Versus – Wicked

En el arte, así como en la vida diaria, hay personajes que merecen una segunda y en ocasiones, una tercera oportunidad. Hay historias que son tan significativas que pueden –y merecen– ser contadas muchas veces desde todas las perspectivas posibles. Hay obras que al paso del tiempo se vuelven interdisciplinarias. Y hay autores, que a través de su oficio, son capaces de inspirar a nuevos autores a desarrollar nuevas visiones de una misma imagen o de un mismo tema.

El mago de Oz (1900, Lyman F. Baum) es uno de esos casos en que aquellos que se acercan a su entorno suelen llenarse de inspiración y entregar nuevas obras con distintos resultados.

Desde las películas-anime de 1982 y 1986 que tuvieron la banda sonora a cargo de Joe Hisashi, versiones alternativas en Broadway, una película en 1939 con Margaret Hamilton ofreciendo la que, hasta la fecha, ha sido la mejor interpretación de la malvada bruja del oeste, hasta caricaturas cyber punk u orientadas a un público adulto conforman las principales adaptaciones del libro, siendo unas más apegadas que otras a la versión de Baum.

En 1995 Gregory Maguire publica Wicked: memorias de una bruja mala, dando un origen y estableciendo un contexto a La Malvada Bruja del Oeste; personaje emblemático del Mago de Oz. El nombre que le dio a la joven bruja fue Elphaba Thropp y en el 2003 su novela es adaptada para llevarse al teatro musical con el nombre de Wicked: the untold stoty of the witches of Oz.

Canciones de Stephen Schwartz y libreto de Winnie Holzman compactan la novela de Maguire en poco más de dos horas a través de once canciones en el acto 1 y diez canciones en el acto 2.

El reparto original, comandado por Idina Menzel (Elphaba) y Kristin Chenoweth (Glinda) ha ido cambiando dependiendo del año y de la ciudad de presentación. Wicked se ha convertido en una franquicia que permite contar la misma historia en distintos países mediante sus propios actores y en su idioma natal.

¿De qué va la historia?

Mientras que en el libro el hilo central es Elphaba, en el musical la dualidad, o más bien, el contraste entre Elphaba y Glinda abarca la mayoría del espectáculo.

En Wicked, al igual que en infinidad de obras, la empatía de la audiencia hacia los personajes principales es conseguida a través de mostrar el sufrimiento de los mismos; sus abandonos, sus vergüenzas, sus miedos, sus frustraciones, sus búsquedas, sus sueños. Una vez conseguida la empatía comienzan los puntos de quiebre: sus elecciones frente a dilemas éticos y problemas sociales. ¿Callar frente a la injusticia o alzar la voz? ¿Rebelarse o ceder ante el autoritarismo?

Sin duda las ilusiones son el motor de las decisiones de los personajes principales. Las ambiciones de unos representan traiciones para otros. Las tragedias y la suerte ponen a prueba ese frágil concepto de amistad. La insinuación de que el padre biológico de Elphaba es el Mago presentada en el libro de Maguire permanece en el musical. Al igual que los coqueteos al origen del León cobarde, el Hombre de hojalata y el Espantapájaros. La gran ausencia es la “alergia” de Elphaba hacia el agua, compensada tal vez por las exactas representaciones de la relación con su hermana o con Fiyero, personaje introducido por Maguire que embona de manera precisa a la historia.

¿El musical vale la pena o es válido? Pues sí: el musical vale la pena, no sólo por contenido, sino por la reflexión que deriva del mismo: ¿Todas esas chicas con el pelo pintado de verde que vandalizan paredes habrán tenido un pasado cruel o un presente terrible que explique su nivel de resentimiento? ¿Se sentirán igual de rechazadas? ¿Buscan el bien o buscan solventar el dolor, las carencias afectivas y la necesidad de atención? ¿Vivimos en una realidad alterna dónde Elphaba Panini se quedó con Fiyero Garza y Glinda Luna murió de tristeza? ¿Somos capaces de reconocer nuestros prejuicios? ¿Estamos dispuestos a cambiarlos? ¿Estamos dispuestos a desafiar la gravedad y romper los límites que otros nos impusieron?

Que cada quien elija sus reflexiones y sus respuestas de acuerdo a su nivel de consciencia.

 

 

Carlos Treviño Sierra «Alacrángel»

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