Cyber Imago Phanto

Debajo del nubarrón, el orvallo provoca una fragancia petricor en la atmósfera, inmensos cúmulos danzan al son del viento, recubriendo la bóveda celestial, parece durará todo el ocaso, junto al tiberio urbano, en un futuro alterno desconocido mientras se reflejan sobre las nubes, luces colores neones.

Quienes radican continúan con su efímera existencia de un lado a otro, tecnología por doquier, androides, autómatas, humanos vacíos, contrastando con relatos futuristas llenos de optimismo plasmados en el imaginario colectivo hace un siglo.

Otra noche que parece ir perdiendo vidas, alimentándose de los citadinos, devorando sus perecederas almas yuxtapuestas en sus carcasas, mediante las trampas del deseo, placer, egos descontrolados repletos de dolor agudo en su interior, mil anécdotas se pueden rescatar como un diario que cuenta esta “neo-sociedad”.

Entre los prismas rectangulares de cemento u hormigón, habitan en los edificios decenas de humanoides y homo sapiens, puede apreciarse, cuando la luz es expedida desde los departamentos hacia afuera. Un departamento, parece diferenciarse del resto por una luminiscencia parpadeante, decorado con una grande antena parabólica, como una gárgola custodiando. En este lugar habita un joven, una lúgubre música lo acompaña dentro, y fuera del departamento se comparte una atmósfera anodina; sillones y un comedor desordenado, fotografías por doquier, tiradas en cualquier rincón, un ambiente totalmente descuidado reflecto de su pesadumbre interna, las telarañas apenas podían encontrar espacio entre el entramado de cables que recubren todo el departamento. Una cocina con platos sin limpiar enmohecidos, dentro del refrigerador almacena alimentos un espectro del hambre, los cajones de aquella alacena parecen estar abiertos mostrando espacios vacíos sustituidos por computadores o reguladores de energía. No existía televisor o libreros que pudiera hacer conjunto, sin embargo, todo estaba repleto de libros vertidos por doquier con temáticas poco usuales, esquemas de cableados o sensores inalámbricos, generadores de corriente alterna, pueden apreciarse libros como Frankenstein, junto a chips cuánticos de sílice tirados en los cojines, pueden notarse títulos de Philip K. Dick, Gustav Jung, Eliphas Lévi, Huxley, Giordano Brunno, Mitch Horowitz, enciclopedias científicas, novelas como la “Divina comedia”, tratados de fisiología, neurología, neuro-mórfica electrónica, informática avanzada, física cuántica aplicada a la consciencia humana, ensayos de Schrödinger.
Vertido sobre el mismo espacio que debería estar habitado diferente, encima de distintos muebles se apilaban circuitos y sistemas neuro mórficos, la habitación unida de un lado a otro con cables, proveniente de diferentes lugares, sobre sillones que en su tiempo era una acogedora sala. Computadoras que parecían haber sido extirpadas de sus componentes, todo en conjunto compartía polvo del tiempo, un pasillo iluminado conducía a la recámara con los mismos patrones, la ventana diferenciaba su habitación, podía observarse la parabólica emitiendo su parpadeo, cautiva, esperando; únicamente una cama con sábanas deslavazadas y un escritorio con un inmenso monitor Samsung de cuarenta y nueve pulgadas con calidad 15K, al costado del monitor, retratos de una pareja sonriente, formando una vida en recuerdos siendo la causa principal de su zozobra.
En la habitación, los títulos en los libros cambiaban hacia algo “espiritual”: La Biblia, el libro tibetano de los muertos, fotocopias impresas en hebreo con simbología desconocida, estudios que analizaban la muerte mientras el joven continuaba denotando en su rostro un babel de ideas deambulantes entre realidades tangibles e intangibles, recuerdos martirizan su existir, desde su interior, su mente navega entre el caos de recuerdos ajenos a nuestra materia.

