Los Borgia de Jodorowsky y Manara: El guion que en otro tiempo debió escribir Nicolás Maquiavelo – Parte 1 de 4

En 1969 se celebraron quinientos años del nacimiento de Nicolás Maquiavelo, cuya obra más conocida, “El Príncipe”, ha pasado a la historia como el libro de cabecera de los dictadores, desde Napoleón Bonaparte y Benito Mussolini, hasta el mismísimo Porfirio Díaz.
Dicha obra escrita en un período tan fundamental de la historia como lo fue el renacimiento, es un análisis de los tipos de estados ya acuñados con dicha terminología, principalmente los denominados “principados”, en este caso se le llama “Príncipe” al gobernante de los mismos. Por lo que así se consolidó la llamada ciencia política, que evidentemente tuvo su génesis en “La República” de Platón y “La Política” de Aristóteles.
Llama la atención que, a lo largo de este texto, el autor florentino enaltezca la figura de César Borgia, nombrándolo en muchas ocasiones “El Príncipe Ideal”. Dicho personaje fue hijo de Rodrigo Borgia, mejor conocido como “El Papa Alejandro VI” y que públicamente se supo no solamente de la existencia de César, sino de sus hermanos Lucrecia, Juan y Jofre. Consideraros por muchos, la primera familia del hampa italiana, pese a que el mencionado libro estuvo dedicado no a ellos, sino a Lorenzo de Médicis. La figura de dicha familia, de igual forma que las teorías maquiavélicas, ha transcendido en la actualidad, tanto en películas, series y de forma curiosa en su representación dentro del cómic europeo a cargo de dos reconocidos autores del mismo como lo son el chileno Alejandro Jodorowsky en el guion y el italiano Milo Manara en el dibujo. (Estos dos autores ya son conocidos por los lectores de esta revista y no se darán más detalles sobre ellos).

Las primeras viñetas muestran una espada que dice Gladius Domini y cae sobre Roma haciendo brotar sangre de los edificios, en el tercer cuadro se nota que se trata de la narración de Girolamo Savonarola, monje dominico que también existió y organizó la ya famosa “Hoguera de las Vanidades”, en este caso y con el ya característico estilo de Milo Manara, se le vio predicar sobre los robos, saqueos y la prostitución, mostrando a esas mujeres que sólo este autor sabe dibujar (Y que para muchos son las más bellas de todo el universo del cómic). En su discurso, el religioso de la orden de Santo Domingo también reclamó la venta de indulgencias y que los cardenales mantuvieran a sus amantes. Desde una ventana estos reclamos fueron oídos por el Cardenal Rodrigo Borgia y el Duque de Malatesta cuyo nombre también aparece en “El Príncipe”, este último reclama que el Papa sólo pueda recibir a un “Perro Español” como Rodrigo, por lo que hace destrozos y la guardia suiza lo saca del lugar.
El anciano pontífice es un esperpento y se le entrega a una mujer en lactancia y a dos jóvenes donadores de sangre que mueren después de la transfusión, posteriormente mientras el mencionado Cardenal presenciaba una orgía, Micheletto su letal guardaespaldas llegó para anunciarle que la peste había llegado a la mansión de la madre de sus hijos, ante la negativa de avanzar por parte de unos guardias, salen a relucir las mortíferas habilidades del mencionado guarura.

Se ha comentado por los críticos que pese a no ser secuencias tan impresionistas como en el estilo manga o el americano, las mejores viñetas de pelea en el cómic pertenecen a la escuela europea. Con una buena ambientación aparecen muertos y enfermeros que portan la típica máscara picuda para protegerse de la peste, incluso bajaban muerto a Giorgio de Croce, el impotente con el que casó a su amante para poder disfrutarla sin problemas, al ingresar descubre que han dejado a Vanozza en la cocina para que agonice y no contagie a nadie. A continuación, vino una remembranza de cómo se conocieron, cuando ella limpiaba la estatua de San Esteban siendo educada en un convento por ser hija bastarda de un noble, era su santo favorito y en una viñeta que sólo Manara puede dibujar, ella le besaba los genitales con sus nalgas desnudas y levantadas hasta que vio entrar a un joven Rodrigo Borgia con el cuál, hizo el amor a la luz de las velas. Al volver a la realidad, El Cardenal desnuda a su amante delante de los enfermeros y es evidente que no tiene en su cuerpo los rasgos de la peste, sólo fue una posible intoxicación que le produjo fiebre, por lo visto todo el escándalo de los enfermeros fue producido por una profecía del fanático Savonarola y por ello corrió el rumor de la peste en esa casa. De ahí encontró a sus hijos, escondidos en un ropero por un ayudante de cocina llamado Mauro, se les comentó que ahora vivirán en casa de su prima en lo que su madre se recupera y que para celebrar habrá un banquete sólo con los mejores postres. Durante dicho festín apareció la susodicha prima con Jofre en brazos y les presentó a su hijo Orson, un tuerto con una bella novia de nombre Julia, lo mismo que al que se encargaría de su educación, su consejero de apellido Duarte, el primer brindis fue cedido a su hijo Juan el primogénito, aunque se notaron los celos de César en ese rostro masculino en donde Manara le da a entender al lector que dicho personaje tendrá mucho más protagonismo en la saga.
Una vez que se tranquilizó por el beneficio de la catedral de Cartagena cedido a su nombre, dejó que su hermano Juan bebiera el primer trago para al instante vomitar en Lucrecia, es evidente que ha tomado veneno dirigido a su padre, al investigar, el culpable resultó ser Mauro que en realidad se trata del hijo del Conde Malatesta en conflicto con Rodrigo, por ello fue el que envenenó a su mujer para que se pensará que había sido contagiada por la peste e hizo méritos salvando a sus hijos, el mencionado conde recibía un masaje por tres mujeres etíopes que al igual que él estaban completamente desnudas hasta que avisó la llegada de su heredero a caballo, muerto y torturado, al que en sus brazos le juró venganza, pues Rodrigo nunca lograría en sus palabras lo que más añoraba, ser Papa.
Alrededor de los aposentos de Juan, se destinó la educación de todos, su primogénito, junto con el hijo de su prima irían a la milicia, Lucrecia y Julia al convento, Jofre el más pequeño con su mencionada prima y César a estudiar Derecho y Teología para tomar su lugar en algún momento. Evidentemente César prefería la educación militar y Juan deseaba estudiar pintura y diseño de trajes.

