Personajes:
Él- joven de 25 años
Ella- mujer de entre 50 y 60 años
Escena I
El público recibe instrucciones en las escaleras del lugar. Se les informa como podrán moverse durante la presentación para observar a los actores.
Él: Cuando era pequeño amaba ver la televisión. Mis padres nunca me prohibieron ver programación de adultos. Una de mis series favoritas era La ley y el orden. Ese programa empezó casi al mismo tiempo de que yo naciera. Un grupo de investigadores policiácos se encargan de procesar a gente acusada de crímenes. Jugaba con mis compañeros a resolver crímenes, yo siempre era el policía. Me impresionaba la capacidad de los investigadores para resolver enigmas con elementos tan minuciosos. Cuando estaba cerca de llegar a la universidad sabía perfectamente cuál era mi destino. Yo, un joven de 25 años, proveniente de Monterrey, Nuevo León; por fin estoy en México, Distrito Federal. A punto de formar parte de la Agencia Federal de Investigación. Por fin mi carrera comienza a deslumbrar. Este es mi primer día en la ciudad. Lo único que quiero para este día es conocer. Quiero ir a ver una exposición en Bellas Artes. Ver todo lo que pueda de esta ciudad. Fácilmente podría pagar mi transporte para ir pero por lo que he escuchado el tráfico en esta ciudad es una locura. Así que preferí caminar. Llevo una hora caminando. En este momento, camino por la avenida Cuahutémoc de la colonia Narvarte. En media hora llegaré a mi destino. Lo único que debo hacer es seguir caminando.
Ella se para afuera de una puerta de un departamento.
Ella: Ayudame.
Él para. Se quita sus audífonos.
Él: ¿Disculpa?
Ella: Ayudame a entrar.
Él: ¿Cómo?
Ella: Me duelen mucho las piernas. No creo poder entrar sola. Este es mi departamento. Hace unos minutos llegué pero sentí un fuerte dolor en las piernas y me quedé parada aquí. No me he movido. Esperaba a alguien que pudiera ayudarme a entrar a mi departamento. Ya adentro podré hablarle a mi hija para que venga por mí.
Él: Si quiere puedo prestarle mi celular para que le hable a su hija. La esperaremos aquí a que llegue.
Ella: Yo no puedo esperar tanto. Esperé diez minutos a que tú llegaras. Sólo ayúdame a entrar. Una vez que esté sentada en mi sillón podrás irte. Yo esperaré sola.
Él: …
Ella: ¿Piensas que te voy a robar? ¿No ves que ni siquiera puedo dar un paso? Si no quieres ayudarme está bien. Esperaré a otra persona que pase por aquí y me pueda ayudar a sentarme en mi sillón.
Él: No tengo miedo a ser robado.
Ella: Me siento adentro de mi departamento, me pasas el teléfono y entonces te puedes ir.
Él: Deme las llaves para abrir.
Ella: Está abierto. Sólo mi cuerpo es el que no me deja entrar.
Escena II
Él abre la puerta. Sostiene a Ella del brazo. Entran, la coloca en el sillón. En cuanto ellos entren al cuarto, el público debe entrar y colocarse en fila frente a una pared para poder ver de cerca la escena. Los actores hacen acciones mientras el público se acomoda.
Él: Listo. Aquí está el teléfono para que le hable a su hija.
Ella: Gracias. En verdad significa mucho para mí que me hayas ayudado. Cuando tengas mi edad entenderás que estas cosas tienen que pasar. Antes de que te vayas ¿podrías traerme una botella de agua del refrigerador? Sé que estoy abusando de ti pero no sé cuánto tiempo tendré que esperar a Ximena.
Él: Aquí tiene. No es nada. Espero se recupere pronto. Hasta luego.
Ella: ¿Te gustaría tomar un poco de café? Es lo menos que puedo ofrecerte después de todo lo que hoy hiciste por mí.
Él: No se preocupe. De hecho tengo algo de prisa, me están esperando unos amigos.
Ella: Que Dios te bendiga.
Ella le da la mano para despedirse. Él se dirige hacia la puerta, se le cae el teléfono.
Ella: Está bien, no te preocupes. Yo lo levanto.
Ella se agacha y se retuerce de dolor.
