Cuando se dormía, moría. Aquellas mujeres que compartieron su cama, decían que desaparecía apenas sus ojos se cerraban. Estaban sus piernas, estaban sus brazos, su cara, pero él no estaba ahí. Imposible esperar a que regrese. Sentían terror al ver ese lado del colchón que se ponía azul y frío.
A dónde iba cada noche en sus sueños, sólo él lo sabía. Volvía al amanecer, agotado, pero radiante. Lo estaba logrando. Faltaba poco.
Empezó un domingo. Había cumplido cuarenta y un años. Hijo único, con padres ya muy grandes, sin pareja desde los treinta y dos, y con la permanente sensación de que algo andaba mal. “Esto no es” era su frase inalterable. “Pero si esto no es, ¿qué es entonces y cómo me voy de acá?”. Una vez más, se quedó dormido pensando en esa otra vida posible, y esa noche la otra vida apareció en un sueño: está solo, es un barrio que ya conoce de antes, donde las calles son anchas, de caserones antiguos. Camina asustado, saca una llave de su campera, y a pasos de entrar en un edificio, despierta. Ahora ya sabía.
Ese había sido el comienzo. Desde ese primer viaje de domingo, cada noche y todas las noches, visitó su próxima nueva vida, dejándola lista para cuando abandonara definitivamente ésta, tan difícil de abrazar. Durante el tiempo que duró esa mudanza alquímica, transitó una extraña expectativa. Algo se vaciaba con la luz del sol y se llenaba con el reflejo de la luna. Fue amueblando su nuevo espacio, fue conociendo su nueva forma de ser y sentir, un “renacer” flotaba en el aire. Y así, de tanto que empezó a amar esa nueva existencia, cada vez le costaba más volver. Perdió su trabajo, a su familia y amigos, pero no le importó.
Pasó un año. Todo estaba listo para partir, y llegó el insomnio. Una alarma cargada de malos augurios aterrizó en su pecho. No podía viajar. Daba vueltas en la cama, pero apenas podía alcanzar de a ratos ese otro mundo. Entró en pánico. El tren del sueño estaba roto.
Bárbara Menicha Schtirbu
Un cuento de mierda, no dice nada importante y gente como la autora mejor debería dedicarse a limpiar los mares de tanta contaminación que afecta al planeta.
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Este «cuento» está de la mierda, ¿cómo pueden publicar cosas como esta porquería? ¿No tienen sentido de la calidad? Con razón la literatura está jodiéndose.
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