Una oficina.
HOMBRE 1: Antes solía hacer bromas…pero ahora sólo estoy de luto…Digo luto por decir no porque sea cierto. Una metáfora, ¿me comprende? Y por eso deseo este trabajo.
JEFE: Este trabajo solo es para una persona. Ya se lo repetí trecientas veces. Lo ha grabado la cámara, se lo puedo mostrar…
HOMBRE 1: Lo sé. Lo sé muy bien. Y lo entiendo…Desde que estaba chico la gente se desesperaba. Me odiaban por revolverme y no darme a entender. Como en los manicomios que la gente balbucea. Como en una habitación desordenada y cuándo entra tu madre enfurece… ¡Que me odien! Con toda la fuerza, con todas las ganas…
JEFE: Bueno, dígame ya cuál es su nombre.
HOMBRE 1: Ya sé que usted también me va a odiar porque, aparte de revolver las cosas, hablo mucho. Pero no lo puedo evitar. ¿Ha sentido que la voz se le escapa? ¿Qué no la controla? ¿Qué la lengua tiene vida propia? ¿Y que probablemente tenga un nombre y una personalidad? Mírela (Saca la lengua y su lengua se mueve como si tuviera vida propia). Es una voz negra, oscura. Hay muchas cosas que quisiera decir de una vez. No tiene idea de cuántas. Pero todo lo revuelvo, todo lo desacomodo porque llega amontonado en mi cabeza, desordenado…
JEFE: ¿Quiere el trabajo? Deme su nombre. No sé cuánto tiempo llevo hablando con usted…
HOMBRE 1: ¿Se da cuenta? También está desesperado y va a odiarme, estoy seguro. Pero es mi lengua la que no se detiene. Me llamo Cruz, por cierto, aunque toda la gente dice que ese es mi apellido, ¿Qué saben sobre mí? Bueno, a veces me pregunto si tienen razón. Cruz es de religión, ¿no?
JEFE: No importa, no importa. Se llama Cruz.
HOMBRE 1: Yo también estoy desesperado. Muy desesperado. Tengo muchos problemas y una que otra deuda. Como todos. O no sé si todos. Como las hormigas, que trabajan todo el día…
JEFE: Señor, señor, deténgase, déjeme hablar. Hay una fila enorme allá afuera y…
Entra otro hombre sin tocar la puerta.
HOMBRE 2: Disculpe, soy yo…
JEFE: ¡Oiga, no puede entrar! Estoy ocupado. ¿Dónde está la secretaria? Ya pasó su turno.
HOMBRE 2: Lo sé, lo sé… Es que usted no quiere…
JEFE: Señor, por favor, salga inmediatamente.
HOMBRE 1: Por lo visto no soy el único que hace lo que se le antoja, JAJAJAJA… (Mueve la lengua).
HOMBRE 2: ¡Sé que no va a darme ese trabajo!… ¡y sé por qué!
JEFE: Estoy en medio de una entrevista, y no es sólo una decisión mía…
HOMBRE 2: ¡Es por mi aspecto! ¡Pero es que nunca me salieron canas! Creí que a mis setenta años tendría algunos cabellos blancos… ¡Pero no! ¡Ninguno!
JEFE: ¿Qué? ¿Quién le dijo que no aceptamos a nadie por no tener canas? No. No importa si tiene canas o no; esa no es razón para rechazarlo.
HOMBRE 2: Todo mundo lo piensa. A cierta edad debes verte como alguien de esa edad.
Tener el cabello oscuro a los setenta años no es normal. ¡No es normal! ¿Y qué quieren que haga? ¿Qué me ponga talco o me pinte el cabello? ¡Lo haré! (Saca un talco y comienza a echárselo en el cabello).
HOMBRE 1: ¡No haga eso! ¡Parecerá una calavera!
JEFE: ¡Señor, por favor!
HOMBRE 2: (Al Hombre 1) ¡Usted cállese! Me quiere quitar ese puesto porque cree que no doy el perfil para él. Conozco a los hipócritas como usted.
HOMBRE 1: ¡No soy ningún hipócrita! Y no me altere porque cuando me enojo me desorganizo para hablar. Será su culpa. Ay no, ay no… me estoy trabando… Es suya usted culpa. ¿Es quién usted? ¿Por qué trata a mí usted así? ¿Mi trabajo quiere? ¿Canoso se cree? ¿No irse quiere? ¿Estoy mal hablando? ¿Qué a mí ven? ¿Hacia qué voy lugar? ¿Quién son ustedes? ¿Trabajo mío es? ¿Qué ve me? ¿Ocurre qué? ¿Digo raro algo? ¿Normal hablo? ¿Qué desea? ¿Soy loco un? ¿Podrían ambulancia llamar? ¿No me va desapuntar de lista su? ¿Qué me usted dice? ¿Qué digo? ¿Entienden me? ¿Me desorganizo al hablar? ¿Ven qué? ¿Me llamo Cruz o es mi apellido? ¿Vivo dónde? ¿Vivo?
HOMBRE 2: ¿A este hombre qué le pasa? ¿Cuántos años tiene? ¿Ya es hora de que tenga canas? ¿Por qué se comporta así? ¡Ya sé! ¡Lo dijeron en internet! La gente hace todo por tener un trabajo. Ahora mírelo. Todos queremos un empleo y no hay. Y así como él, así vamos a quedar todos los desempleados. ¡Trabados, revueltos, LOCOS!
JEFE: Señores, tranquilícense…
HOMBRE 2: Usted tiene la culpa porque no tiene un trabajo para mí y para él. La gente desempleada se desorganiza; no sabemos qué hacer y usted tiene la culpa. ¡Haga algo!
JEFE: ¡Suélteme!
Entra la secretaria.
SECRETARIA: (Entrando) ¡Señor, señor! ¡Afuera la gente se comporta muy extraño! Todos quieren el trabajo. Ya les dije que no hay para todos, pero están hablando muy raro y diciendo cosas sin sentido.
HOMBRE 2: Démelo. Deme el puesto. Yo lo necesito más.
HOMBRE 1: ¡No! ¡Más yo lo necesito!
HOMBRE 2: ¡A mí! ¡Trabajo necesito más!
HOMBRE 1: ¡Sin trabajo no hacer nada puedo!
HOMBRE 2: ¡Sin trabajo nada soy!
HOMBRE 1: ¡Trabajar todo es!
HOMBRE 2: ¡Sin trabajo es no tener una vida!
Derriban la puerta de la oficina y entra una multitud.
SECRETARIA: ¡Alto! ¡Deténganse! ¡Salgan!
JEFE: Es que no hay, ¡no hay trabajos!
Suena una alarma. Toda la multitud grita. Sus lenguas se mueven como teniendo vida propia. El JEFE y la SECRETARIA son tragados por todos.
Joaquín Velázquez Cruz