Vida Eterna

En un enorme castillo
Rodeado de espesa niebla
Un anciano cierra un libro
Bajo la luz de una vela

El firmamento nocturno
Coronado por la luna
Contempla con sus mil ojos
El andar de una figura

Es el anciano solemne
Que con pasos decididos
Va internándose en el bosque
Con su vela y con su libro

Sopla el viento frío del norte
Mueve en el bosque las ramas
Pero el viejo sigue andando
Y su vela no se apaga

Entre el silencio silvestre
Se escucha ulular un búho
El crujido de las ramas
Y el lejano aullar de un lobo

El anciano llega a un claro
Y se inclina ante una piedra
Bajo la luz de la luna
Al fin se apaga la vela

Dando vuelta con sus dedos
A las carcomidas hojas
El anciano halla el conjuro
Escrito con letras rojas

Al rededor de la piedra
Con una nudosa rama
Traza cinco líneas rectas:
Un perfecto pentagrama

De su túnica raída
Saca un mechón de cabello
De un color rojo brillante
Cual vivaz rubí de fuego

Recita grave y solemne
En una lengua olvidada
Bajo el manto de la noche
Misteriosa y constelada

Aquel arcano conjuro
Conocido en Hiperbórea
Para brindar a los muertos
Forma, consciencia y memoria

Luego de un breve silencio
Ya terminado el conjuro
Se alza frente al viejo mago
Una columna de humo

Una forma alta y esbelta
Neblinosa e irreal
Contempla al anciano brujo
Con nostalgia espiritual

El anciano alza la vista
Y su mirada se enciende
El hielo azul de sus ojos
Por sus mejillas desciende

“Espero que estés consiente
Que pronto he de regresar”
Dijo la esbelta figura
Con voz preternatural

“Amada” clamó el anciano
“Después de siglos sin verte
¿Será capaz el destino
De llevarte nuevamente?

“No el destino, viejo amado.
Este ya no es mi lugar.
Yo he de volver a la muerte
Que no puedes alcanzar”

La figura se tornó
Nuevamente en humo informe
Hasta desaparecer
Ante el impotente hombre

El anciano, cabizbajo
Solo de nuevo en el bosque
Alzó sus húmedos ojos
Hacia la impasible noche

“Mis poderes y conjuros
Capaces de mil proezas
Me brindaron el secreto
De alcanzar la vida eterna

Maldita sea aquella hora
Maldito sea aquel momento
Que logré vivir por siempre

Pues jamás podré alcanzar
A mi amada al más allá
En el sueño de la muerte”.

 

Jorge Sánchez

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