Es normal que las personas ganen prestigio en lo que hacen o en alguna particularidad especial, y de ahí tanto apodo, lo que en algunos genera curiosidad por saber el origen de tales epítetos.
Anestesia es una enfermera graduada quien optó por quedarse trabajando, por lo general de noche, lo que le ganó el apodo de Trotamundos ya que han sido muchas sus experiencias ocurridas a lo largo de su trayectoria. Lo de Anestesia se debió a un viejo paciente quien, a más del servicio hospitalario, tuvo el placer de disfrutar el momentáneo afán de ella una noche fría. Aunque algunos aseguran que era debido a que cuando ella aplicaba una inyección o buscaba una vena, era tanta su práctica que ni se siente; y de ahí doña Anestesia. Otra versión es la de un nuevo médico quien también fue beneficiado en horizontalidad por los maravillosos cuidados de la jefa de turno; mejor maestra que aquellas de la calle. Sean cuales fueren las versiones sobre la enfermera nocturna, ella sabe bien su oficio y cómo satisfacer a todo aquel que la urge. O a ella le parece.
Como es costumbre, muchos funcionarios y trabajadores acumulan vacaciones para luego, cuando las piden, lograr un mejor disfrute. Hasta que doña Anestesia se resuelve a viajar, las pide y echa pa´ la costa, donde en el restaurante conoce a un sujeto de ojos azules y hablar enredado, quien se adelanta a pagar la cuenta a fin de lograr una oportunidad de galantearla. Ella, al ver su actitud, se queda observándolo un instante y la cara de limón agrio cambia y espera a que el extranjero hable. El hombre, viendo que no le es indiferente, se acerca con la mano extendida y le dice “Mucho gusto, señorita, de antemano le ruego me disculpe por no saber hablar bien en español. Justamente acabo de llegar a conocer este país y no conozco a nadie. ¿Aceptaría usted hacerme el honor de ser mi guía?” De nuevo, ella lo mira fijamente y responde “Qué casualidad, también acabo de llegar y soy una extraña, no conozco a nadie, tanto que me dan ganas de ir a pedir empleo como enfermera profesional y así cuidar mis pesitos. No obstante, no quiere decir que no escuche propuestas”. De nuevo el extraño dice “Entonces, ¿se le apunta a servirme de guía por unos días?”. Ella sonríe y él, al ver esa dentadura, se anima “Qué dentadura más preciosa; espero que su novio, no se oponga a dejarla ir con un extraño que acaba de llegar”. “La verdad, soy soltera y no tengo novio, ni quién me atormente la vida; lo que hace que le diga sí; ahora fije usted las condiciones. Mi nombre es Ana pero alguien me cambió el nombre por Anestesia y así me dejaron.” De nuevo, el galán dice “El mío es Cristóbal Colón pero no pariente de ese que se perdió en el mar y los vientos lo trajeron a América sin siquiera imaginar dónde estuvo”. Ella ríe, y otra vez impresiona al norteño turista. Finalmente, este propone que salgan a conocer y si ve que algo no le gusta le paga dos salarios por el día y partes y novedades, nada ha pasado, lo que ella acepta.
Toda la tarde la dedican a visitar el Castillo san Felipe y el Palacio de la Inquisición; en la noche van a cenar. Ya oscuro, el míster le pregunta a Ana “¿Has dormido alguna vez en una lancha?”. “No, pero para todo hay una primera vez, ¿y por qué la pregunta?” “Pues hoy podría ser la primera vez, ¿te le apuntas?” “Va pa´ esa, vamos”.
Al llegar al muelle la pareja, Ana se sorprende al ver la lancha. Ella pensó que se trataría de una simple lancha pero lo que ve ahora no es una lancha, es un lujoso barco donde tal vez el dueño no les permita abordar pero, sigue detrás del extranjero. Ya dentro de la nave ella dice “Esto no es ninguna lancha” y él le interrumpe con “Si te pinto un cuadro difícil de explicar seguramente te negarías a subir. Tengo el gusto de invitarte a conocer mi casa ya que no tengo a nadie en el mundo, desde la pérdida de mi esposa opté por comprar este barco mientras aparece alguien a quien le guste para habitar; y no te echo más cuentos. Si gustas, vamos hacia donde digas y a partir de este minuto me convierto en tu servidor, y lo que tú hagas o digas, eso haremos ¿queda bien así?”. “Sólo hay un inconveniente y es mi maleta; la que quedó en el hotel y no tengo con qué cambiarme.” “No digas más, vamos a coger un taxi; y recogeremos tu maleta, ¿de acuerdo?”. “Como digas está bien”.
Al regresar al barco despegan y se dirigen hacia Aruba donde anclan, y de nuevo Cristóbal pregunta: “¿Dónde quieres dormir, aquí o vamos a un hotel, donde te dejo, o te hago compañía?”. De nuevo Ana piensa, y dice: “Corro el riesgo contigo; y además, me pareces atractivo. Si no te lo dije antes; fue para que no me tomaras como una aventurera; aunque no posea recursos, no me considero una vulgar callejera”. “Espero no me tomes por un oportunista, y si en algo te he ofendido, no fue esa mi intención.”
