Bebidas sangrientas – Parte 2 de 2

Acto ll

Ambos sujetos se sentaron frente mío, cerraron la puerta y me miraron a los ojos, odio ser el centro de atención.
—¿Y bien? —dijo el oficial de apariencia más joven, presumiblemente un novato.
Justo antes de que alguno de los dos pudiera decir algo, su compañero le frenó, imagino que tenía miedo de que el amateur lo arruinara. Me contaron un poco del asunto, lo necesario para un transeúnte; me mostraron una foto de la chica con esperanza en que alguna imagen cobrará vida en mi mente y por sobre todo me enseñaron la fecha en que ocurrió aquello.
—¿Por qué no empieza describiendo aquella noche en el bar?
—Claro —el tono de duda se notó en mi afirmación, esperaba que no lo notaran—, no fue una tarde-noche tranquila, inesperadamente fue atareada, nunca había visto el bar así de lleno en un tiempo.
Reí ligeramente por mi propio comentario para aligerar el ambiente, no lo conseguí, los oficiales parecían estatuas de piedra en su lugar, como gárgolas.
— No recuerdo haberla visto sola en algún momento de la noche — continué— , siempre estaba rodeada de personas, parecía ser popular pero no querida.
— ¿A qué se refiere?
— De lo que pude escuchar al parecer era bastante crédula, se dejó engañar por su ex pareja. La engañó con su mejor amiga —les dije sin un rasgo de sentimentalismo, todo esto sonaba a juego de niños.
Un pequeño fragmento de una conversación de las supuestas amigas de Mónica saltó a mi mente. Ambas niñas -como yo las definiría- habían ido por más bebidas en la barra donde yo servía, fue casualidad escucharlo, se los narré:
—Realmente, pobre de Moni —había dicho una chica pelirroja, expliqué.
—Sí, pero era de esperarse ¿no crees? —le contestó la compañera.
—Totalmente —se rió, yo odié ese sonido, era fastidioso en exceso, continué—, digo, si pensaba salir con James mínimo pudo estar a su altura así no se hubiera ido con alguien más atractiva.
—Después de que rieron, les di sus tragos y siguieron su camino, en la misma mesa que Mónica — comenté superficialmente a los policías aquello, no era nada nuevo un poco de hipocresía cuando se es adulto joven; es como el pan de cada día, sólo te acostumbras a ello.
—Nos comunicamos con su jefe.
Por alguna razón aquello me puso nervioso, el gerente no levantaba un dedo a menos que fuera para recoger las ganancias del bar, era un completo vago.
—Conseguimos las cintas de las cámaras de seguridad de adentro y afuera del bar, queremos que nos diga si nota algo relacionado al incidente.
No dije nada y sólo asentí, jamás había escuchado tontería más grande, ¿dejar a un ciudadano común ver la evidencia de primera mano y tal vez la más importante? Esta gente es de lo más ignorante y temeraria, qué combinación tan decepcionante.

Entre todos los discos tomaron aquel de las nueve a las diez de la noche del día en cuestión, vi cómo Mónica caminaba dentro del bar, acababa de llegar con su montón de amigos.
Sacaron ese disco y colocaron el de las diez a once de la noche, estaba pasándola bien aún, se separó un momento para ir por más tragos, la imagen del video mostró completa estática los veinte minutos restantes, no le tomaron importancia y pasaron a la grabación de once a doce. Los primeros treinta minutos mostraron la misma interferencia, era raro pues habíamos actualizado nuestro sistema de seguridad. Los oficiales golpearon repetidamente al reproductor; pero la imagen seguía exactamente igual, no les quedó de otra que ignorarlo, cerca del final del video la vimos salir del bar sin compañía. Rápidamente tomaron las grabaciones de esa misma hora de las cámaras exteriores, abarcan al menos a tres o cuatro calles de distancia del bar. Caminó lejos del establecimiento, pero…

Interferencia una vez más.

