Mad Max III

«We don´t need another hero»


Soy un hombre de pretextos, y la partida de la talentosísima Tina Turner me dio el pretexto perfecto para recordar esta película: Más allá de la cúpula del trueno.

Esta obra, como la artista, es algo grande, trata temas diversos y profundos, mantiene, respeta y amplía la narrativa de Mad Max, todo una obra redonda y prodigiosa. Los datos básicos serían: Es la tercera película de la saga, precedida por Mad Max, Mad Max II El guerrero de la carretera, y antecesora de Mad Max Furia en la carretera.
Estrenada en 1985, ochentera a más no poder (sólo aprecia los atuendos punketos de los personajes y me darás la razón), y dirigida por el mero padre de la saga: Gorge Miller y actuada por Mel Gibson. Con eso tenemos de cultura general.

Hablemos de tropos. Uno de los más socorridos por la ciencia ficción es el subgénero apocalíptico y su primo hermano el postapocalíptico. Bien podríamos decir que Mad Max, la original, es apocalítica, ya que vemos la acción cuando todo el mundo se está yendo a la mierda, el resto de la saga es totalmente postapocalítica porque ya nos cargó el payaso y estamos buscando la manera de sobrevivir. Debemos reconocer que en este último subgénero encontramos, siempre, un poco de esperanza, no tan poca como en lo apocalíptico, ni tanta como en el solarpunk, pero de que la hay, la hay.

Entremos de lleno a la pelí: Es la tercer aventura que conocemos del expolicía Max Rockatansky en un mundo desértico y que no da para más. La civilización se perdió y se aferra a sobrevivir como se pueda sosteniendo con alfileres una tecnología tan básica que apenas podríamos llamarla sociedad tecnificada. Ya lo decía Carl Sagan: «Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que casi nadie sabe nada de estos temas. Y eso es una invitación al desastre».  Y sí, ya llegamos ahí, no hay economía como la conocemos, hay trueque; hay esclavismo; te venden agua radioactiva, los vehículos se mueven con camellos de potencia; la ley la pone el más fuerte, no el más rico, demos gracias por ello, creo. El que domina el escaso conocimiento lleva ventaja; el que domina al que tiene el escaso conocimiento tiene más ventaja y en este mundo esa personita es ni más ni menos que la Tía Tina.

En su papel de Reina de Bartertown, y del rock, está genial y domina ese mundo como dominaba los escenarios. Genial mi estimada Tina. Ella lo dice desde su torre de marfil amenizada con un sexy saxo en vivo: «antes yo era nadie, después de la explosión estaba viva y mire» nos dice mostrando ese reducto de civilización. Y también conoce su lugar en el mundo porque sabe que su dominio no es completo ya que quién controla la tecnología tiene más para negociar: MasterBlaster es esa simbiosis de enano-gigante que tiene en su poder el suministro del gas metano así que, como pasa ahora con Rusia y Europa, quien controla la llave del combustible tiene agarrado de los ovos a su contraparte pudiendo hacerle un embargo energético. No, Ucrania no cuenta mucho en esta película. Tampoco.

«Pelear conduce a matar
y matar conduce a las guerras.
Y las guerras casi nos destruyen
a todos nosotros»

Como toda obra de Miller, lo litúrgico juega un papel importante en la trama y en esta pelí el Thunderdome es el Coliseo romano, el juzgado del pueblo y la resolución de los conflicos de un mundo que ya está harto de guerras y peleas por más domésticas y personales que estás sean. Pero el poder es el poder y ella lo quiere todo, por ello convence a nuestro antihéroe de que la libre del Blaster del Master para ella mangonear mejor el mundo a su antojo. El buen Max acepta por puro utilitarismo y se mete en bronca. As usual.

«Sé que no quebrantarán las reglas
porque no las hay»

Pero el antihéroe por eso es lo que es, llegado al punto de poder ganar la pelea se resiste a darle muerte a quien considera que no debe matar. Se impone la arraigada ética del expolicía. Algo contrastante en un mudo donde la regla es la rapiña, el agandalle y el beneficio propio. Genial esa humanidad del personaje que no sirve de mucho porque la supremacía se impone, como siempre. El pueblo pide que dejen libre al sobreviviente, finalmente se cumplió con la ley de «Dos hombres entran, sólo uno sale» y el pueblo manda, eso es una democracia pero… ese acto de no haber dado muerte al contrincante es considerado una falta a ley y para eso tenemos otra ley, ya sabes, los legisladores siempre legislan en beneficio de la élite en el poder. Así que con toda la parafernalia de un show televisivo, vampiro maestro de ceremonias incluido, pasamos a la ruleta rusa. Feliz la tía por no darle muerte a su empleado, se conforma con mandarlo al irónico Gulag.

En esta parte la película se torna un poco la Isla del tesoro o los Gunis o alguna historia de aventuras similar. En medio de un mundo recalentado, en los ochentas aún estaba lejana la idea de un cambio climático, el gulag es un desierto y el riesgo es morir de sed, cosa que casi se le cumple al héroe. Bien, aquí nos sentamos un poco a dios sobre las rodillas y el héroe sobrevive. Y, en retrospectiva, entramos a otros temas recurrentes de la saga: Los niños salvajes, el elegido, el misticismo, con detalles plásticos geniales. Con calma.

