Café en el espejo

Sucedió un domingo, Bertha estaba recostada en el sofá, buscando su mente algo que la sacara del aburrimiento de aquella tarde; sin compañía en casa no había mucho qué hacer. Encendió el televisor, repasó uno a uno los canales, también exploró todas las plataformas que tenía de series y películas, sin descubrir algo que atrapara su atención. Apagó la pantalla y tomando su celular, decidió entrar a una aplicación de citas, muy popular entre sus colegas de trabajo, además de ser recomendada por sus dos compañeras de casa, que constantemente le insistían en que debía salir con alguien. Le llevó un largo rato crear su perfil y sobre todo, elegir las fotografías adecuadas para llamar la atención. Lo siguiente era seleccionar un hombre que le agradara; rechazando casi a todos los que aparecían en su pantalla, al fin encontró uno de su gusto y resolvió hablarle. Su nombre era Luciano, tenía veinticinco años, profesionista, le gustaba el café y las series al igual que a ella. Él respondió de inmediato su mensaje y comenzaron a charlar durante un par de horas, después intercambiaron números telefónicos, la conversación se prolongó largo rato. La compatibilidad entre los dos fue tanta que la atracción fue inevitable. Decidieron verse ese mismo día en persona. Luciano sugirió que el lugar de la cita fuera en un café llamado “El espejo”, el cual era su favorito. Bertha aceptó sin pensarlo y quedó de verlo a las 7:30 de la tarde. Decidió tomaría un coche aunque el mapa le indicaba que podía ir a pie.

 Al bajar del auto se encontró con un lugar de lo más agradable; en la puerta estaba un hombre alto, rubio y un poco despeinado, era Luciano, que ostentaba su atractivo, aun más que en las fotos. Sin decir más se sonrieron y entraron al café. Se llevó una sorpresa ya que todas las paredes del lugar estaban tapizadas con espejos, situación que confirmaba el porqué del nombre. Eligieron una mesa al centro del lugar.  La conversación fluyó de una manera impresionante, en la mente de Bertha sólo cabían pensamientos agradables. Esa noche bebió más café de lo que su cuerpo acostumbraba y como era de esperarse, tuvo que buscar el lugar indicado para liberar la vejiga. Un mesero le indicó donde se encontraba el sanitario y al abrir la puerta se topó con más espejos de los que se acostumbra tener en un baño; en ese momento una sensación extraña la abordó, era como un presentimiento: algo no estaba bien.

Al salir se dirigió a la mesa y se sorprendió al ver que Luciano no estaba, pensó que tal vez él también había tenido necesidad de ir al baño, así que lo esperó. Pasaron los minutos y ella seguía viendo como pasaba el tiempo, poco a poco el lugar se fue quedando vacío. Comenzó a sentir angustia y en su mente el pensamiento constante de que su cita había aprovechado su ausencia para abandonarla. Decidió no esperar más y salió del café. Optó ir caminando; paso a paso se preguntaba el porqué de la acción. Repasó los temas que abordaron y no encontró un motivo por el que él se hubiese ido. Por un momento pensó que tal vez tuvo una emergencia, alguna muerte, un accidente, pero de haber sido así, se lo habría hecho saber. El enojo le sucedió a la angustia, ansiaba llegar y contárselo a sus amigas, las cuales al enterarse lo odiarían e insultarían, hecho que le generaría tranquilidad y así podría contarlo como una experiencia más.

Llegó a su departamento, sacó las llaves y se sorprendió porque no abrían la puerta. Si sus amigas hubieran cambiado la chapa le habrían avisado. Pensó que tal vez era su enojo, y comenzó a tocar el timbre, seguro ya había llegado alguna, al no obtener respuesta tocó con el puño cerrado, después gritó, cada vez más fuerte. Se asomó por debajo de la puerta y alcanzó a ver el reflejo de ellas caminando. Volvió a gritar y decirles que acabaran con la broma, estaba cansada y molesta, sin ánimos de juegos. No le abrieron. Se hartó y se alejó de ahí, se dirigió a casa de sus padres, vivían a unas cuadras y no les molestaría que pasara la noche en su antigua habitación. Al llegar sucedió lo mismo, las llaves no entraban, tocó el timbre, gritó, golpeó la puerta y nadie le respondió. Comenzó a asustarse, definitivamente, algo no estaba bien. ¿Qué sucedía? ¿Se habían puesto de acuerdo todos para jugarle una broma? No podía quedarse ahí. Resolvió llamar a una compañera del trabajo para pedirle hospedaje por una noche, ella si le abriría, puesto que no había relación alguna entre sus amigas y su familia. Fue muy extraño cuando vio que su celular estaba apagado. Intentó encenderlo sin éxito alguno. Caminó buscando un taxi, ninguno se detenía, era como si nadie la viera. Se dirigió a su departamento, y se sentó en la entrada. Esperaría a que alguna de sus amigas saliera y poder hablarle de frente. Pasaron las horas, comenzó a amanecer, Bertha seguía esperando, escuchó la puerta abrirse, y se puso en pie para confrontar a quien se topara. Al  ver a su amiga le habló enérgica reclamando el porqué de su conducta. Su amiga que a diario salía a correr, pasó de largo sin verla ni escucharla, la esperó y al regresar no hubo reacción alguna. Se quedó esperando a que salieran rumbo a su trabajo, el resultado fue igual. Resolvió ir a una cerrajería cerca de ahí, llevaría a alguien para  que revisara la chapa. Se repitió lo mismo, y así con cada persona que ella veía e intentaba hablar. Era como si estuviera en otra realidad, podía sentir los objetos, a las personas, pero nadie la veía, era como un fantasma.

De pronto recordó la sensación extraña que la abordó en el baño de aquel café: ahí comenzó todo. Tal vez, pensó, si entraba de nuevo todo se resolvería y ella recuperaría su vida. Entró al café, intentó ordenar algo, sin obtener respuesta, se dirigió al baño, e hizo exactamente lo mismo que el día anterior. Al salir miró hacia la mesa del centro, cuál fue su sorpresa, al ver al mismo hombre con el que ella había estado platicando con otra chica. Se acercó y le preguntó a él porqué la había dejado. Se desilusionó al no obtener respuesta y se dispuso a salir del café. De pronto se detuvo cuando escuchó la misma conversación que Luciano había tenido con ella el día anterior y regresó de inmediato. No lo podía creer, era la misma situación en la que ella estuvo, no era posible lo que estaba sucediendo. Se quedó observando y escuchando, hasta que la chica, se puso en pie y se dirigió al baño. En ese momento, Luciano se levantó de la mesa y se dirigió hacia donde ella estaba, la miró directamente a los ojos y una sonrisa perversa se pintó en su rostro. Bertha experimentó el terror que jamás había sentido.

Daniela Padilla

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