Él: ¿Se encuentra bien?
Ella: Creo que no. Nunca me había pasado esto.
Él: Llamaré a una ambulancia para que venga a ayudarla.
Ella: ¡No! Es mejor hablarle a Ximena. Es que yo no tengo los papeles del seguro. Ella se encarga de todo eso. Le hablaré de una vez.
Él: Si gusta yo puedo hablar con ella. Puedo explicarle lo que le pasó.
Ella: Yo hablaré con ella. Mira, ya estoy marcando. ¿Ximena? Soy yo hija. ¿Qué? Si, voy llegando a la casa. ¿Podrías venir por mí? Es que venía del super y me empecé a sentir un poco mal. Gracias a Dios había un chico en la calle que me ayudó a entrar a la casa. ¿Su nombre?… Quiere saber tu nombre.
Él: Mario.
Ella: Claro que sé su nombre. Se llama Mario. No hija, no es un desconocido. El pasa seguido por el vecindario. No hay de que preocuparse… (Aparte) Ella piensa que me quieres robar. Sí. Aquí te espero. Mario se quedará hasta que llegues por mí. (Cuelga) Gracias. No quería preocuparla. No me gustaría quitarte más tu tiempo. Si necesitas salir puedes hacerlo. Ella ya viene para acá.
Él: Bueno. La verdad si me voy y le pasa algo me sentiría culpable. Mis amigos no se molestarán por llegar un poco más tarde de lo previsto.
Ella: Gracias. En verdad no sabes lo que significa para mí. Si no hubieras pasado por aquí no sé que habría hecho. Prende la televisión, pon el canal que quieras.
Él: Estoy bien. Mejor le pasaré el control a usted para que ponga algún programa que le guste.
Ella: Me encantaría ofrecerte algo de tomar. Tal vez un café o té.
Él: Descanse. Yo estoy bien.
Ella: ¿No tomas café?
Él: Sí. Pero no es necesario.
Ella: Al menos prepárate tú el café. Me sentiría más tranquila si supiera que te estoy tratando como mereces. Anda, mira. ¿Ves esa taza amarilla? Ahí guardo el azúcar. En la taza verde está el café. La cafetera debe estar caliente. Antes de salir la dejé prendida. Por favor desconéctala. Ese café me lo trajo una cuñada de Italia. Lavazza Qualitá Oro. Te encantará.
Él: ¿Lavazza Qualitá Oro?
Ella: Una vez leí un artículo en el periódico que decía que es uno de los diez mejores cafés en el mundo.
Él: Entonces soy afortunado al poder probarlo. No por nada el destino me trajo aquí. ¿Gusta que le prepare uno?
Ella: No. Yo prefiero no comer ni beber nada. Sólo agua. Hasta que me revise un doctor. No seas tímido. Siéntate. Anda, toma el control y pon un canal que te guste.
Él: Esta bien el que usted puso.
Algo llama su atención, se da cuenta que en la pared hay una cámara. La mira fijamente.
Ella: Ximena colocó esa cámara. No es la primera vez que mi cuerpo conspira en mi contra. Si por ella fuera yo ahora estaría en un asilo. Pero no, yo aún puedo valerme por mi misma unos diez años más. Después el destino ya dirá. No me gustan esas cosas de la tecnología. Acepté que pusieran esa cámara sólo para seguir viviendo en mi propia casa. ¿Oíste, Ximena? ¡No me gusta que me estés vigilando! ¿A quién le gusta que lo vigilen?
Él: Debe ser molesto saber que te están vigilando.
Ella: Ahora empezarás a experimentarlo.
Él: ¿Perdón?
Ella: Es que la cámara está encendida y ella puede verte.
Él saluda a la cámara.
Ella: Sé que está molesta por cómo hago las cosas. Lo hago a mi manera, pero lo hago.
Él: Tenía razón. Este café es tan rico como decía.
Ella: Sírvete más. Aún me quedan dos paquetes más. Aquí sólo yo tomo café. A Ximena no le gusta el café.
Él: Sólo tomaré un poco más.
Él se para y siente un mareo.
Ella: ¿Te encuentras bien?
Él: Sí, estoy bien.