Pusieron las grabaciones de la siguiente cámara, Mónica ya no aparecía en ella, se había esfumado, no era correcto asumir que la secuestraron, pero puede que lo volvieran a reconsiderar. Uno de los oficiales pidió hablar fuera de la sala a su compañero, quedé solo en espera de mi siguiente indicación, tal vez me dirían que me podría retirar pues no se logró mucho con mi ayuda. Volvieron a la sala uno detrás del otro, sólo uno de ellos tomó asiento una vez más delante de mí.
—Antony, ¿usted tiene acceso a las cámaras de seguridad con frecuencia?
—Sí —contesté en un tono ambiguo.
—Ya veo.
Algo no estaba bien y pude sentirlo por la forma en que el oficial dijo eso último.
—¿Hay algún problema? —cuestioné.
—Bueno, no estamos asumiendo nada aún pero a mi colega y a mí nos parece realmente curioso que justo en los momentos cruciales de los videos, haya un corto en la imagen. Siendo usted el único con acceso habitual a los videos, puede que hayan sido alterados, en orden de cubrir evidencia.
—Usted está… — no pude formular ninguna palabra, estaba conmocionado—, perdón, ¿ustedes creen que yo…?
Como ya era costumbre mantuvieron la sala en silencio sabiendo exactamente lo que quería preguntar, pero quedaba atorado en mi garganta por mi ridícula estupefacción.
—Detective Collins —llamaron desde el otro lado del cristal, rompiendo el silencio.
Aquel policía salió dejándome solo con quien parecía ser el jefe, el ambiente se tornó incómodo y pesado con un pensamiento rondando continuamente en mi mente… creían que yo era el culpable o al menos un sospechoso importante.
Por fin, luego de lo que parecieron años, aquel llamado detective Collins ingresó a la sala de interrogación dispuesto a contarle algo a su compañero, en cuestión de segundos pasé a segundo plano, en otras circunstancias no me importaba, pero aquí estaba en riesgo mi credibilidad.
—Las cámaras prueban que el señor Antony estaba detrás de la barra todo el tiempo. No es posible que fuera cómplice, mucho menos culpable —le dijo a su colega en un volumen bastante bajo, por suerte lo escuché todo, no era la primera vez que escuchaba conversaciones ajenas, además el eco de la sala no lo hacía específicamente confidencial, solté un suspiro, sentí un peso menos en los hombros.
— En cambio —continuó—, encontramos una nueva evidencia.
—¿Qué es? —preguntó ansioso el otro.
—Resulta que nuestros oficiales regresaron a donde conseguimos el collar y hallaron un vaso de vidrio que se presume es del bar del señor Antony.
—El hombre rápidamente buscó algo en su teléfono celular y me mostró la pantalla, era la foto del vaso.
Expresé que en efecto eran propiedad del bar; los detectives se miraron como si todas aquellas repetitivas acciones fueran a revelarles algo de suma importancia. Me quedé un poco dentro de mis pensamientos, me parecía realmente curioso el tono rojo oscuro de la bebida sobrante, casi ningún trago terminaba siendo de ese color.
—No sé si ayude —comencé a hablar a los oficiales—, recordé algo más sobre esta chica Mónica, algo de esa misma noche.
Con un movimiento leve de mano me indicaron que podía seguir hablando y así lo hice.
—Hay un hombre, joven, no sé mucho sobre él, pero he escuchado que lo llaman André, es un cliente regular del bar, va al menos una vez a la semana.
—Este… hombre, ¿tiene algo que ver con la señorita Mónica?
—Bueno, se conocieron esa misma noche, cuando ella se acercó a la barra me pidió cerca de diez bebidas distintas, luego se sentó a esperar en uno de los bancos.
—Eso es justo lo que no grabaron las cámaras, señor —habló el detective Collins. Tomó una pluma y papel, no tuve idea de dónde sacó aquello, parecía impaciente de tener cada detalle de lo que saliera de mi boca.
—Alrededor de cinco minutos fue cuando llegó este chico y se sentó a su lado; comenzaron una conversación, siguieron hablando aún después de que le entregué sus tragos. El vaso… —señalé aquella foto que se me mostró antes para poder probar mi punto— tiene líquido rojo casi guinda, ese color sólo pertenece a un cóctel de nuestro bar, casualmente ese cliente siempre ordena eso cuando está de caza.
—¿De caza?
—Ya sabe, cuando va detrás de chicas, siempre usa la misma técnica y si me preguntan me parece bastante presuntuoso hacer siempre lo mismo.
El hombre rascó su cabeza con la tapa de la pluma y siguió preguntándome, cada vez era más específico con lo que quería saber.
—¿Puede recordar esa técnica que dice?
—Siempre que va al bar y busca alguna chica -imagino que dentro de sus estándares-, y después me pide que les entregue una sangría de su parte.
—¿Sangría? —cuestionó.
¿Acaso no me escuchó? pensé —Sí, no es realmente una bebida popular en nuestro bar, creo que es el único que la pide

