El código genético de Andrea.

Él es moreno, de un cuerpo enorme y gordo, a ella le parece un musculoso cerdo mutante diseñado para una caricatura. La piel de su rostro cae largamente por los huesos del cráneo. La línea entre los globos oculares y los párpados es roja, a punto de sangrar. Pero hay algo realmente extraordinario en Javier, si es que no son bastante raras sus otras características: en medio de la frente un relieve en forma de estrella titilante, un pedazo de piel oscura que hace imaginar a la niña que Javier es un unicornio convertido por medio de la magia en ser humano. Un unicornio negro con más de mil años de edad. 
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Andrea físicamente es todo lo contrario a Javier, por caer en la obviedad. Amarillenta, pequeña, de cabello verde rapado. Tendrá unos once años, sus labios son gruesos y rosados. En la oreja izquierda seis aretes y en la derecha veinticuatro de diferentes formas y tamaños. Siempre viste el mismo short de mezclilla y un top blanco muy sucio, por el cual se sospecha su sexo aunque no se sabe a ciencia cierta; además un guante sin dedos de hule rosa, y unos tenis. Nunca se separa más de dos horas de su atuendo. Al bañarse sólo se quita los tenis, y así lava su ropa a la vez. Se seca lo que puede y se acuesta en la cama del departamento, con los ojos perdidos hacia el techo, para sentir como lentamente se evapora el agua.
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Su mamá se fue, Javier es su padre adoptivo, la deja sola mucho tiempo así que ella hace mandados en la colonia. El dinero que gana lo mete detrás del espejo de borrosa imagen que está colgado en el baño. Si necesita algo lo puede conseguir fácilmente, comida, un cliente suyo tiene un restaurante, y le regala lo que quiera. Juguetes, no tiene más que robar a otros niños o tomar de aparadores y salir corriendo. Transporte, los camioneros siempre le dan ride.
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El pesado cuerpo de Javier atraviesa la luz del farol sin perder un segundo su obscuridad individual. Entra a una casa pequeña, sin ventanas en la fachada. La puerta de lámina se abre en silencio. Adentro hay tres focos de cien watts en varios lugares. Las paredes dan la impresión de acercarse, por lo que se apresura a entregar el dinero por una rendija y recibe la droga. Sabe que un cañón de revólver le apunta a la cabeza por otra rendija a un lado suyo. Sabe que en cualquier malentendido morirá. Sabe que le ganará buen dinero a la droga. Sabe quién le surte. Sabe que un capo llamado Cara Cortada. Sabe guardar silencio. 
—¿Quieres droga? —les decía a los prospectos. 
—¿Qué tienes? 
—Década Cuatro. 57% efectiva… bara. 
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Ella entra a la iglesia. Es cegada por las altas columnas, por las lejanas escenas retratadas en el techo blando, que cae hacía el colorido de los ventanales. Cada domingo se llena de vértigo en aquel lugar, un vértigo que le emociona. Ansía morir para entrar al Cielo y sentirse libre como la mayoría de aquellos seres. Él único que no le gusta (de los buenos) es Jesús cuando sangra, mirando humillado. Piensa que el hecho de que mire de esa manera a todo mundo es muy cruel. Sin embargo hay un Jesús Prima, un Otro, que flota en la pared principal. Aquel Jesús resucitado significa para Andrea el poder de mutación escondido en algún lugar de su tórax. Antes de misa el padre la mira fijamente, como si fuera un ángel que lo hace flotar y admira la humildad de su pobreza. Para Andrea esa pobreza es cruel, pero por alguna razón ella piensa que dinero no equivale a lo contrario. Más bien observa aquellas figuras etéreas y las graba en su mente a fin de revivirlas todos los días. La manda Javier, pero él nunca va. 
—Padre —la resonancia de su voz la convierte por un momento en un reflejo en el agua bendita de la pila—, he estado viniendo cada semana, pero no he leído la Biblia, no tiene una que le sobre. 
El padre Valdéz, flaco y alargado, la mira fijamente y se pone tieso; sabe que de verdad es un ángel. Cuando era niño fue sexualmente agredido por su papá. Lo vestía de niña y lo ponía como perrito: se lo hacía por atrás con una prótesis sudamericana. Golpeaba sus erecciones. Una vez lo pateó entre las piernas y luego lo obligó a lamer las lágrimas en su culo. Eso lo traumó y se hizo sacerdote. 