Él siente que se va a caer y se sostiene de un buró. El cajón se abre. Cae una pistola, la va a tomar. Ella se adelanta. La voltea a ver y se da cuenta que ella le apunta con el arma. Él se queda viendo la puerta fijamente, aguarda unos segundos y corre hacia la puerta. Ella da un disparo al aire.
Ella: Si das un paso más, la siguiente irá directo a tu cabeza.
Él gira hacia ella. Su cuerpo cae en un desmayo. Ella lo carga y lo pone en una silla. Lo amarra.
Escena III
Él: Mis ojos se cierran. Cuando eres niño tus padres, tus maestros e incluso la televisión tratan de darte una lección de vida, la más importante, la que te ayudará a sobrevivir: “No hables con extraños”. Es ilógico como de niños seguimos esta premisa al pie de la letra. Pero cuando uno va creciendo se da cuenta de que los peligros empiezan a alejarse porque tu cuerpo ya no es tan pequeño. Puedes defenderte. Nadie busca aprovecharse de alguien que pueda defenderse. Por eso siempre van sobre los niños. Ya no soy un niño. Soy fuerte. En la escuela me enseñaron a no tener miedo. Enfrentar tus miedos te volverá poderoso. Soy fuerte. Sólo que nada es tan fuerte y poderoso como una pistola. Un golpe de una y tu vida se acaba. Todo es cuestión de un segundo. Uno no debe enfrentarse a una pistola. Tampoco debe hablar con extraños.
Suena el teléfono. Ella contesta.
Ella: ¿Sí? Ya está listo. Se llama Mario Contreras López. Vive en Aarón Sáenz 1354, San Jerónimo, Monterrey. Espera, debe tener algún teléfono en su celular. Aquí está. Casa: 8183 21 3357. No, aquí tengo uno. En eso quedamos ¿no? No, déjenlo en el departamento. En cuanto se lo lleven yo me iré de aquí.
Cuelga.
Ella: ¿Dormiste bien? No te preocupes, no pienso lastimarte. ¿Tienes hambre? Si quieres puedo hacerte un lonche. ¿Lo quieres con cebolla?
Él:…
Ella: Le pondré cebolla. Ayuda a tu sistema nervioso y circulatorio. Te ayudará a sentirte mejor.
Él: No tengo dinero.
Ella: No voy a robarte. Te dije que no tenía intención de robar y es verdad.
Él: Mi familia tampoco tiene dinero.
Ella: Eso no me interesa.
Él: ¿Qué me hiciste?
Ella: ¿Yo? En realidad yo no te hice nada. Tú entraste a mi departamento. Sin ayuda de nadie. Quisiste prepararte un café italiano. Uno de los mejores del mundo. Seguro tenía algo porque cuando ibas a prepararte otro te desmayaste. No debería sorprenderte si sientes que tu cuerpo no te responde.
Él: ¿Por qué yo?
Ella: Anda, come esto.
Él: No tengo hambre.
Ella: No tiene nada. Me da igual si estás dormido o despierto.
Él: ¿Por qué haces esto? ¿Sabes el daño que haces al estar en este negocio? ¿Qué cantidad de dinero supera la de una vida?
Ella: Guarda silencio.
Él: ¿Qué? ¿Te molesto? ¿No quieres escucharme? Dime porque no lo entiendo. No entiendo a la gente como tú que piensa que las personas somos animales y pueden hacer con nosotros lo que quieran. ¿Realmente no sientes nada? ¿Qué sentirías si tu hijo estuviera sentado en mi lugar? Por personas como tú este mundo es una mierda.
Ella se levanta y le coloca un trapo. Lo obliga a respirarlo.
Escena IV
Él: “Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada”. Si tan sólo pudiera mover mi cuerpo otra cosa sería. ¿Por qué fui tan pendejo? ¿Acaso soy el secuestrado más pendejo del planeta? Estudié diez semestres las razones por las que casos como en el que estoy ahora suceden. Yo mismo he podido descifrar un gran número de ellos. He dado soluciones. Palabras y más palabras. No significan nada. Las palabras sólo sirven para hipnotizar a la gente. Sirven para acorralar a la presa y justo cuando están indefensas. Ahí es donde entra la acción. Yo no tuve ninguna acción.
