Übermensch Arthropoda

Ya te lo dije, querido Mario, no quiero echar por la borda mi larga reputación como académico; cuarenta años al frente del laboratorio; un homenaje (totalmente inmerecido) a mi trabajo que el grupo del doctorado me prepara para el año siguiente; el ciclo de conferencias que estoy organizando con Sergio para el semestre, y el artículo para la Academia Mexicana de la Ciencia. Entenderás, que no estoy en una posición adecuada para hacer afirmaciones semejantes. Sabes que a pesar de mis años estoy lúcido y fuera del chianti de la cena que cocino los sábados siempre estoy en mis cabales. Pero lo vi. Sé lo que vi. No puedo confiar más que en ti para relatarte lo ocurrido.

¿Recuerdas la fiesta del Doctor Lara? Allí estaba la gente del Instituto de Biología, y otros viejos colegas. Es entonces cuando llegó el hijo de Moreliano Cuesta. Me acerqué de inmediato a saludarle y felicitarlo por el nuevo equipo de trabajo. Era insólito. Sus ojos. Tendrías que haberlo visto tú mismo. Pensé, en una ráfaga de segundo, que era un truco que las luces del evento producían. Pero no era así, ningún juego de luces habría producido que las pupilas de una persona se transformaran en los ojos de la avispa Synoeca septentrionalis. ¿Cómo no reconocer a una especie que había estudiado largamente? No vas a decirme que no puedo reconocer los mirada terrible de un insecto de la familia de los Vespidae. El hijo de Cuesta se percató de inmediato de mi sorpresa, de la incredulidad de mi rostro. Bajó de inmediato la cabeza, ocultando sus ojos, esgrimiendo una sonrisa leve —te lo puedo jurar, en un rictus que me recordaba a las mandíbulas de los miriápodos— se excusó diciendo que luego continuaríamos nuestra conversación y que tenía que saludar a la familia de Lara. Me quedé inmóvil.

Regresé a casa casi de inmediato. Comencé a buscar entre el desorden de mis papeles y libros. Tendría que estar en alguna parte aquel artículo que consideré una tontería superflua, producto de la imaginación febril, barata y sensacionalista de algún autor pretencioso. No lo deseché de inmediato ya que se titulaba “El misterio de Moreliano Cuesta. La conexión germana y el insectario de Mann”. Casi me reí. Moreliano, el famoso intelectual y editor de libros en México había sido mi compañero de escuela. Hacía años que había fallecido. Su hijo, Fernando, había estudiado conmigo y ahora construía una sólida carrera científica. El artículo apareció de manera ominosa debajo de la nueva edición de mi libro Entomología experimental. Ya no me causaba gracia como la primera vez que lo leí. Estaba aterrorizado. Júzgalo tú mismo. Te mando un extracto textual del artículo:

“En el texto de Elena Miller, El regreso, la autora hace un recuento sobre el retorno amargo de Niels Mann, un entomólogo alemán quien en 1945 vuelve a su pueblo al finalizar la Segunda Guerra Mundial: << […] después de la guerra regresé a casa, herido, triste y desolado […] con la ropa desgarrada y sin víveres; caminé los cien kilómetros que separan desde el bosque hasta el camino conocido de mi pueblo>> Sin embargo, Miller, no menciona el final de la jornada del científico: su pueblo, otrora pacífico, de casas bajas y silenciosas iglesias luteranas, al momento de su retorno, había dejado de existir. Su casa y laboratorio personal estaban en ruinas. Mann se dedicó a reconstruir su laboratorio y el resultado de sus investigaciones a fuerza de memoria. Dicha reconstrucción quedó asentada en el diario personal de Mann que escribe entre 1945 y 1948.

Las razones por las cuales Miller no menciona el famoso diario de Mann son misteriosas, ya que en su libro Por mares nunca antes navegados menciona que en la investigación que realizó del archivo personal de Mann entre 1960 y 1962, tuvo en sus manos el diario antedicho y los diagramas del Übermensch Arthropoda. Sabemos de sobra, la historia es ya harto conocida, que el diario de Niels Mann desapareció de la Biblioteca Nacional en Montevideo, Uruguay en circunstancias no aclaradas aún.

La respuesta a la pregunta que atenaza hoy día a los científicos e historiadores: ¿Dónde -si es que existe aún- se encuentra el diario Mann? es la que este ensayo humilde tratará de resolver a fuerza de hipótesis, cabos sueltos, intuiciones, pistas que han aparecido y desaparecido a lo largo de todos estos años; es ante todo el desarrollo de una teoría probable, de un sueño de búsqueda finalizada, que tal vez y sólo tal vez pueda encontrar la respuesta. Antes que nada, debemos preguntarnos, ¿por qué desapareció el diario? La respuesta a esta primer interrogante podría ser fácil —no exenta de tragedia—: la lluvia, los gusanos, el desgaste del papel, el olvido de los hombres, la mala gestión de los archivos y bibliotecas, en fin, todo el batallón bien armado de los enemigos acérrimos de los libros. Pero sabemos que no es así: el diario de Niels Mann desapareció ex profeso a manos de un lone wolf o de un conjunto de individuos que tenían el mayor interés en que el documento desapareciera.

