Mortis Reversa (Parte II)

Sandra asiente con la cabeza y se retira. La Doctora se acerca a leer el post-it, y después
de hacer un gesto como recordando algo gracias al papel, va hacia un cajón de donde saca
el expediente del paciente y lo lee. Asintiendo de cuando en cuando con la cabeza.

Entra Samuel. Con una diadema como la que usó antes la Doctora, colgada en el cuello.

SAMUEL: ¡Buenos días!, ¿puedo pasar?

DOCTORA: (Observa al joven por un momento y luego sonríe) ¡Hola, Samuel! Claro,
pásale. ¿Cómo estás mijo?

SAMUEL: Muy bien, gracias. (Le entrega un dulce) Mire, mi mamá le mandó esto para
que se lo coma de postre, al ratito.

DOCTORA: ¡Ay, es una adorada tu mami! Dile que muchas gracias. (Pausa) ¿Cómo te fue
esta semana?, ¿trajiste lo que te pedí?

SAMUEL: ¡Sí, aquí lo traigo!

Samuel le entrega un chip a la Doctora, quien lo toma y saca de nuevo la diadema para
insertar el chip en ella.

DOCTORA: Las voy a ver así rapidito, y ahorita continuamos, ¿sí? Mientras cuéntame,
¿cómo te fue esta semana?, ¿pudiste grabar algún sueño?

SAMUEL: (Saca otro chip y lo pone sobre el escritorio) Sí, aquí los traigo también.
(Pausa) Sí soñé un buen de cosas, yo creo que la pastilla ya me está haciendo más efecto.
Porque ya no batallo nada.

La Doctora se sienta, enciende la diadema y se la coloca. Recuesta su cabeza en el
respaldo de la silla y sus ojos se comienzan a mover muy rápido como viendo una
consecución de imágenes.

DOCTORA: Sí, es que todo es cuestión de disciplina y práctica. Es lo que le digo a la
gente. Muchos se desesperan porque no logran soñar mucho, pero es porque no siguen el
tratamiento tan bien que digamos. ¡Qué bueno que tú eres un joven muy disciplinado! No
sabes lo mucho que nos estás ayudando.

SAMUEL: La verdad es que está chido. Hay cosas que hicimos que ya ni recordaba y con
esto las vuelvo a vivir. Está muy chido.

DOCTORA: ¿Ah sí, como cuáles? (Pausa) ¡Ay, mira! En esta se ven bien guapos, jaja. Es
de cuando se fueron a acampar, ¿verdad? Hay muchos árboles atrás.

SAMUEL: ¡Ah, sí! Ándele, pues precisamente de ese día ya no me acordaba de muchas
cosas. Por ejemplo, no sé si le contó su hijo, pero nos la hicieron de pedo unos chavos que
andaban ahí.

DOCTORA: (Sigue moviendo sus ojos) ¿En serio? No, nunca me contó.

SAMUEL: ¡Sí! Bueno, pues yo nomás me acordaba que nos la habían echo de pedo. No me
acordaba que había sido porque Pato les había tumbado la hielera donde tenían sus cheves.

DOCTORA: ¿Pato?, ¿quién es Pato?

SAMUEL: Patricio.

DOCTORA: ¿Quién es?

SAMUEL: ¿Está jugando?, ¿cómo no se va a acordar de Pato?

Pausa. La Doctora se quita la diadema y observa a Samuel un momento. Luego hace un
gesto como de haber recordado algo.

DOCTORA: ¡Ay claro, Pato! Sí, discúlpame es que tengo la cabeza metida en un montón
de cosas… Ay, Sammy, ¿y se pelearon, mijo?

SAMUEL: Nembe, qué. Ya sabe cómo era su hijo. Yo sí quería, la neta, porque sí se nos
pasaron de lanza. Pero su hijo nos dijo que los tiráramos al león. (Pausa) Jajaja pero pues la
neta, ahora que tuve el recuerdo, sí hubiera estado bien manchado que nos peleáramos con
ellos, porque sí tenían motivo para estar enojados.

DOCTORA: Ay pues sí, Sammy. No tenía caso.

La Doctora se acerca nuevamente al post-it y mientras lo lee, asiente con la cabeza.

DOCTORA: Oye, pues contigo ya casi terminamos. El día de hoy nos vamos a centrar en
cómo era en la escuela, ¿va?

SAMUEL: Ok.

DOCTORA: Entonces… pues ya sabes el procedimiento, déjame te paso la pastilla, y aquí
tienes agua por si necesitas. Tómatela y pásame tu diadema para ponerle el recolector.

Samuel se toma la pastilla, le da su diadema a la Doctora que le pone un nuevo chip y se la
coloca al joven en la cabeza.

DOCTORA: Ya sabes, ¿verdad, mijo? Trata de narrar hasta el mínimo detalle. No importa
si crees que no tiene importancia, estas grabaciones son bien necesarias y entre más detalles
tengamos, más sencillo será hacerlo tal como él era.

SAMUEL: Pero, ¿apoco sólo con lo que he grabado ya se va a poder?

