Game Over

CAPÍTULO 1

El coche donde viajaba Carlos era un modelo Gremlin amarillo. Su madre lo estacionó a las puertas del centro comercial “Plaza Infinito”. La señora usaba un peinado con rizos gruesos y despeinados y una blusa anaranjado fosforescente. En el estéreo del vehículo sonaba “Tímido” de las Flans. Carlos usaba una playera de “He-Man y los amos del Universo”. Era una tarde de viernes de 1987. Tenía catorce años, doscientosmil pesos en su bolsa y toda la vida por delante. Esa vida no podía ser más perfecta. Su madre dijo que lo recogería en tres horas. Carlos le dio un beso a su madre en la mejilla y entró al centro comercial. Había mucho qué hacer: jugar Pac-Man, ver una película o comprar un disco.
Las puertas del centro comercial se abrieron ante él. Sonó desde algún altavoz “Safety Dance” de Men without hats. A su izquierda vio el cine donde se exhibía “Los muchachos perdidos”. Miró a un vendedor de palomitas, moviendo su carro rojo y amarillo. Subió por las escaleras eléctricas hasta la planta alta. El cubo rubik de un niño cayó desde el tercer piso.

—¡Hola, Carlos! —lo saludó Estela, la chica de tercero de secundaria que le gustaba. Nervioso, devolvió el gesto.
Caminó rumbo a la derecha y vio a Daniel, el nerd de la clase. Sostenía su navaja de los scouts y la enterraba en su Game Boy. Aquel niño era demasiado raro. Todo el tiempo hablaba sobre películas de viajes en el tiempo y su único tema de conversación era “Volver al futuro”. Carlos se recargó en el barandal, mirando a un Mc Donald’s, aquellos restaurantes que acababan de llegar a México. No se dio cuenta que decía “Frágil” y “No se recargue” hasta que se rompió y cayó de una altura de veinte metros. Cerró los ojos y apretó los dientes instintivamente.

 

CAPÍTULO 1

Abrió los ojos. Estaba en el asiento trasero de su coche, un Gremlin amarillo. Su madre lo estacionó mientras escuchaba “Tímido” de Las Flans. “Paso por ti en cuatro horas” dijo.
—¿Qué puta mierda? —dijo.
—¡No digas groserías! —le regañó.

Con las piernas temblando, caminó rumbo al centro comercial. Sonó “Safety Dance”. A la izquierda del  centro comercial se exhibía “Los muchachos perdidos”. Intentando averiguar qué pasaba, se sentó en el suelo, permaneciendo así por varios minutos.

De súbito, un cubo rubik le cayó en la cabeza. Vio pasar a Estela, la chica que le gustaba, gritando: ¡Hola, Carlos!

Se puso de pie, levantando la cabeza alcanzó a ver al niño raro de la escuela jugando con su Game Boy y enterrándole una navaja. Carlos salió corriendo del centro comercial hasta el estacionamiento.

Fue entonces cuando un camión Ruta 100 se acercó a él, sin frenar. Carlos apretó los dientes y cerró los ojos, preparado para sentir el impacto.

 

CAPÍTULO 1

El Gremlin amarillo se detuvo a las puertas del centro comercial “Infinito”. Sonaba en el estéreo “Tímido” de las Flans.

—Me carga la chingada. Ya me morí dos veces —dijo—.Y ya resucité, puta mierda.
—No digas groserías —le regañó su madre—. Y no andes diciendo que te moriste, que esto no es un videojuego de esos de Nintendo.

Salió del coche. Pensando en qué demonios estaba sucediendo. Corrió hasta la entrada del centro comercial y escuchó “Safety Dance”. A su izquierda la gente se formaba para ver “Los muchachos perdidos”. A su derecha Estela, la chica que le gustaba, lo saludó: ¡Hola, Carlos!

Entonces divisó a Daniel, jugando con su Game Boy, enterrándole una navaja al compartimento de las baterías. Desesperado, corrió al extremo opuesto del centro comercial. No se fijó en el cubo rubik en el suelo, que lo hizo resbalarse y caer boca arriba, al suelo.

Cerró los ojos, mientras quedaba inconsciente.

CAPÍTULO 1

El Gremlin se detuvo frente al centro comercial. Esta vez Carlos salió a toda velocidad, sin despedirse de su madre. Sonó “Tímido” de las Flans. Esta vez rodeó el centro comercial por la parte trasera y subió por el elevador.

La gente salía de la función de “Los muchachos perdidos”.  Nunca esperó toparse con Daniel, quien sostenía su Game Boy.

—¡Funcionó! —dijo, en un tono que a Carlos no le gustó nada. Parecía el de un científico loco, el de un demente que acaba de crear un virus letal o revivir a un cadáver con la ayuda de una tormenta… o en el peor de los casos, de modificar el tiempo.
—¿Tienes algo que ver con lo que está pasando? ¡Vas a ver, pinche Daniel, o me explicas o te parto tu madre!
—No hay mucho que explicar. Acabo de conectar el Game Boy a la realidad como la conocemos. Ya no tenemos que madurar ni estudiar, podemos tener catorce años eternamente. ¿Apoco no está pocamadre? Allá afuera ya es 2020. Aquí sigue siendo 1987. Podemos ver por siempre “El Auto increíble” y escuchar a Michael Jackson. Incluso si morimos regresamos al punto donde conecté mi Game Boy a la realidad.

En el otro extremo del centro comercial, escucharon caer un cubo rubik.

Ahora sonaba “Time after time” de Cindy Lauper. “Safety Dance” terminó.

—Cambia esto. Te exijo que lo cambies, pinche Daniel —amenazó Carlos.
—Ni madres. Yo quiero quedarme en los ochenta por siempre. Oblígame.

Carlos saltó al cuello de Daniel y lo derribó, comenzando a golpearlo. El agredido sacó su navaja y se la enterró en la garganta tan profundamente que comenzó a soltar borbotones de sangre. De nuevo cerró los ojos y cayó al suelo.

 

CAPÍTULO 1

El coche donde viajaba Carlos era un modelo Gremlin amarillo. Su madre lo estacionó a las puertas del centro comercial “Plaza Infinito”. La señora usaba un peinado con rizos gruesos y despeinados y una blusa anaranjado fosforescente. Del estéreo del vehículo sonaba “Tímido” de las Flans. Carlos usaba una playera de “He-Man y los amos del Universo”…

 

Bernardo Monroy

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