Acné

«No vamos a encontrar
otra playa que tenga palmeras
moviéndose al viento…
»
Flans.

Día.
No preguntes qué día, confórmate con saber que no es de noche.
Maldita espinilla.

La nueva normalidad ya es la vieja normalidad, después de la tercera pandemia del siglo XXI aprendimos a instalarnos en una sociedad virtual, consumista, tecnificada, clasista, opresiva y sin privacidad alguna, es decir, algo así como lo que, me cuentan, ya teníamos en la era precovid, pero sólo que ahora limitado a espacios interiores.
El Gran Hermano resultó ser un bonachón pariente lejano.

Hoy es un día especial porque, después de pasar la multiplicidad de test serológicos, podré tener contacto real con mi pareja autorizada, gracias, lotería genética. Tengo mi multypass para: salir del complejo habitacional, para abordar el viejo metro, para atravesar la plancha del zócalo, para ingresar al complejo recreativo y, si todo sale bien, tener un poco de sexo lúdico con Susana y no, no se apellida Distancia. Las mil y una noches que pasé con ella en sexo virtual ya cumplieron su cuota y su cometido. Next.

Entro al edificio intitulado Encuentros Cercanos Autorizados por el Estado de Bienestar, el «Emparejadero» le llamamos en el bajo mundo, el espacio es grande y hay mesas, grandes también, separadas por cerca de diez metros entre ellas. Algunas están ocupadas ya por las potenciales nuevas parejas. Veo a Carlos, mi compañero de trabajo, lo reconozco porque me dijo que iba a llevar su gorra de Mario Bros y lo cumplió, y pienso: no, no te la vas a coger, y así menos. Algunos otros llevaron presentes desinfectados y avalados por el Sistema Epidemiológico Global. Yo sólo envié libros, eróticos, electrónicos en cantidades y variaciones suficientes. Me funcionó. Ella me regaló una simulación virtual de una vieja loción llamada Blue Intense. Me agrada pero no es mi hit, sigo prefiriendo las bondades de la hierbabuena. También me advirtió, a señas, claro, en nuestro último contacto que me tenía otro regalo mientras se acariciaba un dije que cuelga de su cuello.

Hola. Me saluda Susana y se sienta a la mesa. Acostumbrado a verla sin su mascarilla me enfoco en lo que siempre me enfoqué en ver por la webcam, claro, chico listo, en sus tetas. Pero hay que reconocerlo, el color de su N99 combina perfectamente con la miel de sus ojos, por lo menos no hay rastro de conjuntivitis. Platicamos innecesariamente un poco, todo lo que nos teníamos que decir ya lo habríamos dicho hasta el cansancio por medios virtuales y sin mascarillas de por medio. Me cuestiona si lo que le he mostrado por Zoom es natural o si utilicé el ídem para impresionarla. Le sugiero: no te quedes con la duda y resuélvelo pronto. Me cuestiona, con el lenguaje de señas, asegurándose que ninguna de las cámaras, la Pupila para los amigos, vea sus manos, que si estoy tan seguro como dispuesto a hacer lo sugerido por ella en pausas a lo largo de los últimos tres meses. Ya sabes, la Pupila domina cualquier lenguaje humano, náhuatl incluido por supuesto, el de señas, el corporal, el de gestos, así que si quieres decir algo y que le pase desapercibido a la Hermana Mayor lo tienes que hacer en bits muy pequeños para que no detecten la idea. No, los tics nerviosos no funcionan. Como respuesta la veo a los ojos y le muestro mi sonrisa chueca, ella ya sabe perfectamente lo que quiero decir. Sígueme.

