La ciudad que abandonó a la madre Tierra

Sus cielos,
están tan contaminados,
que el gris no deja recibir al sol
ni en la noche,
ni en el día.

Dicen
que respirar
ya no es seguro por sus calles,
que es inseguro
andar sin ocultarse tras mascarillas.

Sus aguas
están tan contaminadas,
que lo piensas bien antes de probarlas.
Los pobres
claman por ellas, mientras
algunos la riegan, en fuentes luminosas.

Ningún fruto
es comestible afuera,
ni por silvestre ni por foráneo.
Resulta una condena
al consumo externo insolidario.

Sus gentes
corren detrás
de no sé qué afanes materiales.
Se matan
entre ellos, al volante,
o impunes, al paso de cualquier calle.

Lejos de la civilización
queda la esperanza
de reencontrarse
con la belleza
del paraíso perdido.

Más allá del desierto,
en las montañas,
queda reconciliarse con ella.

José María Rodríguez

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