Vero salvó el archivo a http://127.0.0.1/hello.php. Escribió la dirección en el navegador y presionó enter. Lo que apareció en la pantalla fue un “Hello Wœrld”
—¡Noche de brujas, Halloween!
Ella debería estar en una fiesta en ese momento, todos sus roomies habían ido y hasta tenía su disfraz de bruja puesto. Así que, si alguien se asomaba por la ventana en ese momento, vería a una bruja intentando programar en la computadora.
Pero eran las 11:45 pm y ella seguía pegada en la ordenador. Su jefe le había llamado apenas unas horas antes, diciendo que no podía encontrar a Luis, el programador, y que el sitio web que debía ser lanzado justo el día primero de noviembre no estaba funcionando.
—¡Halloween!
Su jefe recordó que Vero había mencionado en su currículum que sabía programar, grave error para una diseñadora. El jefe dijo que no debería ser difícil y le pasó el código del error para que lo arreglara. El hecho de que niños y demás engendros se mantenían gritando frente a la casa de renta, no hacía las cosas más fáciles.
—¡Noche de brujas, Halloween!
El teléfono comenzó a sonar. De seguro es el jefe, pensó. Acomodó su puntiagudo sombrero negro y revisó el código de nuevo.
PHP Test Hello World’; ?>
Qué raro, pensó. Regresó al navegador, presionó «F5» y se desplegó un “Hællo Wœnld” bajo las otras palabras iniciales.
Una y otra vez presionó «F5», frases diferentes aparecieron una sobre la otra en la pantalla mientras el grupo de niños no se iba y el reloj seguía su marcha hasta la medianoche, cada cierto segundo remarcado por el teléfono que no dejaba de sonar.
—¡Noche de brujas, Halloween!
—¡Ya váyanse de aquí! ¡Estoy ocupada! —les gritó a los niños esperando poner punto final a una parte de su mala noche. Deseando que Luis el programador estuviera tirado en una zanja, antes de que ella lo encontrara el lunes.
—¿Dulce o travesura?
Esa voz sonó justo detrás de ella.
Giró en su silla casi cayendo. Su falda negra se atoró en una de las ruedas y gritó cuando el vestido le jaló los hombros.
No es nada, pensó. Se puso de rodillas para desatorar el vestido de la silla.
—¿Dulce o travesura?
La voz regresó. Una voz de hombre, más profunda de lo que ella había escuchado antes, como una de esas grabaciones lentas que usan para asustar en las creepy pastas.
—¡¿Quién está allí?! No estoy de humor para bromas, ¿son ustedes, Juan, Mary?
—¡Noche de brujas, Halloween!
Vero salió de su cuarto. Mirando hacia los lados en el área común del segundo piso. La casa no era grande y el cuarto que compartían Juan y Mary se mantenía cerrado.
—¡Juan, Mary! ¿Están allí?
Nadie respondió, sólo se escuchaba el timbre del teléfono que seguía sonando una y otra vez. Me van a despedir, pensó, no puedo estar perdiendo el tiempo con tonterías.
—¿Dulce o travesura?
Vero gritó. La voz parecía venir del primer piso. Se asomó por las escaleras, pero no vio nada. Regresó a su habitación, apagó la computadora y tomó su bat de beisbol. Después de unos segundos de indecisión, bajó poco a poco las escaleras para encontrar la puerta principal abierta de par en par.
La cerró de golpe. Desde que les robaron el año pasado, tanto ella como Juan y Mary eran obsesivos con cerrar puertas y ventanas. Sus pensamientos sobre la puerta se detuvieron, notando el extraño silencio.
—¿Juan, Mary? Ya estuvo bueno, ¿no? Tengo que trabajar.
Lágrimas comenzaron a surcar su rostro, arrastrando el maquillaje que Mary le había ayudado a ponerse. El timbre del teléfono sonó otra vez y Vero gritó. Un segundo después agradeció que sólo fuera eso. Corrió hacia el segundo piso y contestó la llamada.
—¡Jefe! Que bueno que es usted, ya casi termino, estuvo complicado esto y dígale a Luis que lo voy a matar… ¿jefe?
—¿Dulce o travesura?
Las luces se apagaron y el grito de Vero se apagó con el golpe que dio su cabeza contra el suelo.

Segundos después, la pantalla de la computadora se encendió y solo quedaron las frases “Hællo Wœnld”, “Hællo Wœnd”, “Hællo Wœnn”, “HælloWœnn”…
“HalloWeen”.

José Jesús Talamantes