Una vez tecleados en la mesa del Emparejadero nuestros respectivos códigos de encuentro consensuado nos asignan el habitáculo de la siguiente etapa, el Echadero, también mejor conocido así. ¿Elijo? Me pregunta, accedo y el ambiente total de la habitación muta a un lugar común: playa de arenas claras, aguas turquesas, palmeras moviéndose al viento, cielo azul con pocas nubes blancas, clima caribeño cualquier cosa que eso signifique, creo que tiene el nombre genérico de «Cancún». Ni idea qué pueda ser eso, es más, ni el cielo azul he conocido. Nos desnudamos, nos acercamos, en este punto debo reconocerlo, al menos de mi parte, y en la ídem, la sensación de peligro latente es casi del mismo nivel de mi excitación, y supongo que una cosa anula la otra. Creo que sí usaste zoom, me reta, no importa, tú tranquilo. Claro, cómo diablos voy a estar tranquilo si las cámaras no dejan de mirarnos pienso pero no lo digo. Acuéstate, me ordena. Obedezco, ya que ella es mayor que yo. Se tiende sobre mí y susurra apenas «di lo tuyo» y lo digo: Te quiero totalmente desnuda. Sonríe, se levanta de la cama y con un gesto sumamente sensual se deshace de lo único que vestía: su dije. Vaya, creo que el zoom empieza a funcionar, dice mirándome en el lugar adecuado. Se vuelve a recostar sobre mí. No te muevas, serán sólo un par de minutos. Yo obedezco, siempre obedezco, pero como que mi amiguito no tanto.

Listo. ¿Ya? Sí, sólo son dos minutos. ¿Ya puedo hablar? Y hacer lo que quieras, el holograma del dije ya está proyectándonos a la Pupila. ¿Se… gura? Toma tu ropa y sígueme, afirmaste que estabas seguro. Para variar obedezco, Susana colocó su dije sobre uno de los muebles y ahora, lejos de la cama, veo la proyección de nuestros cuerpos virtuales proyectados física y digitalmente en la Pupila real. Parece que la pasamos bien, digo. Acá la pasaremos mejor. Me jala de la mano y me hace seguirla por un hueco en la pared que hace un momento no estaba. Susana, creo que su segundo nombre es Alicia, allá te voy.

Me conduce a un pasillo apenas iluminado por los tatuajes luminiscentes de sus brazos, el corredor es largo y ocasionalmente vemos algunos marcos de puertas tan secretas como por la que acabamos de entrar. Llegamos a una escalera marina. Voy a apagar mi tatuaje, cuentas treinta y dos escalones y sales por el pasillo que quede a tu derecha, unos metros lejos del foso vuelvo a encender el tatuaje, ahí la Pupila tiene ocasional vigilancia, no te vayas a asustar. Alcanzamos dos niveles inferiores, nuevo pasillo, nueva luminiscencia que me guía hasta una puerta con luces neón rosas. El viejo cyberpunk me invita a pasar. ¿Listo? Un anacrónico teclado recibe la clave numérica, nada de mecanismos biométricos para no dejar huellas digitales. Entramos y quedamos en una leve cornisa al borde de una piscina. Se desnuda rápido y un pequeño dron canasta se lleva sus prendas. Sé que sabes nadar, te he visto ocasionalmente hacerlo en la alberca individual de tu piso, sígueme. El clavado me salpica el pantalón pero supongo que no habrá problema, la imito y le entrego mi ropa a otro droncito acomedido.

Quince minutos reglamentarios en la alberca, apapachos incluidos, nos dejan desinfectados para pasar a lo que sigue. Vente, me dice mientras le veo el culo cuando sale del líquido color vodka con jugo de uva de la piscina. Torcemos un pasillo, ambos desnudos, yo erecto, y llegamos a un salón enorme con algo que me da un poco me miedo. Sí, ya noté que te da miedo, me dice tocando la parte chismosa de mi cuerpo. Una multitud de personas, todas desnudas, en un espacio cerrado sin guardar su distancia de seguridad. La emoción la he perdido por completo. Varios niveles, música estridente, gente, luces estroboscópicas, rayos láser, más gente, vapores y cascadas de espuma, amén de bebidas en abundancia, drogas duras, blandas y semiblandas como lo que te platiqué me embelesan, ¿y ya mencioné que había mucha gente? De todas las edades, fenotipos, corpulencias, idiomas, olores y gustos. Susana me guía a la barra, pide algo para ella, y unas pastillitas azules para mí. Me grita al oído sobre el ruido del lugar: mira, el asunto está así, ella bebe, yo trago, vengo contigo porque aquí nadie puede venir solo, ¿entiendes? Si quieres coger conmigo lo hacemos, me gustas pero igual no tienes obligación, yo quiero pasármela bien, tú puedes hacer lo que quieras. Efecto Blue Intense instantáneo. La única regla es que debemos regresar juntos. Me mira la parte adecuada y empezamos a follar en el banquito de la barra. Para mí el lugar se desvanece junto con lo que nunca había visto con anterioridad: la ingente cantidad de personas que ni nos toman en cuenta y están entretenidas cada quien en lo suyo. Terminamos, descansamos, quiero más. Tienes dos horas. En dos horas debemos regresar. Cuídate, te veo aquí mismo. Me da un beso de miedo, es decir: francés.

