Estaba bastante nerviosa mientras Dylan la guiaba entre los pasillos fosforescentes del lugar, la luz neón parpadeaba y la música se escuchaba aun a través de las paredes, todo el lugar parecía demasiado psicodélico.
Llegaron por fin a la última puerta, al traspasarla Maggie se encontró de pronto en una habitación silenciosa y con una luz baja, muy contrario a lo que había visto antes; todo el cuarto, incluidas las paredes y el techo, estaban tapizado por una suave alfombra borgoña. Frente a ella una mujer de piel pálida y un largo cabello morado tan iridiscente como las luces de afuera, sus ojos del mismo color llamativo. Estaba sentada de manera ostentosa en un gran sofá que más le recordaba a un trono que a otra cosa.
—¿Pero qué tenemos aquí? ¿Cuál es tu nombre?
—Soy Margaret… aunque la mayoría me dice Maggie… —estaba nerviosa si no asustada por la altivez que mostraba la mujer.
—¿Maggie? Eso suena como el nombre de un gatito, bueno gatita ¿Qué es lo que haces aquí?
Con algo de nerviosismo Maggie volteó hacia Dylan pero este había desaparecido, estaba a solas con aquella extravagante mujer —Yo… estaba buscando diversión…
La mujer pelimorada la silenció con un gesto —¡Bah! Eso puedes considerarlo fuera de estas paredes. Reitero mi pregunta ¿Por qué estás aquí frente a mí?
—Me dijeron que… que tú podías ofrecer diversión… directa… en los circuitos.
Maggie tartamudeaba, aunque en realidad no era por vergüenza de lo que pedía, sino porque no sabía qué tanto podía confesar sin parecer culpable. Orión, la mujer de cabello y ojos morados, comenzó a reír ante el miedo que mostraba la joven, casi parecía real. No hacía mucho que los humanos habían logrado alargar su vida por medio de la experimentación científica, injertando en los pequeños cerebros de los embriones una serie de circuitos eléctricos que modificaban el ADN al grado de “ordenar” a las celular que no detuvieran su duplicación, logrando así cancelar el envejecimiento a cierta edad, además de que al estar conectado directamente en los cerebros podían tener un sinnúmero de utilidades más al estar conectados a la consciencia. Así, los llamados “circuitos” evolucionaron hasta que era como si la gente tuviera uno de esos antiguos teléfonos inteligentes ya directo en la cabeza, que podía controlarse a voluntad o con algunos movimientos de la mano.
—Me… Dylan me contó que tú… que podías hackear los circuitos de las personas y darles lo que desean… un placer inimaginable.
—Así que Dylan anda contando mi secreto. Bueno, pequeña gatita, él te ha traído a mí así que dime ¿qué es lo que deseas?
—Sé que puede crear la sensación de cualquier droga multiplicada de manera exponencial, y que puedes crear una fantasía que haga feliz al cerebro por varias horas.
—Así que quieres que te hackee —Orión movió un poco su mano y de la punta de sus dedos salieron chispas rosáceas.
Maggie intentó decir que sí pero tuvo que carraspear un par de veces.
—Sí… eso quiero.
—¿Aunque sea ilegal que alguien más entre en tus circuitos? A menos claro, que sea perteneciente de los altos mandos —añadió como casualmente.
—¿Por qué lo haces si es ilegal? —se dio cuenta de su error al notar la sonrisa irónica de la chica, que se levantó y comenzó a rodearla.
—En realidad, jamás he afirmado que pueda hacerlo o que lo haya hecho antes.
—No me importa, yo quiero experimentarlo y si tú puedes ayudarme no me importa si es legal o ilegal.
—¡Vaya gatita feroz me ha traído Dylan! Veamos pues qué tienes para mí.
—Espera… ¿cómo lo haces? —preguntó Maggie insegura, si la dejaba entrar a su circuito tendría las pruebas que necesitaba, pero no si no lograba sacarla estaría perdida.
—Es como si le preguntaras a uno de esos anticuados vendedores de drogas cómo las hacían, es inútil. Si de verdad lo deseas sólo siéntate y déjate llevar.
