Hoy me levanté con una leve vibración en mi almohada, era la alarma que marcaba las 7:30 de la mañana, en el silencio volví a quedarme dormida.
Hoy es un día que pasará a la historia, y debo estar lista para la ocasión, salgo velozmente de mi grande, hueca y cómoda cápsula, intentando no romperme la cabeza contra el cristal. Cambio mi pijama por un traje grande y pesado, color verde, con un aroma a plástico, no muy agradable. Mientras, despierto a mis dos mejores amigas con un fuerte grito, Irene y Jenni, que de paso se quejaron del golpe que se dieron en las cabezas, mientras se las acariciaban, yo reía. Empezamos hablar sobre este nuevo planeta, nuestras mentes se llenaron de curiosidad y entusiasmo.
Desde que el sol dejó de funcionar se crearon grandes naves para alcanzar magníficas velocidades para poder aterrizar en un planeta que pudiera sobrevivir todo ser vivo. Las mismas fueron construidas dependiendo de la cantidad de habitantes por continente, por ejemplo: la de Asia era mucho más grande que la de Centro América. Las habitaciones son cápsulas, con baño y un almacén de comida que es recargado cada mes. También estamos divididos por la relevancia de cada trabajo, los más importantes están arriba de todo, estos son astrónomos, médicos, fuerzas de seguridad, entre otros. En el segundo piso tenemos a los maestros, contadores. Tenemos rotundamente prohibido establecer o mantener una comunicación con alguien de otro piso, no sé porqué pero cumplimos con las órdenes del gobierno, aun así cierta curiosidad me deja. Con esta decisión mis padres tampoco están de acuerdo, pero también la cumplen. En el último piso los granjeros, conductores, mecánicos, etc., dependiendo de la forma de ver la nave no existe arriba y abajo es lo que me explicaron mis padres y tienen razón. Los animales tienen un lugar dedicado especialmente para ellos.
Mis dos amigas y yo provenimos de familias científicas, por ende, tenemos una de las mejores habitaciones de la nave, eso nos dicen , pero la soledad es la misma en cualquier habitación, casi nunca vemos a nuestros padres; como son astrónomos siempre cumpliendo con su deber, trabajando, pero antes de dormir, nos mandan un mensaje dándonos las buenas noches, es triste y solitario pero mis amigas y yo nos tenemos las unas a las otra, somos nuestra propia familia. Los fines de semana nos dejan ir a visitar a nuestros abuelos, quienes nos relatan historias de sus tiempos, una que me encanta es la de la pandemia del 2020, porque mi abuela cuenta lo estresante que era las clases virtuales, pero para mí no es complicado.
Nuestros padres son grandes amigos desde la infancia, se conocieron en la primaria y terminaron juntos la universidad. Crearon los motores que nos dejaría en el sistema solar más cercano.
Yo nací en casa, desde que se dio la noticia que el sol estaba a punto de apagarse, el gobierno decidió mantener a las personas en sus hogares por el simple hecho de que no habría oxígeno, las plantas no recibirían al sol y morirían dejándonos sin oxígeno, por eso estamos conectados a trajes especiales para mantenernos con vida. Mamá me cuenta que la gente estaba verdaderamente asustada, el pánico invadía cada mente, sueño, mientras este se apagaba lentamente, cuenta que era verdaderamente triste. Cada gota de esperanza se disolvía cuando pasaban los años y todavía ningún motor funcionaba. Luego de cinco años de intentos fallidos, esperanzas apagadas y el sueño de un futuro inalcanzable, mis padres dicen “Era un miércoles catorce de septiembre del año 2088, a las 4:53 no habíamos dormido absolutamente nada, ya que estábamos a nada de descubrir el motor, la emoción y la alegría corría por todo nuestro cuerpo dejando un escalofrío. Hacíamos un millón de cuentas, cálculos, pruebas y todo lo que puedas imaginarte, hasta que a las 5:02 logramos todos juntos el cálculo perfecto, cómo explicar esa emoción, fue increíble e indescriptible, la imaginación era como grandes tsunamis que cubrían nuestras mentes, la felicidad era tan abundante que se escapaba por los ojos como húmedas gotas que rodaban por nuestras coloradas mejillas. Algunos se abrazaban, otros gritaban y hasta hubo algunos científicos que no podía creerlo y lo estaban asimilando a través de un viaje astral, pero lo que era mejor aun fueron las expresiones faciales de todos los habitantes que reflejaban esperanza, alegría, entusiasmo, euforia, era como un sueño hecho realidad por algunos, fue un momento increíble en verdad”.
Me gustaría haber explorado ese planeta, porque como lo relata la abuela es verdaderamente asombroso, suele mostrarme fotos de sus cantantes favoritos, de los mares y bosques, parques y jardines, volcanes y largos ríos. Mi abuela resaltaba que siempre existió y va a seguir existiendo gente humilde, de buen corazón, que va a prestar su mejor sonrisa y mejor chiste para alegrarte el día, sin esperar nada a cambio, y eso es lo que más me atrae del mundo.