***

Cuando lo único que te quedan son recuerdos, acceder a ellos con manualidades de por medio es un gran consuelo. Tocan en mi departamento. Veo en el monitor de mi computadora la cámara de la puerta: Dos tipos con traje EN14594, vaya, vaya, riesgo biológico en potencia. El timbre sólo fue una cortesía porque la puerta se abre antes que yo accione la cerradura. Sí, me recuerdan que no he salido en treinta y dos días, me faltan catorce y todo porque a mi empleador le pareció sospechoso que hiciera la videoconferencia del home oficce con la mascarilla puesta. Di positivo y estoy más, si se puede, encerrado. Me revisan la nariz, toman muestras de mi garganta, de mis heces, de mi sudor, de mis lágrimas, sí, usan cebolla, y de mi orina: aún quedan restos de las pastillitas azules, del vodka con juego de uva, de la hierbabuena y de algunas benignas, viejas y tratables ETS´s.
Carlos me dijo, por señas, ya sabes, que lo que busca el gobierno es sacarte el cerumen del oído izquierdo y que lo quieren usar como fuente energética para infectar a la Pupila e impedir su actualización a la 9G, esa inteligencia artificial ya es bastante lista; la verdad como que no le creo pero por si las dudas me lavo diario los oídos con agua oxigenada y un poco de desinfectante casero.
El Sistema Epidemiológico Global sigue sin explicarse cómo me contagié del SAR-COV 69 y empiezan a sospechar que Susana o es inmune o es asintomática. Ya encargaron pruebas para todo el conjunto habitacional mío y el de Susana. Supongo que ella no traía el bicho y probablemente la mitad del conglomerado aquel sí, digo, no es que me haya divertido mucho, qué tanto puedes hacer en dos horas. No, no es nada grave, el virusito nuevo, que suponen lo sacaron de una pantera invitada a una fiesta clandestina de furros, no es letal pero sí muy pegajoso, el único síntoma que da es que te sale una erupción cutánea justo en el cartílago de la nariz, como si fuera una espinilla tamaño industrial, una erupción de acné. Y lo más extraño es que sólo se transmite por relaciones sexuales no protegidas. ¿Relaciones sexuales no protegidas yo? No, cómo creen. También lo inconexo de los contagiados los tiene desconcertados. No han ejercido medidas de mitigación más severas porque no tienen idea de dónde está el epicentro de la nueva pandemia. Amén y que así siga.

Por cierto, ayer videollamé a mi padre y le noté una muy leve erupción el la puntita de la nariz. Espero que no hayamos coincidido en ese lugar.

Susana, desde el día que di positivo, me deja en visto.

Achú.

Samuel Carvajal

2 comentarios sobre “Acné

  1. Estimado Sr. Chipigaro:

    Le informo que su humano asignado Samuel ha presentado un comportamiento «inadecuado»
    frente al monitor de la computadora.
    Esta no es la primera vez que sucede y su humano ha rechazado los tratamientos que le han
    sido asignados para erradicar sus acciones.
    Por la tanto, es necesario que se presente a dirección el día lunes para determinar las sanciones
    y medidas a las que Samuel ha sido acreedor.

    Le sugerimos atentamente, desinfectar el teclado y la pantalla, antes de teclear su respuesta
    de confirmación a la cita.

    Atentamente; Alacrángel, director de contenidos e interacciones con humanos

    Le gusta a 1 persona

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