Sin estar muy segura Maggie se recostó en uno de los divanes del lugar, se había metido en la boca del lobo pero cuanto antes lograra dilucidar ese caso, antes podría seguir investigando lo que realmente le importaba. Suspiró mientras echaba la cabeza hacia atrás para que descansara en el respaldo del sillón. Orión se colocó detrás de ella y movió la mano derecha junto a la sien de la más chica, Maggie sintió el tirón, todo a su alrededor se desvaneció y se encontró de golpe cayendo en el vacío. Intentó sujetarse a algo peor ya no había nada. Mientras caía pasaron algunas imágenes de su pasado muy rápido, imágenes de su madre, de cuando ingresó a la academia y cuando se recibió como policía. Cayó de pronto en el centro de uno de aquellos clubes de pelea clandestino que tanto odiaba, encerrada en la jaula hexagonal. No podía ver el rostro de la gente a su alrededor, podía escuchar el abucheo de la muchedumbre, cómo la animaban a pelear hasta morir. La jaula se abrió por un lado y entró Orión, ahora su cabello era un largo mohicano color azul rey y de nuevo sus ojos eran del mismo color. Llevaba la ropa desgarrada de aquellos que eran obligados a pelear.
—¿Así que esta es tu verdadera personalidad, gatita?
Se dio cuenta entonces de que llevaba ahora su uniforme de policía, afortunadamente también tenía su arma. La desenfundó y apuntó a la otra mujer sin titubear, pero ella ni siquiera le prestó atención mientras observaba a su alrededor —Soy la oficial Margaret Forest, y estás bajo arresto por intrusión y hackeo de circuitos.
Pero Orión sólo rió y con un movimiento de su mano hizo que el arma se evaporara.
—Y ahora entiendo por qué te mandaron a mí —Orión señaló hacia el palco del campo de batalla, desde donde las sombras de los altos mandos del gobierno se podían percibir.
—Yo no… ellos no me… —Maggie estaba confundida. ¿Qué era todo eso? ¿Cómo era posible?
—¿Crees que no conozco la verdadera identidad de Dylan? Se supone que él me vigila aunque en realidad es a la inversa.
—No entiendo qué pasa…
—No importa que lo hagas, todo ha terminado. Ahora te quedarás aquí atrapada.
Dio la vuelta para volver a salir de la jaula cuando Maggie intentó golpearla, pero la figura de Orión desapareció para reaparecer a su lado. Maggie repitió el intento dos veces pero con los mismos resultados inútiles.
—Recuerda que yo controlo este lugar —continuó Orión—, tal vez estemos en tu mente pero el control es mío, gatita, así que sé dócil. ¿Quieres?
“Estamos en mi mente, el control no lo debería tener ella”. Cerró los ojos para concentrarse en esas palabras. Cuando estuvo segura volvió a abrir los ojos y los clavó en Orión, ahora ella tenía el cabello verde, corto y todo parado ¿Qué tenía esta chica con su cabello? Bien, para poder salir de ahí sólo necesitaba ganarle a esa bruja hacker, ganarle como había tenido que hacer su madre muchas veces en un escenario similar hasta que por fin no pudo ganar y murió. Maggie canalizó todo aquel odio hacia Orión mientras lanzaba un nuevo golpe.
Orión intentó desvanecerse pero le fue imposible y recibió por completo el golpe de Maggie, antes de que aquella pudiera reaccionar estaba en el suelo con la chica sentada sobre ella, lanzándole golpes a diestra y siniestra sin darle oportunidad de recomponerse. Siguió golpeando mientras la escena a su alrededor comenzaba a cuartearse, cada nuevo golpe trastornaba aún más su entorno.
—¡Detente! Maldita sea ¡Basta! Te dejaré salir… —pero era muy tarde para hacerlo. Con un último golpe todo a su alrededor se quebró y comenzó a caer como si de un vidrio roto se tratara. Terminó en un lugar completamente oscuro, solamente se escuchaba una baja melodía de fondo, tan baja que no podía entender lo que decía, aunque parecía estar en otro idioma, era lenta y cadenciosa al grado que le ponía los nervios de punta. Y, al fondo, el sollozo de una figura que permanecía ovillada en el suelo. Sin tener ningún otro punto de referencia Maggie comenzó a caminar hacia ella. La criatura resultó ser en realidad una mujer joven, casi una chiquilla, completamente desnuda que mientras sollozaba intentaba cubrirse la cabeza con sus brazos flacos. Esto se debía a la calvicie completa que presentaba, cuando se acercó más Maggie se percató de las cicatrices que cubrían toda la parte de la cabeza. Cuando llegó a su lado la chica levantó la vista y Maggie se sorprendió al reconocer a Orión en sus ojos, aunque ahora estaban por completo desprovistos de esa típica expresión irónica y despectiva.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste? Vete, vete, vete… —repetía Orión constantemente.
Maggie no pudo resistir, a pesar de todo lo que ella le había dicho y hecho no podía soportar ver a alguien sufriendo en ese estado. Se arrodilló junto a ella e intentó quitarle los brazos con los que se cubría para que la viera.