Pusieron las grabaciones de la siguiente cámara, Mónica ya no aparecía en ella, se había esfumado, no era correcto asumir que la secuestraron, pero puede que lo volvieran a reconsiderar. Uno de los oficiales pidió hablar fuera de la sala a su compañero, quedé solo en espera de mi siguiente indicación, tal vez me dirían que me podría retirar pues no se logró mucho con mi ayuda. Volvieron a la sala uno detrás del otro, sólo uno de ellos tomó asiento una vez más delante de mí.
—Antony, ¿usted tiene acceso a las cámaras de seguridad con frecuencia?
—Sí —contesté en un tono ambiguo.
—Ya veo.
Algo no estaba bien y pude sentirlo por la forma en que el oficial dijo eso último.
—¿Hay algún problema? —cuestioné.
—Bueno, no estamos asumiendo nada aún pero a mi colega y a mí nos parece realmente curioso que justo en los momentos cruciales de los videos, haya un corto en la imagen. Siendo usted el único con acceso habitual a los videos, puede que hayan sido alterados, en orden de cubrir evidencia.
—Usted está… — no pude formular ninguna palabra, estaba conmocionado—, perdón, ¿ustedes creen que yo…?
Como ya era costumbre mantuvieron la sala en silencio sabiendo exactamente lo que quería preguntar, pero quedaba atorado en mi garganta por mi ridícula estupefacción.
—Detective Collins —llamaron desde el otro lado del cristal, rompiendo el silencio.
Aquel policía salió dejándome solo con quien parecía ser el jefe, el ambiente se tornó incómodo y pesado con un pensamiento rondando continuamente en mi mente… creían que yo era el culpable o al menos un sospechoso importante.
Por fin, luego de lo que parecieron años, aquel llamado detective Collins ingresó a la sala de interrogación dispuesto a contarle algo a su compañero, en cuestión de segundos pasé a segundo plano, en otras circunstancias no me importaba, pero aquí estaba en riesgo mi credibilidad.
—Las cámaras prueban que el señor Antony estaba detrás de la barra todo el tiempo. No es posible que fuera cómplice, mucho menos culpable —le dijo a su colega en un volumen bastante bajo, por suerte lo escuché todo, no era la primera vez que escuchaba conversaciones ajenas, además el eco de la sala no lo hacía específicamente confidencial, solté un suspiro, sentí un peso menos en los hombros.
— En cambio —continuó—, encontramos una nueva evidencia.
—¿Qué es? —preguntó ansioso el otro.
—Resulta que nuestros oficiales regresaron a donde conseguimos el collar y hallaron un vaso de vidrio que se presume es del bar del señor Antony.
—El hombre rápidamente buscó algo en su teléfono celular y me mostró la pantalla, era la foto del vaso.
Expresé que en efecto eran propiedad del bar; los detectives se miraron como si todas aquellas repetitivas acciones fueran a revelarles algo de suma importancia. Me quedé un poco dentro de mis pensamientos, me parecía realmente curioso el tono rojo oscuro de la bebida sobrante, casi ningún trago terminaba siendo de ese color.
—No sé si ayude —comencé a hablar a los oficiales—, recordé algo más sobre esta chica Mónica, algo de esa misma noche.
Con un movimiento leve de mano me indicaron que podía seguir hablando y así lo hice.
—Hay un hombre, joven, no sé mucho sobre él, pero he escuchado que lo llaman André, es un cliente regular del bar, va al menos una vez a la semana.
—Este… hombre, ¿tiene algo que ver con la señorita Mónica?
—Bueno, se conocieron esa misma noche, cuando ella se acercó a la barra me pidió cerca de diez bebidas distintas, luego se sentó a esperar en uno de los bancos.
—Eso es justo lo que no grabaron las cámaras, señor —habló el detective Collins. Tomó una pluma y papel, no tuve idea de dónde sacó aquello, parecía impaciente de tener cada detalle de lo que saliera de mi boca.
—Alrededor de cinco minutos fue cuando llegó este chico y se sentó a su lado; comenzaron una conversación, siguieron hablando aún después de que le entregué sus tragos. El vaso… —señalé aquella foto que se me mostró antes para poder probar mi punto— tiene líquido rojo casi guinda, ese color sólo pertenece a un cóctel de nuestro bar, casualmente ese cliente siempre ordena eso cuando está de caza.
—¿De caza?
—Ya sabe, cuando va detrás de chicas, siempre usa la misma técnica y si me preguntan me parece bastante presuntuoso hacer siempre lo mismo.
El hombre rascó su cabeza con la tapa de la pluma y siguió preguntándome, cada vez era más específico con lo que quería saber.
—¿Puede recordar esa técnica que dice?
—Siempre que va al bar y busca alguna chica -imagino que dentro de sus estándares-, y después me pide que les entregue una sangría de su parte.
—¿Sangría? —cuestionó.
¿caso no me escuchó?
—Sí, no es realmente una bebida popular en nuestro bar, creo que es el único que la pide