Hoy llegamos a nuestro planeta, por fin conoceré a otras personas, estoy verdaderamente emocionada, durante estos cinco feos y largos años, a las únicas personas que veo son a mis abuelos, a mis amigas y a mis dos padres. Fijé mi vista por la ventana y quedé perpleja, Jenni, Irene y yo bajamos rápido a explorar este planeta, nuestro nuevo planeta. Sinceramente era algo magnífico y asombroso, grandes y altas montañas asomaban a lo lejos, gigante árboles hacían sombra sobre nuestras cabezas, hermosos animales corrían alrededor nuestro, mientras los lagos más cristalinos que una persona pudiera ver, mojaban nuestras botas.
El gobierno al principio de nuestro viaje nos colocó un chip para protegernos de cualquier enfermedad existente o que existiera en un futuro, lo único de lo que soy consciente es que lo llevan puesto las personas que podían pagarlos, es muy injusto. «Estoy ansiosa por conocer nuestra casa, cada familia tenía la propia, nadie se quedó sin hogar. Otros amigos de papá se ofrecieron a llevarnos, ya que habían construido un par de motos a lo largo de estos cinco años, aceptamos y le dijimos la dirección de la casa y nos dejaron en la puerta. Al estar frente de esta me quede asombrada, en la entrada habían grandes arbustos que acompañaba el extraño diseño de las rejas que dejaban ver una puerta reciclada que dejaba fascinado a cualquiera con su antiguo diseño y dos grandes fuentes que terminaban de darle el toque especial a esa fabulosa entrada, mis ojos no querían parar de admirar esos diseños, eran extraordinarios, pero lo más asombroso era el interior de la casa, grandes lámparas adornaban el techo, pinturas verdaderamente bellas acompañaban a las grises paredes dándole una gota de alegría mientras que los sillones eran simplemente indescriptibles. Las habitaciones se encontraban arriba, por fin tendría mi propia habitación, que hace a este día aun mejor, esta era muy parecida a las habitaciones que había en los hoteles que me mostró la abuela por foto.
Hoy no sólo va ser un día espectacular, sino que también mañana ya que voy a ir al colegio y voy a conocer más gente, siento que el corazón se me sale del pecho, pero voy a dormir porque mañana debo de levantarme temprano. Abro mis ojos lentamente, ya que sentía cómo alguien me sacudía suavemente para poder despertarme, era Jenni, salí de la cama, me puse el uniforme, me peiné y fui a desayunar donde se encontraban mis padres con una sonrisa especial y un abrazo gigante después de una rica chocolatada con galletitas me lavé los dientes y esperé en el comedor hasta las 7:30 para ir al colegio. Antes de salir, mis padres sugieren que sólo hablara con mi amigas y no me acercara a nadie más, yo acepté, pero el problema es que soy muy curiosa, “como si fuera eso algo tan malo” me dije, sin más me fui de la casa y caminé rumbo a la escuela.
Al llegar, estaba impaciente por conversar con los demás; entré al aula y una amigable chica Jisoo, nos recibió. Después de mostrarnos el colegio, ella y yo seguíamos hablando, teníamos un montón de cosas en común, el problema era que nuestra amistad debía ser secreta, y no estaba segura si Irene o Jenni iban a mantener este gran secreto. Mientras más me acercaba a Jisoo, mis amigas de la infancia más se alejaban y cada vez más hasta que un día eran sólo un recuerdo, dándome cuenta que en la vida todo cambia, llevándolas siempre con mis mejores recuerdos.
Un año después Jisoo me comentó que estaba muy enferma, estaba pálida con ojeras, dolor de cabeza y mucho dolor de estómago, todas las persones quienes no tenían el chip se enfermaban, un escalofrío recorrió mi cuerpo, era un virus letal para las personas infectadas. Al día siguiente llegué al colegio y la abracé con todas mis fuerzas, no dejé de decirle lo mucho que la quería, hoy su apariencia era otra, llevaba barbijo y un traje un tanto extraño. Desde ese día vivimos como si fueran los últimos, íbamos al parque, jugábamos a la pelota, corríamos, nos sacábamos todas las fotos posibles, sentía cómo con el transcurso de los días nuestro tiempo se estaba acabando y tenía la meta de hacerla feliz todo el tiempo. Pero no todo es para siempre, llegué a la escuela y ella no estaba, sentí cómo mi sonrisa se desvanecía. Fui a su casa con ojos cristalizados y con húmedas gotas en mis mejillas, tenía una gota de esperanza de que ella siguiera respirando, por lo menos para decirle lo mucho que la amaba y lo feliz que me había hecho. Ella se encontraba acostada en su cama, diciendo sus últimas palabras, me vio y su sonrisa iluminó su pálida cara, llegué a decirle “te quiero, jamás te olvides de eso”, ella cerró los ojos y no los volvió a abrir. A lo largo de los días, la soledad, la tristeza, el vacío que sentía por dentro me acompañaban a todos los lugares que iba, no paraba de repetirme que era injusto que la mayoría muriera, si tan sólo ella hubiese tenido el chip.
Un día, empecé a reunirme con familias que habían perdido a seres queridos, para luchar juntos contra las injusticias. No pasó mucho tiempo para que mis padres se enteraran de esto y me apoyaron, debido a que ellos también sentían que era injusto, el virus seguía recorriendo el planeta, la gente está muy preocupada, pero tiene algo en claro buscar la forma de poder obtener el chip y tener inmunidad para todos los habitantes del nuevo planeta.
Luana Berón Short
(Cuento ganador de la categoría 12 a 14 años del séptimo Concurso de Cuento y Poesía de Ciencia Ficción “José María Mendiola” 2020)