—Basta, no voy a irme, no voy a abandonarte —le dijo.
—¿Por qué lo harías? Sólo soy un monstruo —le contestó la chida en el suelo—… debes irte…
—No voy a irme sola, ven conmigo —intentó levantarla pero ella no ponía de su parte—. Vamos, Orión, no puedes quedarte aquí de esta manera.
—Yo no soy Orión, ella es la que me encerró aquí.
—¿Quién eres entonces?
—Me llamo Hazel, yo soy…
—Parte del pasado solamente —las interrumpió una voz más fuerte, Orión se acercaba con su paso altivo a ellas—. Tú no comprendes, gatita ¿cuántas vidas debe quitarte la curiosidad para que aprendas?
—¡No puedes solamente dejarla aquí!
—Olvidas que esto es sólo una prospección, Gatita. Además, ella no podría sobrevivir fuera de aquí, es por eso por lo que la mantengo aquí.
—Eso no puedes saberlo…
Orión se acercó y acarició la cabeza calma de su yo pasado, comenzaron a sucederse imágenes en su entorno, flashazos de hospitales, de herramientas que entraban y salían de su cabeza. Hombres y mujeres que hablaban sobre ella, pero no con ella, y la canción se había intensificado hasta ser francamente horrible.
Pasaron así sólo unos instantes, aunque fueron suficientes para que Maggie cayera al piso, sujetando sus oídos en un intento inútil de detener las imágenes y los sonidos. Cuando todo se quedó en silencio sintió la mano de Orión sobre su hombro.
—Ella no tiene control alguno, y dado que es la fuente de mi poder no puedo dejar que se pierda. Esta es la mejor manera en la puede existir.
—¿Qué diablos te pasó? —Maggie estaba demasiado impresionada como para reaccionar.
—Ven, es hora de salir de aquí —Orión le tendió una mano, al tomarla Maggie sintió de nuevo aquella sensación de caída y de pronto despertó en su propio cuerpo.
No se habían movido de aquella habitación donde Orión la había recibido, ella se recostaba en ese momento y bajaba la mano con la que se había conectado a ella. Antes de que pudiera contenerse o decir algo, las lágrimas comenzaron a brotar de Maggie. Se cubrió el rostro avergonzada, no se suponía que una policía reaccionara así pero no podía evitarlo, ahora cada que veía a Orión podía ver también a la chiquilla que había sido. De pronto sintió el peso extra en el reposamanos del sillón en el que descansaba. Una mano tibia acarició entonces su hombro y viajó hasta su rostro para limpiar sus mejillas con ternura.
—No es necesario que derrames tus lágrimas por algo así, pequeña gatita.
—Pero tú eres Hazel ¿No es así? ¡Dime qué era todo eso!
Orión suspiró con pesadez antes de levantar su brazo, llevó la mano hasta su cabello púrpura y tironeó un poco de él hasta que la peluca salió de su lugar. Su cráneo estaba marcado por las mismas cicatrices que había visto en su mente.
—Debes de saber, o al menos de suponer, que para comenzar a utilizar los circuitos se debió experimentar para poder comprender su correcta instalación, uso y limitaciones.
—Experimentaron contigo —dijo apenas en un susurro, como si hablar más fuerte fuera una especie de profanación ante lo que le contaba.
—Conmigo y con muchos más, yo fui de las pocas que logró sobrevivir y escapar. Al inicio me persiguieron sin cansancio, mas yo podía acabar con cualquiera que se me acercara. Con el tiempo llegamos a una especie de tregua, ellos me permitían vivir y mantener mi negocio, y yo no los mataba, claro —rió como si la idea de poder matar a los altos mandos fuera divertida—. De vez en cuando, me envían a algunas personas que quieren hacer desaparecer, o bien de quien necesitan que obtenga algo de información. Yo les ayudo con tal de que me sigan dejando en paz.
—¿Te envían… a quienes quieren que mates?
—¿Y aun te preguntas porqué te autorizaron estudiar mi caso, gatita?
—¿Y qué es lo que harás conmigo?
—Bueno, no puedo dejarte ir simplemente, pero te has ganado la oportunidad de vivir, ¿qué te parecería vivir a mi lado en mi mansión del placer? Así podré vigilarte y tú podrás investigar a aquellos que me sean enviados.
Maggie lo pensó mientras veía aquellos ojos morados, en realidad no tenía ninguna opción para elegir, al menos no de momento.
—De acuerdo, me quedaré contigo.
—Perfecto, serás mi gatita mascota —Maggie torció los ojos, pero no había mucho más que pudiera o quisiera hacer.
Laurent Goldsmith