Suena el teléfono. Ella contesta. Susurra al teléfono.
Ella: ¿Bueno? Víctor, mi cielo. ¿Cómo estás? ¿Ya te tomaste tus pastillas? ¿Ya le dijiste a tu tía? Ya pronto voy a regresar a casa. ¿Qué te compré? Hoy estuve todo el día de compras. Vi un disfraz de un superhéroe que te gusta mucho. ¡Sí! ¿Sabes por qué lo compré? Porque cuando regrese a casa nos iremos a San Francisco. Iremos a que el doctor te dé tu tratamiento y necesitas ir vestido para la ocasión. Yo también te extraño. Dile a tu tía que mañana le hablaré. Te mando muchos muchos besitos.
Llorando marca a otro número.
Ella: ¿Era él? Yo cumplí con mi parte. Ustedes dijeron que estaba por pasar. Todas las características que me dieron él las tiene. No lo sé, lo dormí. Me fastidió y lo volví a dormir. No hablamos sobre su familia. No sé si tiene o no dinero. Lo necesito hoy. No puedo esperar tanto. ¿Bueno? ¡Idiotas! ¡Hijos de puta! Hacia la cámara. Disfrutan vernos así ¿no? Como perros callejeros buscando algo de agua. Dispuestos a lo que nos pidan con tal de conseguir sobrevivir.
Él: Nunca habías hecho esto ¿cierto?.
Ella: Cállate. No quiero escucharte.
Él: ¿Me vas a matar?
Ella: No sé que van a hacer contigo.
Él: ¿Cómo dieron conmigo? Ni siquiera soy de aquí.
Ella: Ya sé que no eres de aquí. Ningún chilango habría aceptado entrar a un departamento de una persona desconocida.
Él: Vine a estudiar. Hoy llegué a la ciudad. Vaya día ¿no? Tengo años esperando a que llegara este día. Cuando por fin me mudara a México: la capital. Siempre soñé con ser actor. ¿No es lo más pendejo que haz escuchado? Desde que recuerdo veía a los actores en las series. Yo los veía. Quería eso para mí. Que la gente supiera que existo. Nadie sabe que existo. ¿No es lo más pendejo que has escuchado?
Ella: No.
Él: ¿Es tu hijo?
Ella: Mi nieto.
Él: ¿Cuántos años tiene?
Ella: Doce. En un mes cumple trece.
Él: ¿Cómo llegaste a esto?
Ella: …
Él: Esta bien si no me quieres decir. Comoquiera no tengo a quién contarlo.
Ella: Yo nunca había hecho algo así. Jamás. Ni por mi mente pasó estar alguna vez en esta situación. La gente hace cosas estúpidas para mantener a sus seres queridos junto a ellos.
Él mira la pistola.
Él: ¿Aún está el lonche? Tengo algo de hambre.
Ella: Comete la cebolla, es buena para la salud.
Él: No creo que seas una mala persona. Amas a tu nieto y lo haces por él. Tu también eres víctima de la vida. Te ha hecho una mala jugada. Dios manda enfermedades y no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Pero a mí no me hizo nada. Fui yo quién se metió en esto. Por decisión. Cuando eres niño tus maestros te enseñan a ser educado y ayudar a tus mayores. Ahora creo que casi todo lo que nos enseñan son pendejadas. Mis padres creían que era estúpido venir para acá. Tenían razón.
Ella: Lamento que fueras tú quien atravesara la puerta.
Él: Yo también lo lamento.
Ella: Yo sé que esto no está bien. Yo no debería estar aquí, pero él tampoco debería estar enfermo. Si hubiera otra forma de conseguir dinero rápido lo habría hecho diferente.
Él: (En tono de broma) Pudiste haber robado un banco.
Ella: No lo hubiera hecho bien. Si hubiera intentado robar un banco, estoy segura que ahora estaría en la cárcel. Yo misma hubiera estropeado todo. Los nervios me traicionarían. No es lo mismo entrar a un lugar ajeno, lleno de cámaras de seguridad. A estar afuera de un departamento y fingir una molestia. Si pudiera no te entregaría… pero entraste.
Suena el teléfono.
Ella: ¿Están seguros? Yo necesito el dinero hoy mismo. El trabajo se hizo. No es mi culpa que ustedes no supieran dar bien las instrucciones. Aquí estaré esperándolos.
