Veo mi cuerpo inerte en un extremo del salón.
Aquí están algunos familiares y mis amigos del colegio. Sus rostros se ven entristecidos. Algunos miran al suelo, o al techo; otros ven hacia el frente y tienen la mirada perdida.
Mamá y papá lloran desconsolados. Estoy parado frente a ellos. Me ignoran y no me hablan. Creo que siguen enojados por tomar su coche sin permiso.
Alejandra Dávalos