De ahí la narración volvió a los aposentos del moribundo Papa Inocencio VIII que deliraba con ver a sus predecesores, hasta que despierta pidiendo leche materna y una transfusión, de nuevo aparece Rodrigo que le lleva a una mujer lactante y a un joven con sangre fresca, es tarde y el pontífice muere al mismo tiempo que vomita, defeca y orina. Se le hace su respectiva procesión funeraria a un lado del Coliseo. Mientras, Rodrigo hablaba con Duarte sobre sus posibilidades en cónclave y es evidente que su ascendencia española lo perjudica; Malatesta envío burros con ofrendas de oro a uno de sus rivales, mientras otro había tenido 150 monjes por amantes, cuya lista pasó a manos de Micheletto al igual que todos los arqueros del cardenal Borgia.

A continuación, viene una escena de acción muy propia del estilo del cómic europeo, en donde Micheletto que en apariencia iba solo enfrentó a la caravana de Malatesta, pero de improviso aparecieron los mencionados arqueros de entre el bosque y acabaron con toda la comitiva, fue el guardaespaldas de Borgia quien personalmente decapitó al Duque. Una vez concluido este incidente ha comenzado el cónclave con el típico humo negro de no haber encontrado a un nuevo pontífice. Por la noche Rodrigo mostró la cabeza de Malatesta a su beneficiario, así junto con ofrecerle los burros cargados de oro y la añadidura de un obispado logró ganar su voto. Posteriormente visitó al sodomita de Julien y en un saco entregó los 150 falos extirpados a sus difuntos amantes, por lo que ganó otro votante. Finalmente fue a la celda destinada al anciano Gherard de 95 años. Ya medio muerto no le importaban mucho las riquezas, por lo que le ofreció otra cosa, los placeres de una mujer para ajustar su décimo quinto voto y con ello ganar el Papado. Evidentemente el viejo se burló, pues estaban encerrados y nadie podía entrar ni salir, por su avanzada edad se le dio la celda más grande que tenía un pasadizo secreto, aspecto que le fue revelado por el difunto Inocencio VIII, de donde apareció (portando sólo una túnica y dejando ver una exquisita desnudez) su amante Vanozza, por lo que así compró el voto decisivo para ser Papa. Por lo que al siguiente día fue elegido como el representante de Dios en la tierra. Pero primero debía sentarse en la silla excremental en donde el más joven de los cardenales debía pesar sus testículos y comprobar que se trataba de un varón. Esto último fue implementado por el caso de la Papisa Juana. Una vez comprobada su virilidad, por fin salió el humo blanco y se proclamó al “Papa Alejandro VI”. Bendijo a todos con la clásica tiara y el resto de esos ornamentos tan característicos.

Mientras tanto, en el convento de San Sixto Lucrecia participaba en ese juego de decapitar a un ganso con los ojos vendados, antecedente de las posadas mexicanas que se complementaron con las piñatas provenientes de China y el juego de romper las vasijas que tenían los mayas. Julia que ya tenía la cabeza del decapitado animal se burló como siempre de Lucrecia. Lo que concluye en un duelo a espadas entre ambas jóvenes, con esas secuencias y esos rostros que sólo Manara puede dibujar y que con ese estilo que también caracteriza al guionista, terminó en una escena lésbica, el diálogo de las monjas tiene cierta similitud con el que se emplea en la película mexicana “Alucarda”, cuyo director Juan López Moctezuma era buen amigo de Jodorowsky a tal grado que fue productor de sus dos primeras películas “Fando y Lis” y “El Topo”, en el período en que aún radicaba en México.

Y finalmente Julia completamente desnuda y encadenada al potro, recibe la flagelación de sus nalgas, Lucrecia se salva pues su padre la ha desposado y alguien irá a recogerla. Precisamente el mismísimo Nicolás Maquiavelo.

(Continuará)

Gerardo Martínez Acevedo

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