Ella era mi bff. Pero me gustaba y prácticamente era como su mascota de compañía. O al menos eso decían todos los que nos conocían. Y no me importaba. Es más, me gustaba. Me gustaba pensar que podría ordenarme hacer lo que sea y lo habría hecho.
Cuando estaba de visita en su casa, en su recámara no me asaltaban mis fantasías sexuales. Sin embargo, mis ojos recorrían hasta el más mínimo detalle de su cuarto. La mancha en la cortina, el contenido del cesto de basura. Las cosas que se entreveían del closet y los cajones cuando los abría. La forma en que estaba tendida su cama. La pila de revistas de ovnis y eventos paranormales que tanto le gustaba leer.
Todas las revistas estaban perfectamente apiladas, excepto la que estaba leyendo, que estaba arriba de las demás, abierta, desparpajada, con las hojas dobladas y marcadas. Lo que habría dado por ser esa, justo esa revista. O por ser todas sus revistas, la que quisiera leer ese día. Sus manos recorriendo mis páginas, sus ojos sobre mi, su mente volando lejos con mis historias haciendo un carnaval en su imaginación. Y que ella marcara mis hojas si se le daba la gana.
No es que ella creyera en lo paranormal entonces, o en los extraterrestres y sus avistamientos. Simplemente tiene una exuberante imaginación, voraz y deliciosa. Ni todos los libros que leía y las pelis que veía eran suficientes para alimentar esa hoguera. Necesitaba mucho, mucho más. Oh, si supieras que en mi mente pululan miles de cosas locas y todas podrían estar ahí para ti, cuando tú lo quisieras o necesitaras. Sin tener que pedir absolutamente nada, totalmente a tu disposición, reina.
¿Eran fantasías sexuales este tipo de pensamientos? Supongo que sí.
Alma GPonto