Pusieron las grabaciones de la siguiente cámara, Mónica ya no aparecía en ella, se había esfumado, no era correcto asumir que la secuestraron, pero puede que lo volvieran a reconsiderar. Uno de los oficiales pidió hablar fuera de la sala a su compañero, quedé solo en espera de mi siguiente indicación, tal vez me dirían que me podría retirar pues no se logró mucho con mi ayuda. Volvieron a la sala uno detrás del otro, sólo uno de ellos tomó asiento una vez más delante de mí.
—Antony, ¿usted tiene acceso a las cámaras de seguridad con frecuencia?
—Sí —contesté en un tono ambiguo.
—Ya veo.
Algo no estaba bien y pude sentirlo por la forma en que el oficial dijo eso último.
—¿Hay algún problema? —cuestioné.
—Bueno, no estamos asumiendo nada aún pero a mi colega y a mí nos parece realmente curioso que justo en los momentos cruciales de los videos, haya un corto en la imagen. Siendo usted el único con acceso habitual a los videos, puede que hayan sido alterados, en orden de cubrir evidencia.
—Usted está… — no pude formular ninguna palabra, estaba conmocionado—, perdón, ¿ustedes creen que yo…?
Como ya era costumbre mantuvieron la sala en silencio sabiendo exactamente lo que quería preguntar, pero quedaba atorado en mi garganta por mi ridícula estupefacción.
—Detective Collins —llamaron desde el otro lado del cristal, rompiendo el silencio.
Aquel policía salió dejándome solo con quien parecía ser el jefe, el ambiente se tornó incómodo y pesado con un pensamiento rondando continuamente en mi mente… creían que yo era el culpable o al menos un sospechoso importante.
Por fin, luego de lo que parecieron años, aquel llamado detective Collins ingresó a la sala de interrogación dispuesto a contarle algo a su compañero, en cuestión de segundos pasé a segundo plano, en otras circunstancias no me importaba, pero aquí estaba en riesgo mi credibilidad.
—Las cámaras prueban que el señor Antony estaba detrás de la barra todo el tiempo. No es posible que fuera cómplice, mucho menos culpable —le dijo a su colega en un volumen bastante bajo, por suerte lo escuché todo, no era la primera vez que escuchaba conversaciones ajenas, además el eco de la sala no lo hacía específicamente confidencial, solté un suspiro, sentí un peso menos en los hombros.
— En cambio —continuó—, encontramos una nueva evidencia.
—¿Qué es? —preguntó ansioso el otro.
—Resulta que nuestros oficiales regresaron a donde conseguimos el collar y hallaron un vaso de vidrio que se presume es del bar del señor Antony.
—El hombre rápidamente buscó algo en su teléfono celular y me mostró la pantalla, era la foto del vaso.
Expresé que en efecto eran propiedad del bar; los detectives se miraron como si todas aquellas repetitivas acciones fueran a revelarles algo de suma importancia. Me quedé un poco dentro de mis pensamientos, me parecía realmente curioso el tono rojo oscuro de la bebida sobrante, casi ningún trago terminaba siendo de ese color.