Plasmado frente al monitor con una mirada vacía sin esperanzas acompañada de narcolepsia, su iris diáfano mostraba claramente un lente de contacto que interaccionaba con las gafas integradas de minipantallas; sobre un teclado holográfico sus dedos dirigían comandos diestramente orquestando todas las funciones, sin parpadear frente a la pantalla, con una complexión raquítica donde colgajos de piel adornan sus brazos, fue alguien robusto, un cabello largo y desarreglado, cuando se rascaba su cabeza hacia denotar el puerto de conexión en su región parietal, donde fue instalada una neuroprótesis para maniobrar con practicidad y rapidez.

Mientras terminaba de modificar los algoritmos que controlaban las corrientes eléctricas de un “departamento inteligente”, donde un ermitaño invirtió conocimiento para editar cada ínfimo espacio; todo está conectado a ciertas intenciones más que a un hardware o un software… el joven termina por ejecutar otros comandos, preparando el casco de realidad virtual, repleto de sensores, este recrearía con precisión lo pensado desde su psiquis, parecen preparativos similares a un ritual. Suspira, retirando las gafas y los lentes de contacto, parpadeando fuertemente, cansado, frunciendo el ceño, recordando que es humano, estira su brazo para beber del vaso con agua a un costado.
Por un momento parece detenerse, ha decidido dar el último paso, toma del escritorio, un cenicero que contiene cigarrillos hechos manualmente con especias desconocidas, ajustándose a la silla plegable, acomoda su cuerpo hacia atrás y sus piernas hacia adelante con los respectivos respaldos, observa la barra de porcentaje que carga un proceso incógnito, su rostro parece reflejar ser un mar de vivencias, un movimiento de mano crea fuego con su encendedor y lo dirige hacia su boca; Inhala y exhala, un hilo de humo forma parte de la recamara, calmando sus pensamientos.
Posteriormente toma el casco por unos minutos, sostiene con sus brazos, contempla todo a su alrededor en una pausa…levanta el dispositivo con sus frágiles extremidades para ajustarlo a su cabeza, sus dedos presionan botones y patrones. Respirando lentamente, seguía como estaba planeado, conectando el cable interno a su ranura cefálica, pareciera que lo consumido tiene como efecto alteraciones a nivel de su percepción, analgésico y preparativo. Su rostro parece esperanzado del resultado, mientras la barra de porcentaje alcanza el cien por ciento. En el monitor aparecen ventanas correspondientes al software con la leyenda: Virtual Reconstructor Re-cordaris, dirigido por una inteligencia artificial que controla todo, comienza por ejecutar sus tareas correspondientes para reconstruir cada segundo de su creador, al mismo tiempo, el joven libera todo su cuerpo.

El programa inteligente comienza a trabajar con toda su capacidad.
Ahora sus memorias almacenadas son reconstruidas, capturando sus emociones, volviéndose prisionero sin tiempo. Evoca adrede el último recuerdo más lúgubre que había vivido, cuando tuvo que despedirse de su amor rendida ante una nueva enfermedad respiratoria, infecciosa, causa de una pandemia, arrebatando la vida mediante un aire tóxico.
Nuestro joven programador parecía encontrarse disociado en el recuerdo del pasillo hospitalario donde recibía la noticia de los médicos, forzado a darle un adiós cubierto por un traje de protección y máscara de gas para evitar contagiarse, pasó los últimos momentos con su amor, desfragmentando en cada rincón de su corazón psicológico, perdiendo todo rastro de humanidad.
La inteligencia artificial descifra con todos sus qubits cuánticos los impulsos eléctricos, manejando mejor la simulación virtual, pareciera que su dolor emocional quiere desaparecer, transportado junto a sus recuerdos cuando vino a este mundo siendo cargado por su madre, algo casi incognoscible por el humano promedio, estímulos interpretables por su casco, mediante su corteza cerebral.

El cerebro electrónico era utilizado para elaborar con detalle más allá de un simple impulso neuronal, su tarea consistía en hacer vivir todo nuevamente, estudiaba patrones de manera sutil, leyendo, analizando las estructuras psicológicas que contenía una historia, deduciendo patrones, cuando volvía a vivir diáfanas gotas corrían por sus mejillas.

