«Embrujada» de Armando Bo (Argentina,1969) en una película que debería ser tenida en cuenta por los estudiosos del cine de terror y de la cultura homoerótica. A pesar de que las malas actuaciones la convierten por momentos en comedia involuntaria, la historia tiene solidez, y es posible encontrar en ella reminiscencias tan dispares como Horacio Quiroga, José Eustaquio Rivera y Jean Genet.
Es uno de los primeros filmes argentinos en tocar el tema de la homosexualidad masculina, y uno de los pocos en intentar narrar una trama de terror a partir de la mitología autóctona.
Ambientada en lo profundo de la selva misionera, narra la historia de un matrimonio formado por Leandro (Daniel de Alvarado), un rico empresario madedero y su joven esposa Anyisé (Isabel Sarli), una mujer de origen guaraní a la que el empresario se jacta de haber «comprado, educado y civilizado». La mujer anhela convertirse en madre, pero su marido, a pesar de colmarla de atenciones, no consigue consumar una relación sexual con ella: dice amarla y desearla con pasión, pero en el momento del acto se vuelve completamente impotente. Desesperada por su deseo de quedar embarazada y de gozar de la sexualidad, Anyisé concurre al prostíbulo local a ofrecerse como meretriz. Advertido por uno de sus empleados, el marido va a buscarla y se la lleva violentamente. Anyisé no ceja en su empeño, y concurre al obraje que su marido dirige con mano de hierro para seducir a los jóvenes y viriles peones.
En un momento entra a la habitación del rudo capataz, mano derecha de su esposo y el encargado de disciplinar a azotes a los empleados díscolos o flojos. Desnuda en el catre, trata de entregarse al hombre, pero él la rechaza alegando «no puedo engañar a Leandro». Al volver la vista Anyisé advierte que el capataz tenía en la mesa de luz la fotografía de su esposo y cae en la cuenta que la razón de la impotencia de este no radicaba en la edad avanzada, como ella suponía, sino en la preferencia disímil. Frustrada abandona el rancho y continúa la búsqueda, en tanto empieza a ser agobiada por alucinaciones en las que copula con un monstruo antropomórfico, al que identifica con el maléfico «Pombero».
«Vos sos la mugre de la civilización. Vos sos un degenerado» le grita Anyisé a su marido cuando él le da a entender que sus visiones son el producto de un desequilibrio mental alimentado por las supersticiones de la tribu en la que se crió.
Se podría hacer una lectura nacionalista del filme, en la cual el marido homosexual y blanco representaría la decadencia europea, mientras que Anyisé, india y anhelosa de engendrar, representaría lo genuino y puro de la tierra, lo natural, lo auténtico, lo americano. Este sesgo ideológico explicaría también que la película haya sorteado la censura de la dictadura militar.
Santiago Idiart