—No sé si ayude —comencé a hablar a los oficiales—, recordé algo más sobre esta chica Mónica, algo de esa misma noche.
Con un movimiento leve de mano me indicaron que podía seguir hablando y así lo hice.
—Hay un hombre, joven, no sé mucho sobre él, pero he escuchado que lo llaman André, es un cliente regular del bar, va al menos una vez a la semana.
—Este… hombre, ¿tiene algo que ver con la señorita Mónica?
—Bueno, se conocieron esa misma noche, cuando ella se acercó a la barra me pidió cerca de diez bebidas distintas, luego se sentó a esperar en uno de los bancos.
—Eso es justo lo que no grabaron las cámaras, señor —habló el detective Collins. Tomó una pluma y papel, no tuve idea de dónde sacó aquello, parecía impaciente de tener cada detalle de lo que saliera de mi boca.
—Alrededor de cinco minutos fue cuando llegó este chico y se sentó a su lado; comenzaron una conversación, siguieron hablando aún después de que le entregué sus tragos. El vaso… —señalé aquella foto que se me mostró antes para poder probar mi punto— tiene líquido rojo casi guinda, ese color sólo pertenece a un cóctel de nuestro bar, casualmente ese cliente siempre ordena eso cuando está de caza.
—¿De caza?
—Ya sabe, cuando va detrás de chicas, siempre usa la misma técnica y si me preguntan me parece bastante presuntuoso hacer siempre lo mismo.
El hombre rascó su cabeza con la tapa de la pluma y siguió preguntándome, cada vez era más específico con lo que quería saber.
—¿Puede recordar esa técnica que dice?
—Siempre que va al bar y busca alguna chica -imagino que dentro de sus estándares-, y después me pide que les entregue una sangría de su parte.
—¿Sangría? —cuestionó.
¿caso no me escuchó?
—Sí, no es realmente una bebida popular en nuestro bar, creo que es el único que la pide —reí con un poco de incomodidad.
—Todas estas chicas con las que sale… ¿vuelven al bar?
—No, antes pensaba que salían una noche y era todo, pero varias de sus conquistas han sido clientes frecuentes por mucho tiempo, aun así no vuelven, es casi como si se las hubiera tragado la tierra.
El detective tenía una expresión seria en su rostro, se notaba lo tensada que estaba su mandíbula por el estrés del caso. Mantuve la espalda recta en todo momento, comenzó a doler. El detective Espadas ignoró la situación, se puso de pie brevemente asomando su cabeza fuera de la sala, por lo poco que pude escuchar estaba dando algunas indicaciones a sus subordinados. No tuve idea de qué haría. Tomó asiento una vez más y me pude animar a tomar la palabra.
—¿Podría ver el collar una vez más? —pregunté asustado por la respuesta, pero se me permitió. Llevaba con esta idea rondando por mi cabeza desde que vi aquella pieza de bisutería, esperaba que no fuera una alucinación del momento. Era la misma. ¿Cómo era posible?
—¿Pasa algo? —me preguntó uno de ellos.
—Este collar… era de otra persona…