Revive su adolescencia, los primeros años de juventud, momentos en el colegio y universidad, donde había conocido por primera vez a su amada, sentada en un banco observando juntos el atardecer, alegrándose por volver a verla, en noventa y nueve por ciento exacto reconstruida por el simulador, su nerviosismo al acercarse, el aroma de su perfume, el momento del primer beso, miradas cautivas donde podía observarse mediante los ojos de su amada, contemplando cada espacio en su rostro, sintiendo sus dedos acariciando sus mejillas.

La I.A. parecía más confundida conforme transcurría el tiempo, interpretar las emociones suele ser una tarea más compleja de lo aparentado; conjuntamente pudieron recrear su graduación, el primer empleo, el día de su boda, luna de miel, viajes juntos, recostados viendo películas toda la tarde unidos por un abrazo etéreo, tiempo que no volverá, una y, otra vez, su memoria es rebobinada, habita en un bucle uróboros, por otra parte, en el exterior un clima distópico recrudece la lluvia, el viento comienza moviéndose bruscamente mostrando extremo, los relámpagos iluminaban un cielo nocturno opacando las luces neones y hologramas, una espesa neblina comienza sepultando la metrópoli, los relámpagos caían silenciando todo a su alrededor con estruendos. Parece que la computadora estaba registrando el clima para ajustarse. Los sensores y las interpretaciones enlistándose para lo que continuaba.

En el monitor aparecen las acciones a realizar: “Activar cátodo magnético, corriente de retorno negativa”, “Atrayendo plasma eléctrico”. El silencio fue perturbado por un ensordecedor rugido, atraído y emitido por una nube inconmensurable, al mismo tiempo, aquella parabólica colocada estratégicamente para extraer la energía suficiente, comienza parpadeando con mayor frecuencia. La programación avanza recitando otros comandos: “Activar protocolo: extracción de consciencia atemporal”. El casco brilla, el joven ni se inmuta, esperaba este momento para liberarse.
Todo es rebobinado y capturado, nuevamente, en apenas algunos segundos y después hacia un punto específico de su vida, sentado con su amada, una sonrisa se dibuja en su rostro junto con ríos de lágrimas. Pareciera olvidar dónde estaba, todo era recreado atemporalmente para abandonar su prisión de carne y hueso.

Una quietud arropaba la habitación poco a poco, la tormenta se disipa, lentamente.

El computador comienza buscando algún signo vital, sin resultado, comienza ejecutando la parte final: “Protocolo Copia de memorias, completo”, “Activar simulación durante tiempo ilimitado en nube virtual”, “Rebobinando desde fecha establecida”, “Proteger 100 Terabytes de memoria con escudo encriptado”. “Almacenamiento durante: tiempo indefinido”. “Activar protocolo, continuación en simulación virtual”.

“Llamar al 911, notificación: Paro cardiorrespiratorio por descarga eléctrica”. “Enviar ubicación…” “Cronometro: 15 minutos para suspender sistema”.

La inteligencia artificial hizo todo lo posible para comprender al joven ahora fallecido, sin embargo, entiende que de una u otra forma puede habitar fuera de su cascarón de carbono, mientras su consciencia permanezca inalterable, pues el proceso había capturado diestramente toda su psiquis para reconstruir su vida a voluntad, en una estructura simulada enajenada de nuestra realidad mediante imágenes cibernéticas fantasmagóricas que construyen un sueño eterno creado, siendo custodiado por el software inteligente mediante una red privada en el inmenso ciberespacio.

Tenues luces entran por las ventanas del edificio, rojo, azul, rojo, azul; son los servicios de emergencia. El sistema comienza apagándose gradualmente, asegurándose de no dejar algún rastro para emigrar junto con la consciencia de su creador.

Es mejor retirarse ahora, antes que lleguen al departamento los servicios de urgencia.

Igne Natura Renovatur Integra, aparece la leyenda en el monitor, suspendida indefinidamente.

Victor Santiago Lezama

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