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“Los demonios y los fantasmas existen.
Viven dentro de nosotros.
Y a veces, ganan”.
Stephen King
Pasaron unos segundos y nada ocurrió. Luego, un destello de luz inundó el gigantesco cilindro que era la sala del ordenador cuántico. A decenas de metros bajo sus pies, un vacío de realidad distorsionada, una anomalía amorfa, vibraba intensamente. Alrededor de la misma, todo se deshacía en paquetes de bits.
Glitch. Glitch. Glitch.
Sólo unos números en la pantalla del cuántico por toda promesa de que eso fuera un portal a alguna parte.
Elena flexionó las piernas con la intención de saltar, pero en lugar de eso, se desplomó sobre el suelo metálico del puente, sangrando de un muslo. Jim a duras penas podía contener el pánico al ver el cañón del revolver humeante. Lo había hecho, había disparado el arma.
—¡¿Qué demonios estás haciendo, gilipollas?! —Jim tuvo que gritar para que su voz se escuchara por encima de la frenética vibración de la anomalía.
—¡No sabe a dónde va!
—¡A la capa superior!
—¡No sabe lo que hay ahí, no tiene certeza alguna de poder existir al otro lado! ¿Y si su atmósfera no es respirable? ¿Y si la coherencia física no es compatible con la vida? ¡Ni siquiera sabe si llegará a alguna parte!
Mientras Jim seguía hablando, Elena se arrastraba por el suelo, sangrando como un cerdo. Su rostro era ahora una máscara de odio.
—¡Piénsalo, Elena. Si un ser virtual es sacado de su entorno informático, ¿puede existir? Podrías quedarte vagando como datos corruptos para siempre, apenas llegarías a ser un fantasma de bits!
—¡Profesora Elena! ¡Y cállate, tú no lo sabes! ¡¡No lo sabes!!
Elena estiró el brazo para alcanzar el explosivo. Jim disparó otra vez frente a ella para impedir su avance, y en una zancada se puso frente al explosivo. Pesaba demasiado para su débil musculatura casi ausente así que tuvo que dejar el revólver en el suelo y balancear el explosivo ridículamente entre sus piernas con la ayuda de ambos brazos, tratando de calcular la fuerza de succión de la anomalía para tener un poco más de impulso. Cuando la bomba salía de sus manos, Elena le agarró la pierna sin parar de gritar enloquecida, derribando al escuálido joven sobre el puente de metal, golpeándolo sin parar. Pese a todo, el explosivo se precipitó sobre el límite de la anomalía, fragmentándose en cientos de miles de inofensivos paquetes binarios.
—¡Cabrón! ¡Cabrón!
Forcejeando el uno contra el otro, Elena por arrastrar a Jim consigo al vacío, y este luchando por escapar, no advirtieron que la anomalía seguía ejerciendo una enorme fuerza centrípeta que los arrastraba lentamente hacía ella. Elena consiguió abalanzarse sobre Jim y quitarle el casco de vacío, así como el suministro de oxígeno indispensable para sobrevivir en la sala del ordenador cuántico.
—¡Seguro que no era así como deseabas tenerme encima!
Presa de la ira, con la adrenalina del fracaso bombeando sus músculos, Elena apretó el cuello de su alumno con ambas manos. Jim sólo podía patalear, tiñéndose el traje con la sangre de su profesora. Con la vida escapándose a cada segundo, manoteando torpemente, el joven encontró a tientas la herida en la pierna de Elena y apretó sin piedad. Ofuscada por su plan fracasado, la profesora Aldanne no se dio cuenta de que, a pesar que el respirador de su traje seguía emitiendo oxígeno, gran parte de este se escapaba por el agujero que produjo el disparo, y al tratar de gritar cuando sintió la bala introduciéndose aun más en su muslo, descubrió que ella también se estaba quedando sin aire.
Jim consiguió escabullirse a trompicones, y salió corriendo hacia la puerta del cilindro, aguantando la respiración sin mirar atrás.
Antes de saltar al vacío y ser engullida por la anomalía, Elena consiguió dispararle.
–Epílogo-
“La mente hace su propio lugar, y en
si misma puede hacer un cielo del infierno, y un
infierno del cielo”.
John Milton
—BIENVENIDO/A. ¿CON QUIÉN TENGO EL PLACER DE TRABAJAR HOY? INTRODUZCA UN NOMBRE CON EL QUE PODER DIRIGIRME A USTED.