Acto lll

El escalofrío de ese momento volvió, sumándole sudor por los nervios; de repente me sentía indispuesto, me di cuenta de lo mucho que odiaba esta situación.
—Unas semanas antes de que Mónica fuera al bar André invitó una sangría a esta chica que estaba sola, hablaron un rato, pero como siempre él se fue antes, la chica no duró más de veinte minutos hasta que se retiró —hice una pequeña pausa para poder ordenar mis pensamientos entre tanto caos mental—. En el momento que Mónica se acercó a la barra lucía algo triste y después de un rato hablando con André, él le dio este mismo collar.
—¿Está cien por ciento seguro que es el mismo?
—Definitivamente, recuerdo que hizo una pequeña broma sobre él, dijo algo así como que fue pan comido conseguirlo.
Antes de poder continuar un policía entró, les dijo a los detectives a cargo de mi interrogatorio que habían dado con la dirección del tal André, al parecer iban a presentar una orden de cateo en su casa con la intención de investigarlo, de un segundo a otro se volvió el principal sospechoso de todo el asunto.

Me dejaron ir no sin antes agradecerme por toda la ayuda que brindé; prácticamente resolví el caso por mi cuenta con todas las pistas que di, vaya basura policial.
Me ofrecieron un aventón pero me tuve que negar; nada mejor que una caminata para despejar mi mente.

Todo fue una avalancha de emociones, creo que en toda mi vida jamás me había sentido con este sentimiento de humanidad tan plasmado, es raro, no es malo, sólo… inusual.

Por fin llegué al bar, miré mi reloj, los clientes comenzarían a llegar en unos diez minutos; abrí la puerta de entrada sin colocar el letrero que indicaba que abrimos. Tome los pocos ingredientes necesarios para aquel cóctel que me prepararía, y agregando la mitad del limón le di un enorme trago, ahora entendía porque no era tan popular con la clientela. Terminé de tomarla y dejé el vaso sobre mi habitual barra, dejando el letrero de cerrado. Me fui de ahí.

Siempre pensé que todo eran gajes del oficio, esa fue mi eterna filosofía de vida, tal vez consideraría cambiarla a una más adecuada para mí, era una constante que me tenía sin cuidado hasta el día de hoy, quizá yo debería aprender los verdaderos gajes de la vida.

Epílogo

Era una noche especialmente oscura en Houston, Texas. No sólo por la obvia falta de iluminación estelar culpa de la contaminación, o por el hecho que las calles carecían de iluminación. Aquellas por las que la pareja de policías se dirigía al bar tan mencionado en la antigua conversación con el joven Antony Flynn. En el trayecto, escucharon el grito de una mujer, que podrían jurar fue sólo un microsegundo, proveniente del callejón del tan aclamado bar. Al adentrarse en él con sus lámparas, parecía tener una profundidad mayor a la visible en el día. Unos metros después y con la poca visibilidad pudieron divisar las grandes manchas de sangre en las paredes que aprisionaba sus costados.

Los dos policías escucharon un ruido extraño frente a ellos. Como un suspiro… húmedo, profundo e incluso animal. Dirigieron su luz al fondo del túnel. Lo primero que vieron fue un abrigo rojo, se distinguían los grandes parches de sangre fresca. La mitad de un cuerpo femenino en el suelo junto a un hombre alto y fornido, la viva personalidad descrita por el barista. A diferencia que nunca declaró que su boca podía abrirse tres veces más grande que una persona normal, porque unas vísceras colgaban de este.

El sonido de sus walkie talkies comenzó a volverse loco. Se escuchaban interferencias, el volumen aumentaba y bajaba sin cesar.

El par de compañeros no tuvo tiempo de procesar lo ocurrido. Un sonido monstruoso, y fuera de este mundo surgió de la garganta del individuo desconocido. Ruido de tal magnitud que empezó dejando a los inocentes policías sordos e inmediatamente… sin cabeza.

Virginia García Armas

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