Cuelga.
Ella: ¿Quá chingados haces un sábado caminando a las nueve de la mañana vestido así? Con una chaqueta negra con tiras rojas y una gorra negra.
Él: No era yo tu trabajo.
Ella: Pensé que ya había hecho todo el trabajo, pensé que tú eras el trabajo. No he hecho nada.
Él: No voy a decir nada.
Ella: Ahora no sé si volveré a tener la misma oportunidad. Ellos ya no van a confiar en mí. Tenía una oportunidad y la estropié.
Él: Te juro. Les juro que no voy a decir nada de lo que pasó si me dejan ir.
Ella: Ellos vienen por tí. Se encargarán de que esto…
Él: ¿Me quieren desaparecer?
Ella: …
Él: No puedes dejar que esto pase. Escucha. Tú no eres como ellos. Sé que no quieres cargar con la muerte de una persona. Lo haces por tu familia, pero no es a mí a quién quieren matar. Aún así lo van a hacer si tú lo permites. No sólo cargarás con una muerte por encargo. También lo harás de una persona que sólo caminaba por el camino y hora incorrecta.
Ella: ¿Cómo podría confiar en tí? Dame una buena razón para no entregarte. ¿Por qué habría de confiar en que no nos delatarás? ¿Qué me garantiza que no dirás nada?
Él: Lo haría si no supiera la razón por la que haces todo esto. Te entiendo. Mi hermano también tuvo una enfermedad terminal. Daría y haría lo que fuera porque él estuviera aquí de nuevo. Daría mi vida por que él regresara.
Ella: ¿No lo trataron?
Él: Este país está hecho para matar gente. Mientras menos gente se pueda salvar de enfermedades o desastres, mejor para la economía.
Ella: Si te dejo ir debes prometer que te irás de la ciudad esta noche. Haré que te sigan. Alguien te estará vigilando día y noche para asegurarse de que no hables. Yo misma me encargaré de que te vigilen. Recuerda que tengo todos tus datos. Si algo me pasa a mí, le pasará lo mismo a tu familia.
Él: No tienes por qué preocuparte. Si me dejas ir te juro que no volverás a saber de mí.
Ella: No digas nada. Mantén tu cabeza agachada y no te muevas o no respondo.
Ella lo desamarra de la silla. Él se deja amarrar las manos.
Ella: No hagas nada estúpido. Agacha la cabeza. Sólo haré una llamada.
Agarra el teléfono. Hace una llamada.
Ella: Me desharé de él yo misma. Abran la puerta. Lo llevaré en mi carro. No dirá nada, sabe que tenemos los datos de su familia. Lo dejaré en la carretera. Después de que llegue a algún lugar no va a querer saber más de nosotros. ¿Cómo?… Entiendo.
Cuelga el teléfono.
Él: Estaré bien. Hallaré la forma de volver a Monterrey. Sólo sácame de aquí y llévame a la carretera.
Ella: ¿De verdad quieres salir de aquí?
Él: No tienes idea de cuánto lo deseo. Quiero ver que esto sólo era un sueño y despertar de esta pesadilla.
Ella: Dijiste que quieres ser actor.
Él: Nunca hablaré de esto. No lo haré.
Ella: …
Él: Lo juro por mi vida. Por favor vámonos de aquí.
Ella: ¿Actor, no? Nunca debiste haber pasado por aquí.
Escena V
El: Ella duerme. Aún no vienen por mí. En las películas siempre hay algo. Un objeto clave que les salva la vida. La pistola está en sus manos. Ella duerme y yo no puedo hacer nada. Sólo me queda verla dormir y esperar a que despierte. Para tener la esperanza de que me suelte. Sabiendo que eso no va a pasar.
Él observa el lugar. Se da cuenta que no muy lejos de él hay un encendedor. Sigilosamente trata de alcanzarlo. Fuera luz.
Escena VI
Ella empieza a despertar, tiene la pistola en su mano. El encendedor ya no está en la mesa. Él no se mueve. Ella lo mira fijamente.
Ella: Tiene unos ojos muy lindos. Un chico tan joven y con esos ojos. Dudo que no haya chicas detrás de ti.