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Javier ha ido por ella en su camioneta vieja, de pintura gris descarapelada y motor desgarrado. La cabina llena de polvo y olores acumulados por diez años, ninguno de los aparatos funciona, ni el sonido, ni el clima, ni la computadora, ni los vidrios, sólo los seguros. Nunca usan cinturón. 
—¿Y eso?
—Me lo regaló el padre…
Javier hace conciencia del peso de su brazo, siente sus huesos moviendo la carne y golpea velozmente con la mano a Andrea. Ella sangra. Sus ojos se humedecen. 
—No quiero que robes. 
—Yo no robé nada. 
Él suelta una marejada de aire por la nariz y repite una y otra vez la frase y los golpes hasta que ella se desespera y le responde. Forcejean y él pierde el control del vehiculo. Es Avenida Galaxia, chocan contra un restaurante. Rompen el vidrio y matan a varias personas. A algunos los impactan fragmentos punzantes, a otros la pintura veloz y gris de la camioneta. Chivo Prieto, hijo del gangster y líder sindical conocido como Maléfico pierde las piernas. Muchos matones mueren, pero dos que sobreviven creen muerto a Chivo Prieto, y sacan a Javier de la cabina, inconsciente. Ellos son Huevo y Frank, lo llevan a la guarida de Maléfico. Andrea es llevada al hospital en estado de coma. A su lado, en la hilera de camas, ponen a Chivo Prieto. 
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—Nuestros cerebros son como computadoras, sí… lo que entra a ellos es lo que sale. Yo me he programado a mí mismo para ser lo que soy, pero yo lo he hecho conscientemente, mientras que gente como tú deja que otros sean los programadores. He programado muerte, lo que genero es muerte. He programado poder, genero poder. Quiero saber una cosa, ¿has programado tu propia muerte…? 
—No fue mi culpa, fue Andrea la que provocó esto… 
Maléfico dirigió su mirada a los dos hombres de traje: Este hombre no está preparado para morir. Sin embargo sí para matar. Yo no estoy preparado para matar a quien no tiene deseos de morir. 
—Al parecer vendes Década Cuatro. ¿Quién es tu proveedor?
—Cara Cortada.
—¿Dónde?
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La mansión de Maléfico es enorme. En su habitación tiene una vitrina con lo que él cree los restos de la Virgen María. La semana pasada un científico de reconocida calidad moral se los vendió. Sólo eran fragmentos de hueso. «He aquí los restos de mi cuerpo,» parece cantar la figura, «he aquí restos de mi caminata.» 
—Mi plan para conquistar al mundo consiste en reproducir el código genético de Maria y hacer un ejército de mujeres con poderes sobrenaturales que obedezcan mis órdenes. 
—Está usted desquiciado… 
Maléfico saca una daga y le hace a Javier una cortada en el brazo, entre gritos la sangre se derrama en el piso.
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«Mi voz se extiende por el mundo como una suave lluvia.» 
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No siente su cuerpo, ni siquiera su cerebro, le es imposible abrir los ojos, sin embargo imágenes punzantes se deslizan ante ella: corre, un grupo de encapuchados la persigue, cruza un telón verde obscuro, y se sube a una de las resbaladillas de un metro pegadas al cemento. El grupo viene con cucharas gigantes a romperle el cráneo, pero ella saca una granada cerebral que la hace flotar y ejerce un campo de fuerza alrededor de su cabeza, 
Un halo invisible de energía. La granada explota junto con los cerebros de la gente. Esa es la imagen de este segundo. Respira tranquila, ella es aire. Oye la canción: «Mi voz se extiende por el mundo como una suave lluvia,» y sólo después de unos minutos descubre que es ella misma la que canta. ¿Ella es la virgen María? 
—¿Yo soy…? ¿Yo soy…? ¿Yo soy…? 
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—Me di cuenta de que vivía en un mundo de significados, yo no quería supeditarme a ellos y los deseché. Me di cuenta de que la vida no tenía significado. El que te haya cortado el brazo tampoco lo tiene. El amar… el odiar… el flotar en el aire. El código genético de María es la búsqueda de un significado. Tu muerte no tiene significado, sólo que me gusta coleccionar los códigos de cada persona que asesino. 
Maléfico apretó el gatillo de su arma.
Sus labios carnudos se hincharon levemente. 