En 2014, muchos años después de la odisea de Mann, apareció editada una antología de divulgación de la ciencia, dirigida brillantemente por Arturo Hernández: Entomología mexicana; no quisiera detenerme aquí en la crítica a muchos de los artículos elaborados que en ella se encuentran, (tales como el estudio de Celeste Servín:  «Anatomía mandibular y comportamiento de la especie Diptera Tabanidea » el cual, sin temor a una equivocación es el análisis más claro y sucinto sobre la familia de los dípteros) sino encontrar la clave secreta sobre el destino que sufrió el diario de Mann.

De todos los autores de la antología de Hernández, un tal Cuesta es el único que no menciona su nombre de pila; se podría pensar que este es un capricho nominativo del mundo académico. Tenemos varios ejemplos en el mundo literario: ¿quién se preocupa por saber el contenido de las iniciales «J.D.» del nombre propio de Salinger? Y aun así, si uno se molesta en averiguar que aquellas significan «Jerome David», The Catcher in the Rye es y seguirá siendo la obra de un tal «J.D.» y pronunciaremos las iniciales con acento neoyorquino en honor del blue landscape que vio nacer al propio Salinger.

Pero M. Cuesta no tenía los mismos planes que el autor de Raise High the Roof Beam, o de G.K Chesterton, o de T.S Eliot o de W.B Yeats. El ocultamiento de su nombre de pila respondía a otros motivos más obscuros. En primer lugar M. Cuesta escribe en la antología un artículo denominado “De la transformación del hombre en insecto” ¿A quién se le ocurre escribir algo así en un texto de divulgación de la ciencia? ¿Era acaso una broma académica y por eso no quiso colocar su nombre completo? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que el hombre que ha ocultado todos estos años la «M» de su nombre de pila, es Moreliano Cuesta, y Moreliano Cuesta fue el editor en México del diario de Niels Mann así como el único en el país responsable del manejo del archivo personal del científico que había acabado en México debido a que su viuda había emigrado a este país. En 1982 Klara Mann murió en la ciudad de Cuernavaca, legando los documentos y escritos de Mann al Archivo General de la Nación.

En 1980, el Palacio de Lecumberri se convirtió en la sede del Archivo General de la Nación y al resguardo de tal tesoro histórico nacional se encontraba el hombre que hemos mencionado: Moreliano Cuesta; quien tuvo a su cargo el acervo hasta 1984. En 1982 recibe los legajos de documentos y escritos que pertenecieron a Mann editando el consabido diario en una publicación conjunta entre la UNAM y el Instituto Goethe. Era una edición de lujo, de pastas duras, bilingüe, con fotografías inéditas que el propio Mann había tomado cuando las tropas alemanas huían de Dresden y de la rendición de Berlín en 1945. Y sin embargo Moreliano Cuesta no publica las últimas hojas de Niels Mann donde se asientan los diagramas del Übermensch Arthropoda y las anotaciones científicas del mismo

¿Qué fue lo qué sucedió? ¿Acaso las apariciones fantasmales que se decía deambulaban por Lecumberri habían hecho que Cuesta hiciera una edición incompleta? No es así. Moreliano Cuesta encontró la forma, le llamaríamos el proceso alquímico, o la ruta científica para poder convertir las teorías de Mann en praxis científica”.

Sólo te mando querido Mario, este fragmento del texto. ¿Ahora comprendes? Moreliano Cuesta y su hijo tuvieron siempre en sus manos el diario de Mann. Me dirás que no podemos creer en los desvaríos de un entomólogo que terminó enloqueciéndose a causa de las vicisitudes de la guerra. Pero debes comprender que no tenemos más tiempo de hacer especulaciones o de que quieras que tome una dosis diaria de Fluoxetina o Valium pensando que tanto trabajo ha terminado por alterar mi estado anímico. Si es que Fernando Cuesta logró transformar su esqueleto en exoesqueleto —conservando una apariencia humana, en una clase de mimetización parecida a la que hace la mantis orquidea y los insectos hoja—  debemos actuar rápidamente. Temo lo peor, sabes de sobra que la especie Synoeca es una de las más peligrosas del género. Son avispas guerreras. ¿Acaso hay una colonia? Schmidt mencionó como su picadura era una tortura excruciante. Ahora lo entiendo un Übermensch Arthropoda, un super hombre que ha adquirido la capacidad guerrera y defensiva de  Synoeca septentrionalis. Mann habría trabajado bajo la protección del Reich y su secreto acabó con los Cuesta. Estoy preparando para el momento que venga, elaborando un tipo de sustancia que pueda atacar directamente la quitina y esclerotina del protórax, mesotórax y metatórax. Si no funciona me voy sobre la región preoral. Dijo que venía hoy en la noche a “continuar la conversación” que sostuvimos en casa de Lara.

Me voy.
Acaba de tocar la puerta.

Eliana Florencia Morán Míguez

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