Él: No. Bueno, antes de venir sí tenía. Si no hubiera decidido venir a esta ciudad. Seguro me hubiera casado con ella.
Ella: Debiste quedarte allá.
Él: Tal vez. O tal vez este era mi destino.
Ella: Si antes hubiera sabido que me equivocaría de chico, preferiría que me hubiera tocado un gringo. Ellos no sufren por dinero. Su familia se hubiera asustado y hubieran soltado todo el dinero que les pidieran. Hubiera ganado en dólares. Y tendría una vida segura. Es una lastima que te desperdicies con esos lindos ojos.
Él: Tus ojos también son lindos.
Ella: Pues es lo único bonito que me queda. A esta edad ya no pido mucho.
Él: No creo que sea lo único bonito de ti.
Ella déja la pistola en el sillón. Se acerca a él, acaricia su cabello.
Ella: ¿Qué más te parece lindo?
Él: Tus ojos, tu cabello. Siempre he disfrutado tener a una mujer a mi lado. Poder tocarla y tenerla. Lo que más me provoca son sus labios. Ver como juegan con ellos provocando a los hombres. Tus labios provocan.
Se acerca poco a poco para besarlo. Ella lo va a besar. Él agarra su cuello y la lanza hacia el piso. Corre al sillón y agarra la pistola.
Él: No te acerques o te juro que disparo. Eres una vieja de mierda. Juro por Dios que te vas a pudrir. No te muevas, un paso y te juro que te mato.
Ella empieza a reírse. Él se acerca a la puerta e intenta abrirla. No puede.
Ella: No vas a poder abrir. No hay ninguna llave. Cuando entramos, ¿recuerdas que haya utilizado alguna llave? Todo lo hacen con su tecnología. ¿Por qué crees que hablé para salir contigo? ¿Creías que pedía permiso? Aquí no se hace nada que ellos no autoricen.
Él se acerca a ella amenazándola.
Él: Diles que abran la puerta o te juro que te mataré.
Ella: Ellos no confían en mí. Por eso ellos manejan las puertas. Manejan todo. Ninguno de los dos puede salir de aquí. Una vez que entras a esto sólo sales cuando ellos lo deciden. Dame el arma. No ganarás nada. Sabes que no saldrás vivo de aquí.
Él: Quédate ahí.
Él agarra el teléfono.
Ella: (Cada vez más cerca) Ya cortaron la línea ¿no? Dame el arma. El que me mates no evitará que te desaparezcan. ¿En verdad crees que ellos se arriesgarían a dejar vivo a un miembro de la AFI? A ellos no les importa si eres un simple empleado más. Eres parte de ellos. (Comienza a acercarse) Suelta la pistola, no ganarás nada…
Ella está a un paso de él.
Ella: Nada cambiará tu destino…
El forcejea la puerta. Sigue apuntándola. Él le dispara. Ella cae. Se aleja del cuerpo. Mira a la cámara. Escucha ruidos. Apunta hacia la puerta. La puerta se abre. El chico sale.
Oscuro final.
Martha Isabel Garza delgado.
Egresada de la Facultad de Artes Escénicas donde obtuvo una licenciatura en Arte Teatral. En 2011 debutó como directora escénica con la obra «Inmolación». Directora invitada en la Semana de la Dramaturgia 2014, así como en el Circuito Internacional de Lecturas Dramáticas Transatlántico en el 2018. Ha dirigido a personalidades como Tere Medellín, Liliana Cruz, Paty Blanco, entre otros. Ha colaborado diferentes directores como Ángel Hinojosa, Alberto Ontiveros, Ana Riojas, entre otros. Durante el 2009 inició su carrera profesional como actriz, destacando su trabajo en: «Mía» (obra seleccionada para el Festival de Teatro Nuevo León 2011), Otelo y Rastro donde compartió escena con el actor Mario Zaragoza. Participó como actriz invitada en los largometrajes «La Paloma y el lobo» dirigido por Carlos Lenin trabajo seleccionado en el Festival de Cine Morelia, cuenta con cuatro Nominaciones al Premio Ariel 2020; y «Terror» bajo la dirección de Olaf Viena. Actualmente es promotora cultural en el área de teatro.