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En ese instante Andrea dejó de dormir. Gritó con angustia profunda y despertó a los dormidos, y estremeció a los despiertos. El sudor comenzó a fluir por su piel como lágrimas. Chivo Prieto la miraba atrapado a su silueta. Ella dijo: Un amigo ha muerto… ha sido asesinado. De las cuencas de mis ojos se derraman hojas secas en dos lentos remolinos. Quizás soy el gigante que nutre de hojas los bosques, pero soy tierra que el viento despedaza. El asesino debe morir…
De Maléfico brotó sudor de sangre y murió entre sufrimientos terribles. 
—Mi voz se extiende por el mundo como una suave lluvia, mi voz viajera pasa por caminos que llegan a ti, sacude tus cabellos poco, sólo un poco, y te impregna de colores primarios, sonidos y formas, que dan la vida eterna. 
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Si no se ama a las personas que nos rodean, entonces a quién se puede amar. Andrea le dijo a los enfermos que si querían ser curados y los fue arrastrando en su caminar por los pasillos. Todos la seguían, incluso Chivo Prieto en una silla eléctrica. 
—Quieres unas piernas de agua indestructible y no de carne, sígueme, Los doctores también se dejaron llevar por su figura, sobre todo porque uno de ellos le dio una bata blanca. Se unieron personas en las calles y sumaron setenta y nueve. Los reporteros entrevistaban a la gente, que decía cosas como: «es una luz que ilumina nuestros corazones,» «es única, los espíritus la acompañan,» «tiene unos chamorros sensacionales.»
—He aquí mi cuerpo y mis huellas, les entrego mi suave lluvia. Dejen su casa y sus conexiones neuronales. ¡Conéctese a la fuente de la vida eterna!
De pronto la voz de Chivo Prieto se escuchó: Ella es la resurrección de la virgen María, lo demostraremos comparando sus códigos genéticos. 
Se acercó a ella. 
Necesito un poco de tu sangre, y la rasgó con su daga. 
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La niña conduce a todos a un parque donde hombres y mujeres hacen fila para succionar su herida. Andrea dice: ¡Despójate de lo material, brother (o sister)! Por tu fe serás curado (a). 
—Pero si yo no estaba enfermo —le contesta uno. 
—Los caminos del señor son inescrutables. 
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De pronto Cara Cortada aparece con un rehén, Chivo Prieto. Cara Cortada es corpulento, de cara estirada; su mejilla izquierda hecha de algún polímero cubano, se ven sus dientes a través de ella. No tiene un pelo en la cabeza y sólo lleva una tanga roja de tigre, además de tatuajes tribales en todo el cuerpo. También correas de cuero con navajas sujetas a brazos y piernas. Cada uno de sus músculos parece vibrar. El gangster afro español, de piel café, carga a Chivo Prieto, lo agarra del brazo. Apunta su arma hacia él. 
—¿Te preguntarás cómo te encontré, Andrea? 
—No, creo que lo he deducido, pero ¿quién carámbanos eres? 
—¡Soy Cara… Cortada…!
Andrea se inmuta un uno por ciento, al final del año estará trescientos sesenta y cinco por ciento más inmutada. 
—Sé que tú tienes el poder de la vida y la muerte, ví como tu magia asesinó a Maléfico justo cuando fui a devolverle un ataque suyo al Salón de la Injusticia. Sus ojos blancos como de pescado muerto. Empanizado. Es verdad… la vida y la muerte no son cosas que desconoce: muere. No le hace efecto. Le da a Chivo Prieto diecisiete balazos en la cabeza y lo arroja a veinte metros, cae sobre una pila de estacas. 
—Yo también tengo algo de magia, muchachita malcriada. Mira, el alma de Javier está en esta computadora diminuta, por eso es que no podías revivirlo —su risa asesina a los presentes, uno a uno van cayendo, comienzan a correr pero no pueden evitar seguir cayendo como si les hubiera pegado un rayo.
—¿El poder de la vida y la muerte? Tampoco son cosas que desconozca, —dice ella y con una seña de la mano y la palabra: “resucita” revive a uno de sus seguidores, luego a otro y a otro más.
—Ok, ok… pero acaso conoces tú el poder del delete. Una palabra mía bastará para matarlo eternamente. Si el alma es desmenuzada y borrada, entonces ya no hay nada qué resucitar. 
—¡Oh, maldito bastardo: MUERE! —exclama con furia. 

Con lágrimas se avienta hacia él para darle una patada voladora mientras el maldito ordenaba: File delete: Jav

Jorge Chípuli

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