos los peces que habitaban las presas y lagunas dentro del triángulo fue el cambio climático! —exclamó Jorge, sin recibir respuesta de su interlocutor.

— ¡Ay disculpe que le pregunte! ¿Es usted casado?

—Si lo soy ¿Porque?

— ¡Por nada, solo curiosidad! ¿No le gustaría conversar con un extraterrestre, y quizás llegar a conocerle mejor? —interrogó Jorge al pasajero sentado a su lado.

— ¡Ya le comenté que jamás he creído en la existencia de seres verdes de otra galaxia que vienen a conquistarnos!

—Y si le dijera que los extraterrestres ya están entre nosotros ¿Me creería? ¡En realidad a ellos les encanta conquistar a los humanos, pero no de la forma que imaginas! ¡El extraterrestre  adopta cualquier forma, incluida la humana, pero en realidad su piel original es de color naranja y posee amplias alas! ¡Se caracterizan por su libertad sexual! ¿No  le gustaría ver a un extraterrestre desnudo?

— ¡Mira Maric…! ¡Hace rato que estás hablando una cantidad de mierda del carajo! ¿Podrías cambiarte de asiento o debo llamar a la ferromoza? —exclamó Fernando con el enojo rebozando sus globos oculares.

— ¡Ay niño disculpa! ¡Hoy es el día del amor y al menos debía intentarlo!

— ¿Cómo dijo?

— Nada…nada… ¡Enseguida me voy volando y no lo molesto más! —respondió Jorge mientras se levantaba del asiento y se marchaba en dirección al vagón 6 del tren espirituano.

¡De madre tener que viajar tantas horas con un ser humano  superpajarraco al lado!, exclamó Fernando para su interior, en tanto se incorporaba y encaminaba sus pasos en dirección al baño más cercano.

Luego de vaciar su vejiga, el hombre se paró en la rampa metálica que unía su vagón con el contiguo, y tras sentir unas gotas cayendo en su cabeza, miró hacia arriba con prontitud y descubrió el rostro de Jorge que le sonreía a unos 20 metros de altura. Su cuerpo ahora se notaba escamoso y de color naranja, y unas largas alas rosadas le hacían permanecer en el aire. Breves instantes pasaron y Jorge se perdió en la noche, aleteando a gran velocidad.

— ¿Y eso qué cojones fue? —expresó Fernando sin salir de su asombro, mientras un hombre con una jaba en la mano se le acercaba sigiloso.

—Socio, tengo cerveza a 550 y malta a 670 por si te interesa.

— ¿No tendrás algo más fuerte por ahí? —preguntó Fernando al vendedor, mientras con su mano izquierda trataba de impedir que la cola peluda encima de sus nalgas, se le saliera del pantalón.

Lázaro Yusniel Lorenzo Ravelo

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