DOCTORA: Ah, no, Sammy. Aparte de ti estamos trabajando con muchas otras personas
que lo conocían. (Pausa) Somos seres muy complejos y para reconstruir una conciencia no
basta con las memorias de una sola persona, eso haría que terminara siendo muy plana y no
muy precisa. (Pausa) En los recuerdos, los sentimientos que despertamos y en cómo nos
ven las personas que nos rodean, ahí se esconden los fragmentos de nuestra esencia.

SAMUEL: ¿Usted también ha grabado sus recuerdos?

DOCTORA: Claro, mijo.

SAMUEL: Qué loco.

DOCTORA: ¿Te gustaría verlos? Sé que lo querías mucho.

SAMUEL: ¡Sí, estaría muy chido!

DOCTORA: Hay algunos que te puedo mostrar. Igual y mientras esperamos que haga
efecto el estimulante.

La Doctora se acerca a su escritorio y saca un chip de un cajón. Se lo entrega a Samuel
quien lo coloca en el otro costado de su diadema. Presiona un botón y recuesta su cabeza
en el respaldo de la silla.

SAMUEL: (Muy emocionado) ¡A huevo, la fiesta de diez años! Nos gustó mucho esa fiesta.

DOCTORA: Ay, sí, ese día se vio muy feliz.

SAMUEL: ¡Sí! Con nuestros disfraces de Fortnite… Jajaja la piñata… Ahí fue cuando
yo… Achis, oiga el que lloró con la piñata fui yo.

DOCTORA: ¿Cómo dices?

SAMUEL: Que el que lloró cuando estábamos quebrando la piñata fui yo… y también fui
yo el que quebró la pistola en las maquinitas.

DOCTORA: Claro que no, Sammy, mi hijo lloró en la piñata porque…

SAMUEL: Porque el orden era del más chico al más grande y entonces no iba a alcanzar a
pegarle, ya iba a estar toda quebrada. Fui yo, yo lloré por eso… y después estuve enojado el
resto del día y en un berrinche quebré la pistola… Fui yo.

La Doctora mira detenidamente a Samuel y comienza a negar con la cabeza. Muy
alarmada.

DOCTORA: ¡No me digas eso!, ¡cómo no me voy a acordar de la fiesta de mi niño!

SAMUEL: De hecho se lo conté el otro día, debe estar en la grabación de la sesión cuando
recordamos cómo éramos de niños.

La Doctora se acerca nuevamente al post-it y luego al cajón de donde sacó el expediente
de Samuel. Del cajón extrae una caja donde guarda los chips con las grabaciones de sus
pacientes y busca el que mencionó el joven. Lo pone en su diadema y se sienta a
reproducirlo.

DOCTORA: ¡No inventes, Samuel! Ahí estás… fuiste tú… Pero, bueno, también puede ser
que estés confundido.

SAMUEL: (Quitándose la diadema) Hay varias cosas aquí que hice yo y algunas otras que
las hizo Pato. Abra otra vez las fotos que traje, ahí va a ver las de la fiesta.

La Doctora procede a revisar las fotografías y se da cuenta que en efecto, sus recuerdos
están alterados.

DOCTORA: (Lamentándose para sí misma) No puede ser… no puede ser… ¡no es justo, es
muy rápido!

SAMUEL: (Extrañado) ¿Qué pasa?

La Doctora saca otros chips con sus recuerdos y comienza a compararlos con las
fotografías de Samuel.

DOCTORA: No es posible, Samuel… ya lo perdí.

SAMUEL: ¿Cómo?

DOCTORA: Perdí a mi niño. Ya arruiné todo. Es terrible.

SAMUEL: ¿En serio?, ¿no podemos simplemente corregirlas?

DOCTORA: Estas sí… pero ¿cómo voy a estar segura de que todo lo demás que he
grabado es real?… Es terrible.

SAMUEL: Pero son sólo una pequeña parte, ¿no? Usted me dijo que en las memorias de
quienes nos rodean se encuentran los fragmentos de nuestra esencia. Tiene muchos
fragmentos en esa caja.

DOCTORA: Pero van a faltar los más importantes, Samuel. Faltará esa parte que lo hacía
mi hijo. Era mi hijo… y lo he perdido. ¿Cómo voy a estar segura que esa voz de niño que
escucho pidiéndome más pastel era la de él?, podría ser la de cualquiera de sus primos y yo
se la estaría dando a él. Los gestos que él me hacía cuando se levantaba por la mañana
después de haberse desvelado, ¿son estos? (Le muestra un recuerdo a Samuel) ¿O es la cara
de cualquier muchacho que vi en internet? Yo no quiero a cualquier muchacho, Samuel.

SAMUEL: Pero… yo le ayudo… Mire, ya está haciendo efecto la pastilla podemos seguir
con la grabación.

DOCTORA: Sí, Samuel. Pero ese será tu amigo. Yo lo que quiero es traer a mi niño de
vuelta.

Oscuro.

Gerardo Rivera

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