Te he dado de comer manjares exóticos, aterrado a tus enemigos, protegido tu dominio, te volví más poderoso, inclusive alargué tu vida, ¡déjame descansar! ¡Dame una señal de que mi trabajo ha terminado!
El oscuro genio nunca imaginó que un felino sería quien sin intención alguna frotara con su lomo la lámpara donde este se encontraba aprisionado y ahora tenía que estar bajo sus órdenes en espera que el gato pidiera sus tres deseos.
El problema radicaba en que el amo se mostraba completamente indiferente a cualquier cosa que él concedía y únicamente respondía con maullidos indescifrables para el genio y muy de vez en cuando alguna vibración que emitía de su cuerpo.
Eduardo Nápoles