La realidad escurre de una canción ¿Te has encontrado suspendido en ruido? conoces que es flotar horizontal al mundo de cosas. En una habitación, en algún lugar del universo, se pone a tocar música de vapor perlado. Voz que recorre el pecho apenas sobre la piel, como si quisiera llegar a la voz otra durmiendo garganta abajo en madriguera. La caricia se cuartea en agujas delgadas cuales suspiros, relámpago en la nebulosa consciente. Salida, materia colapsada en una sola amplitud sin frontera.
Así fue descubierta la navegación transcronológica.
¿Acaso existe una máquina?
No, es intervención.
¿Cómo funciona?
Como cualquier acceso
pero el acceso se encuentra fuera de función.
Fue descubierta varias veces, claro está, igual a la cerveza o el espíritu. Se sigue descubriendo, en todo momento y cada época. No se explota como tecnología, hasta ahora, porque no se puede hacer asequible a uno; es uno el que se vuelve asequible a la posibilidad desplazamiento/despedazamiento. Se debe saber escuchar, no cualquiera escucha y mucho menos dice lo que hay que decir para tener respuesta.
De hecho, se puede ir a cualquier lado en el sonido. La primera vez que se intentó fue para ir a la luna, desde luego, por el cromañón. Esta fue la primera empresa intergaláctica de la humanidad. Aquel pueblo solía trasladarse a bordo de la brisa melodía para surcar céleramente planicies y cruzar cordilleras; gracias a flautas talladas en pedazos de hueso, dotadas de su capacidad por brasas azules. Recorte de cavidades a tres sonidos, circunferencias de proporción divina, medida guardada con celo sacerdotal. De dónde surgió el secreto nadie lo sabe, tal vez se supo de la misma lumbre. Un poco de esta magia ígnea perdura en nuestra música, por eso convierte sangre en flama.
De tal modo el cromañón diseminó tan rápido de la arena a los hielos. Hacia el fértil paso del frío se encontraron con distintas gentes, una entre aquellas cuyos ancianos tenían noticia de la época en que el hielo lo consume todo. Ellos mismos realizaban los conjuros necesarios para mantener el mar gris y la cumbre blanca al filo del planeta. El recelo invadió al temprano peregrino, que sólo apenas había inventado la posibilidad en el movimiento. Ir hacia atrás o adelante no hubiera sido un arreglo en todo caso, pero tal concepción tampoco era natural al pensamiento de los sabios cavernícolas. Lo que había que hacer era volver a su madre, al cobijo de la cascada de plata los esperaba el nuevo día en la eterna indiferenciación nocturna. Antes está el caos, después el colapso. Sólo ella los protegía ahora y podría hacerlo entonces.
Revelar el modo de la traslación tomó milenios de estudio del éter e investigación astral. No fueron los druidas euroasiáticos sino que el desarrollo se llevó a cabo, por supuesto, en Ur. Y no con flautas sino con las liras. Liras plateadas, rebañadas en el influjo de los imanes. Eso la tecnología pagana, la técnica maravillosa fue el mismo o mayor esfuerzo poder adquirirla y practicar. Es que una lira se parece mucho más a la pálida majestad de la noche, porque es hermosa. El origen del vehículo lunar es la raíz de la música desértica: descubrimiento del tono inmanente, posible gracias al cuarto y quinto sonidos ¿Conoces en qué punto ritmo y armonía se funden en sonsonete de la creación? pues sabes cuándo saltar.
El conocimiento se preservó, fue rescatado en ocasiones. Además, es sentido común que alcanzar el confín del circuito celeste es más fácil que encontrarse de nuevo ayer. Pero antes de la prueba está el instinto ¿A qué se debe la experiencia pionera? No puede saberse, quizá fue accidental: algún viajero vuelto bólido pudo haber traspasado el ojo-dios cristal de arenero. Y ser rebanado en su marejada extinción, deshecho en astillas de tiempo, mil y único en cada una. Si el terror existe es cuando el artefacto cósmico estalla. La euforia deviene abismo en bucle. Los fragmentos se reagrupan, sin remedio, en cualquier otro instante y posición.
Lo has notado. A veces sacas el encendedor de tu bolsillo y resulta que siempre fue verde cuando estabas seguro era rojo. Ahí va otro más cabalgando el estallido. Sería como si te arrojaras cabeza al frente contra un muro y te encontrases sin cuarteadura del otro lado ¿Sabes quién puede hacer eso? Música.
Cuando la onda apenas despega quedas paralelo entre líneas. Estarás ahí sólo un santiamén de incertidumbre eterna, la clave es perdurar en eco. Si lo logras te das cuenta que del uno al infinito no hay un sin fin de pasos, porque a un paso sigue otro, sino desdoble, reverberación. Como en la discordia cualquier lugar hace centro, puedes acceder a todo en simultáneo. El tiempo se ensimisma, prisma capullo, y te atrapa consigo. A veces la experiencia tan sólo es una vitrina y no ventana. Muchos se pierden dentro porque son incapaces de distinguir memoria de ente.
Se sabe que sólo los desquiciados toman rumbo delante, porque jamás regresan. Se sabe de al menos un par de intentos por evitar el ascenso del führer, frustrados por inteligencia estadounidense, y de una tentativa de hundir las naves de Colón evitada por la Organización de Estados Americanos. Se sabe que universidades europeas mandan investigadores de vuelta a épocas prehistóricas, cada cierto periodo, para recabar información útil a la investigación geológica y biológica. Dichas operaciones ya provocaron una cantidad innumerable de serios desajustes, a cuya compostura se debe la proliferación de modelos teóricos que define a la Física contemporánea. Múltiples intentos de asesinato contra Jesucristo posibilitan el desprendimiento de enésimas variables de la Historia de la salvación: nadie sabe cuál es el evangelio original ya. Se especula que en la versión primera todos los judíos se habrían convertido tras el ascenso y Mohamed ni siquiera nacería.
Quién sabe cuántas cosas no se saben. Por ejemplo: nadie supo después lo que hicimos. Para qué regresamos. Teníamos todo, las guitarras, los amplificadores, la retroalimentación. No era un propósito magnicida ni mercantil. No íbamos a darle armas de fuego a los habitantes del Anáwak, no pretendíamos mudarnos a París o Nueva York en el siglo XX. Queríamos algo mucho más simple, quizá también estábamos locos: visitar las estancias lunares. La sabiduría atávica, extraviada en la grieta del tiempo. Teníamos referencia de esto por una pitonisa maya: ella vio la ciudad y la música por obsequio de los amos de su tonal, nos indicó las notas olvidadas. Después hubo que adquirir el vehículo, transformar las herramientas, desestabilizarnos: el prisma es creado en la oportunidad de su desplome.
Lo conseguimos, naturalmente prendimos las alarmas. El tránsito no verificado y aprobado fue prohibido tras la última crisis, en la década de los noventa. Recurren a monitores electromagnéticos globales para detectar polarizaciones masivas, efecto necesario e indisimulable: milagro eléctrico. La corriente se transforma en espectro como el agua en vino. Alcancé a ver la metralla, ya estaba dentro del prisma. Aterrizamos sobre el zigurat y seguimos tocando, esa fue la única razón por la que los guardias no acabaron con nosotros. Los sacerdotes quedaron sorprendidos y nos tomaron por emisarios, dado que nos cubrimos la boca e inscribimos sobre ella el único símbolo capaz de socorrernos: cornamenta alada. El sonido era nuestro mensaje.
E hicimos que nos llevaran a los palacios lapislázuli en el corazón de la luna.
Rodrigo de Ávila Gómez