Max es rescatado por una tribu de niños, en su mayoría, que son dirigidos por unos adoloescentes que apenas llegan a la temprana juventud. Aquí, para tu servidor, la película cojea un poco de su lógica interna, me explico. Se supone que los niños son los sobrevivientes de un vuelo estrellado a quienes los dejaron al cuidado de los mayores, mientras el capitán de la nave, un tal Walker, va en busca de ayuda en compañía de otros sobrevivientes, con la promesa de regresar por ellos y llevarlos a casa.

¿Dónde encuentro la falla en su lógica, Malcom? En varias cosas: Si el accidente fue hace mucho, la reproducción se da con singular alegría entre la tribu. Superen eso, Laguna azul. Digo, hay niños muy peques. Si el accidente fue hace poco, dudo que niños urbanos hayan tenido la habilidad de sobrevivir en un medio totalmente salvaje totalmente solos. Supera eso, Señor de las moscas. Pero bueno, vamos a comprársela.

Lo anterior le da al director la oportunidad de tratar temas muy sabrosos: La Memoria, así, con mayúscula, por ejemplo. Uno de los encargos del capitán es que repitan la narración de lo que le pasó al mundo y no sólo a ellos. Ahí entra de nuevo ese misticismo tan florido en la saga: la narración es colectiva y casi casi haciendo uso de la poesía coral para mantener la memoria viva. Genial el punto que deberíamos aprender y practicar.

Y dentro de esa memoria está la nostalgia, recuerda que eran los ochentas, y por ello vemos un disco de vinil como artilugio inservible de algo que produce sonidos; un juguete de Bugs Bunny, el encuadre de una simulada pantalla de televisión y el añorado regreso a casa. La escena de la tribu montada en un avión semienterrado por la arena del desierto esperando ser llevados a casa es de una belleza impresionante.

Todo esto lo conocemos al mismo tiempo que el protagonista que no se deja encantar ni por el relato ni por los deseos de la joven tribu. Él sabe lo que es el mundo y sabe que lo que ellos buscan ya no existe por ello es tajante y hasta cruel en hacérselos saber. Les pide que reconozcan que donde viven ahora, unas cavernas a las margenes de un río protegidos por un cañón y rodeados por un desierto, es su mejor apuesta para seguir vivos. Haz de cuenta la «Escuela del calor» de Radio Futura.

Pero la humanidad es bien pinche terca así que una parte de la tribu decide largarse a buscar su casa, esa mal entendida nostalgia y esos nocivos apegos, lo que fuerza al antihéroe a convertirse en héroe, tan fácil que es dejar que el prójimo se joda por sus malas decisiones, tan cómodo que es quedarse sentado sin preocuparse por los demás, perdón, es el mood que me cargo al escribir esta reseña. Pero esa venita ética del personaje no se lo permite. Que fastidio tener conciencia. Perdón de neuvo. Una vez atrvesado el desierto para rescatar a los tercos locos nos queda más cerca Truequelandaia que la casa de la tribu.

Si lo piensas bien, la estructura narrativa es muy similar a la última entrega de la saga: escapo del lugar de mierda, pero finalmente me veo obligado a regresar al lugar de mierda, en el caso de Bartertown es literal porque de ella se obtiene el metano.

Bien, nuevamente la trama da un giro y de las aventuritas de los niños regresamos a las aventuras de los adultos. La infaltable presecución de carros postapocalíticos que incluyen una turbina de avión montada sobre neumáticos, ahora no es en una carretera, sino en una vía de ferrocarril. Las acrobacias geniales, la adrenalina a todo lo que da, y nuevamente el antiheroe trocandose en héroe, que sobrevive gracias al reconocimiento que le hace la Tina, quien sabe que tiene enfrente a un sobreviviente nato. Como ella. Qué le vamos a hacer.

Finalmente, la coda del film nos lleva a bordo de un avioncito (de nuevo los rescoldos de la tecnología que nos perdió nos salva la vida) a ver lo que quedó de nuestra civilización, sí, Sydney cuenta como civilización aunque esté en el culo del mundo. Ese periplo nos lleva a presenciar cómo se hizo verdad aquel adagio que rezaba: si la tercera guerra mundial es con bombas atómicas, la cuarta será con palos y piedras. Y presenciamos cómo tenemos que recurrir a la narración oral para preservar nuestra historia. Nuestra memoria.

Lo sé, este tipo de películas nos dan esperanza de una manera muy bizarra en su real acepción del español: valiente, intrépida, osada. Nos hace creer que sobrevivir es el premio.
Pero piénsalo, en un mundo sin tecnología no te deseo que tengas un dolor de muelas.
Piénsalo bien.

«Los de antes tuvieron conocimiento más allá de nuestros sueños»

Descanse en paz Tina Turner.

Samuel Carvajal

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s