Ya en los camarotes; Cristóbal le enseña el baño a su invitada; y le pide escoger dónde acostarse. Amanece, y antes de ir al baño, Ana va a la cocina y prepara un par de tintos; y antes de despertar a su anfitrión, en voz baja pregunta: “¿Se puede?”, al tiempo que él se descobija; y le pregunta cómo amaneció. En seguida, ella toma la ducha; y como no tuvo la precaución de buscar una toalla; sale en busca de una, sin preocuparse cómo va. Enseguida, es él quien entra a la ducha; aunque va provisto de lo necesario; y ella le pregunta: “¿Te llevo algo?”, al tiempo que se planta al pie de la puerta; y le pasa una toalla. Ya listos para salir, Cristóbal invita a su guía a desayunar; y le dice: “¿Deseas que tomemos una habitación; o simplemente comemos fuera del barco?” “Creo que, no tenga objeto malgastar dinero en un hotel, contando con un elegante barco; y además; no sabemos cuánto tiempo vamos a estar aquí; aunque podríamos aprovechar la playa; y darnos un chapuzón antes de regresar”. Para el desayuno; eligen una cafetería; donde charlan un rato; y él pregunta: “Si no es indiscreción, ¿Por qué una mujer tan atractiva esté soltera?”. “Atractivo tú, y te podría preguntar lo mismo; aunque, te respondo. De joven, estando en la universidad; me casé con un médico; y antes de cumplir dos años de casados; lo sorprendí con mi mejor amiga en la cama; lo que me llevó a presentar pruebas para obtener la aprobación del divorcio; y es tan cínico, que siguió insistiendo en volver juntos. Eso, me hizo venir de Medellín; y ya graduada; me dieron trabajo en el Hospital principal de la ciudad. Eso hace tres años; lo que me llevó a pedir vacaciones acumuladas; y aquí estoy, como supuesta guía de un elegante caballero norteamericano. Ahora, cuéntame tu historia”. “Al regresar de Corea; me casé con quien fue mi primera novia en la secundaria; y antes de los seis meses; estábamos pescando tiburones en otra embarcación; y cuando menos pensamos; uno que ya casi teníamos dominado, saltó, y volvió a caer al agua con mi esposa dentro de sus fauces; y nunca más, la volvimos a ver. Eso hace seis meses, y opté por vender la casa; y dedicarme a vivir solo; hasta que te vi en el restaurante; y el resto ya lo sabes, soy un simple vago; que voy por el mundo sin consuelo.” Ana se queda pensativa; y con cierta diplomacia, lo observa, ve que por su rostro, ruedan un par de lágrimas; y dice; “Lo siento; aunque lo raro, es que no haya aparecido alguien que mitigue ese dolor. Considero que, ya sea tiempo de afrontar la realidad; no sea que te pierdas solo en esta inmensidad de Mar”.
Un par de horas más tarde, vemos a Ana y Cristóbal disfrutando las cristalinas aguas marinas en la playa; y rodeados de innumerables bañistas. De regreso al yate, Cristóbal dice: “Disculpa el atrevimiento; pero, hacia años no veía alguien tan preciosa. Tienes una estructura de reina; sin con esto, pensar que te esté asediando. Eres una escultural criatura. Aunque, no olvides por las que estoy pasando; y no se sabe cuánto tiempo más tendré que resistir esta dolorosa soledad” Ana recapacita, y dice: “Eres tú mismo quien decida; y si lo que ves al lado no te sirve; pues, no hay razón para quejarte. Permíteme como guía; que te ayude a conseguir alguien que se resuelva a ayudarte; ahora mismo, regresamos donde acabo de ver mujeres bellas disponibles. Alguna habrá entre esas; que te pueda ayudar”. “No es para tanto; y la que acabo de contratar; llena mis ilusiones. Eres agresivamente hermosa; aunque, deberías ser tú, quien me ayude a vencer el miedo de abordarte. No esperes que sea el sujeto que se atreva a violentarte. Serás tú, quien tome la iniciativa; y de ese modo; pueda volver a ser un hombre útil a la empresa; la que quiero que conozcas cuando vayamos a USA. No se te ocurra pensar que todo esté acabado. Soy consciente que la amaba; pero, si superé una guerra; es señal de que todavía tengo que luchar por respirar; y tú podrías ser esa que me ayude.” Al terminar esas palabras, Ana le extiende su mano a Cristóbal; quien, sin vacilar, le estampa un beso en ella. La reacción de ella, es ofrecer sus labios, hasta que alguien dice. “Por favor señores; despejen la calle, que no están solos”. Llegan al yate; y olvidan a qué venían, y a cambio, ya tienen motivo suficiente para hacer planes distractores. De nuevo se duchan, luego se cambian, y disponen volver a salir hacia el restaurante de la cafetería. Luego de regresar, van a la tienda; donde deberán proveerse de alimentos y agua para navegar hacia la isla de Cuba.
Ya en Altamar; Cristóbal empieza a enseñarle el manejo del barco a Ana; quien luce un diminuto traje de baño de una sola pieza; el que impide una perfecta concentración al capitán; quien quiere llegar al anochecer a la isla prisión antillana. A cada rato, el observa la piel canela de la bestia que conduce la embarcación; lo que hace que, la soledad de Cristóbal disminuya; aunque, aumente el gritar de sus neuronas. No hay duda que, esa criatura, enceguezca la mirada del navegante solitario de antes; ahora, esperando el crucial momento de la llegada a puerto seguro.
Alonso Echeverri Salazar