Si la Luna supiera cuánto el Mar la ha amado,
no le hubiera hecho esperar tantas noches hasta besar su mano.
Ella bien coqueta y el tan paciente,
esperando el día que juntos puedan estar por siempre
Pobre del Mar no sabía que Luna escondida del Sol,
sólo se ponía linda para él.
Y aunque la eternidad les lleve,
y aunque sólo en las altas mareas puedan tenerse,
gracias a lo que una vez los unió ya nada los separó.
¿Quieres escuchar la historia de amor y cómo el universo los juntó?
La realidad es que Chía y el Mar no siempre fueron amantes correspondidos.
Zuhé con toda su energía,
es el más respetado por los habitantes de la villa.
Les ayuda con la siembra, les ayuda con la comida.
Y por alguna razón que nadie entendía,
mantenía a su hermosa hija Chía la mayor parte del tiempo dormida.
Chía no sabía porqué su padre
nunca la dejó salir a jugar al parque.
A pesar de que el universo estuviera lleno de luces y de diversión,
a ella sólo le quedaba resignarse con una canción.
Así pasó mucho tiempo hasta que el Mar un día la notó.
Él, tan sonrojado y tímido, no supo cómo llamar su atención.
Mucho tiempo le llevó al Mar,
vencer el miedo para a la Luna conquistar.
Y es que ¿a quién podría él preguntar?
Tan sólo pensar en a la hija del Sol deslumbrar,
las estrellas de loco le hacían quedar.
Pero “No hay nada más loco que el amor”,
pensó el Mar, y por fin a marchar se decidió;
aunque sin negar que con un poco de temor.
Esperó a que la Luna estuviera en su mejor esplendor
para así poder subir a cantarle su canción:
Si quince noches debo esperar para tus labios besar, lo haría en esta existencia y en todas las demás. Porque siquiera la eternidad podrá superar el amor que hacia ti habré de profesar. Que el universo sepa que si el Sol me ha de castigar, nada de lo que te dejo de mí, he de lamentar.
Muy sorprendido quedó el Mar,
cuando Chía su amor correspondió.
Y ella también a él,
una hermosa promesa le recitó:
Por ti he de siempre volver y mis mejores dos vestidos me he de poner. Verás que mi amor te ha de guiar y de temor jamás sufrirás. Pero si aun así, algún día la duda llegara a ti, el atardecer te recordará dónde nuestros caminos se vuelven a cruzar.
Las promesas entre Chía y el Mar
Por siempre han de durar.
Y si aún no los has visto bailar
asómate a los quince días del ciclo lunar,
cuando por fin, ambos se han de encontrar.
Mariandrea Ramírez Sívoli