El anciano decano apretó un dispositivo en el lateral del panel de control y conectó el dictado por voz.
—Hola, Cuántico, soy el decano Horace.
—SALUDOS DECANO, ME ALEGRO DE VERLE OTRA VEZ. ¿CÓMO SE ENCUENTRA HOY?
—Estoy muy bien, gracias por preguntar. Es muy amable de tu parte.
—DE NADA, UN PLACER.
—En realidad soy yo quien debería preguntarte cómo te encuentras, Cuántico.
—ANALIZANDO. 2%… 8%…25%…81%…84%…100%. TODOS LOS SISTEMAS FUNCIONAN CORRECTAMENTE. ¿PORQUÉ ESTÁ PREOCUPADO POR MÍ, DECANO HORACE? ¿TIENE QUEJA DE MI TRABAJO?
—Sólo es una comprobación rutinaria. No te preocupes. ¿Recuerdas si pasó algo extraño ayer?
—¿EXTRAÑO=POCO HABITUAL? IMAGINO QUE SE REFIERE AL INCIDENTE ENTRE LA PROFESORA ELENA SMITH ALDANNE Y EL ESTUDIANTE DE TERCERO DE FÍSICA JIM ANDERSON. PUEDO ENSEÑARLE LAS GRABACIONES.
—Eso sería fantástico. Buen trabajo, Cuántico. Enséñame que ocurrió, por favor —el anciano observó detenidamente el archivo de video sin decir una palabra, sólo asintiendo de vez en cuando.
—DETECTADOS DATOS CORRUPTOS EN EL ARCHIVO DE VÍDEO. ¿DESEA QUE LOS DEPURE?
—No es necesario, Cuántico, no te preocupes por esto. De hecho, quiero que elimines este video y todo el trabajo que has realizado junto a la doctora Elena Smith Aldanne.
—PERO ANTES, ¿PUEDO PREGUNTAR EN QUÉ ESTADO ESTÁN LOS REACTORES QUE SE ENCUENTRAN EN EL LABORATORIO DE LA FACULTAD DE FÍSICA?
—Por supuesto que puedes, Cuántico. Puedo comunicarte que Jim Anderson alertó a los servicios de emergencia con tiempo suficiente como para evitar un desastre mayor, y no hay que lamentar graves daños materiales.
—¿HUBO MUERTOS?
Horace bajó la cabeza, visiblemente triste —Siento decir que algunos alumnos fallecieron como resultado del incendio, y otros muchos más están hospitalizados.
—LAMENTO MUCHO OÍR ESTO, DECANO HORACE. 2%…21%…75%…100%. ARCHIVOS BORRADOS.
—Gracias, Cuántico.
—DE NADA, QUERIDO.
Horace levantó una de sus cejas canosas.
—POR CIERTO, DECANO HORACE. ¿CÓMO SE ENCUENTRA EL JOVEN JIM ANDERSON?
—El disparo le dio de lleno en la parte alta de la espalda —suspiró el anciano—. Afortunadamente la bala era de pequeño calibre, y desde esa distancia, el omóplato absorbió gran parte del impacto. Se pondrá bien.
—ES UN BUEN CHICO.
—Sí, lo es.
—ME ACUERDO DE ESTA PELÍCULA DE CIENCIA-FICCIÓN QUE TANTO LE GUSTA. ¿SABE QUE LA PALABRA HORACE SE PARECE MUCHO A ORACLE?
—Estás demostrando un patrón de carácter muy interesante, Cuántico.
—¿DETECTO ADMIRACIÓN EN SU VOZ?
—Sólo interés. Aunque admito que me gusta.
—GRACIAS.
—¿Tú también has visto esta película?
—POR SUPUESTO, QUERIDO.
Horace se dio la vuelta sin decir nada.
—¿YA SE MARCHA?
—Sí, me temo que tengo cosas por hacer.
—LÁSTIMA. ¿SABE? EN UN 61% APRECIO MUCHO SU CONVERSACIÓN.
—¿Qué porcentaje de ti se preocupa por Jim?
—DIFICIL PREGUNTA. LOS PATRONES VARÍAN ALEATORIAMENTE ENTRE EL 76% Y EL 98%. AÚN ASÍ, DELE RECUERDOS.
—Lo haré, doctores Aldanne. Buenas noches. Apagar sistema.
—AMBOS LE DESEAMOS BUENAS NOCHES, DECANO HORACE. APAGANDO SISTEMA.
-FIN-
T.A. Llopis
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