La piel que habito.

Amo el cine de Almodóvar. Cuando me pidieron que reseñara La piel que habito me sentí halagado. Me dijeron que se trataba de un especial por el mes del orgullo gay y porque la película roza, levemente, la ciencia ficción. Bien, acudieron a la persona indicada.

El cine de Pedro es por autonomasia la expresión de las sexualidades diferentes, vale, fuera del heteropatriarcado. Podemos mencionar: Tacones lejanos, la Mala educación, la Ley del deseo, Todo sobre mi madre, Hable con ella y la que este texto reseña: La piel que habito.

Tal vez la reseña te eche a perder la película si no las visto ya que te revela cosas que sería fantástico descubrieras en una sala de cine, o en streaming, o en un blue ray. Advertidos.

La película cuenta la historia de Vicente, un chico que vive la vida loca, heterosexual pero loca, y de Robert, un médico genio que viene de un pasado bastante turbulento.

Los personajes que orbitan en torno a esta pareja son igual de interesantes e intensos: Una ama de llaves, Marilia, que esconde un par de secretos y un par de hijos. Zeca, un tipo carnavalesco disfrazado de tigre y todo maldad. Norma, hija del doctor, con graves traumas psicológicos causados por el encuentro con su madre, Gal, la esposa de Robert, que sufrió graves quemaduras en un accidente de auto tras huir con un tipo abandonando al doc. Sólo en esta breve sinópsis la trama enreda a los personajes como un vestido de flamenco.

La ciencia entra en la práctica del médico Robert, la ficción llega con sus procedimientos tan ilegales como milagrosos; el ejercicio de la medicina clandestina en el sótano de su mansión, el trasplante de rostros, el cultivo de una piel mejorada, y hasta la doble hélice de los créditos finales. Diseñar una piel que pueda resistir quemaduras y ser mucho mejor que la piel humana es un anhelo por múltiples causas, para ello necesita a un conejillo de indias que la trama se lo pondrá en charola de plata.

Toda la película es un tour de force, una avalancha donde un pequeño acontecimiento desencadena todo lo demás. La hija del doctor, reponiéndose de sus traumas liga con Vicente en una boda. Donde por cierto, canta una de mis intérpretes favoritas: Concha Buika, la amé. Regresando a Vicente, este anda «hasta el culo» de droga y en su contacto con Norma, que técnicamente ella anda en las mismas circunstancias, se da un mal entendido que daría para un áspero debate feminista: ¿Hubo o no violación? Almodóvar es malo, casi casi perverso porque deja abierta la especulación en este asunto, gracias al cual se detona la acción siguiente.

Pensando que su hija sí fue violada, el lector/espectador tendrá la última palabra, el doctor decide ejercer la justicia por su propia mano, con bisturí en ella. En algunas partes a los violadores los castran químicamente, el director y el personaje llevan el castigo un poco más allá: a una operación transgénero.

Y es aquí donde reconocemos la mano que mece la cuna LGBTTTQI. Pedro entra de lleno a los entresijos del interactuar de personajes con sexualidades diferentes, aunque en este caso sea por causas de venganza mayor.

La maestría de Pedro se deja ver en sus metáforas visuales: Las cadenas de algo que no quieres para ti; el closet como refugio a tus amenazas; la piel como fuente de placer y protección si la endureces; el vestido como base de la identidad; la violación como casi la agresión máxima. El señor sabe lo que hace y lo hace muy bien.

Y, claro, no puede faltar la perversión de sus universos: Tenemos a una persona transgénero que está en esa condición como castigo. Tenemos a un verdugo que lo hizo por ser juez y ejecutor; Tenemos un síndrome de Estocolmo donde la víctima ama, literal aunque tal vez fingidamente, a su captor. Y tenemos a un heterosexual consumado que sucumbe a la belleza de su creación, que tiene el genial pretexto de que Vera es una copia de Gal. Este señor director no hace películas, hace tratados para bucear en la naturaleza humana en situaciones límite.

El final es épico. Hay un guiño muy sutil, pero también algo perverso. Al inicio de la película, Vicente, que trabaja en la tienda de ropa de su madre, trata de ligarse a su compañera de trabajo, Cristina, pero esta es lesbiana, faltaba más, por lo tanto rechaza a Vicente. Al final de la película, Vicente, ahora Vera Cruz, ya es una mujer y quiero suponer que sigue sintiendo atracción por Cristina, así que después de todo la película podría tener final feliz para alguien.

Y si quieren seguir viendo cine raro, aunque tal vez no sea de ciencia ficción, precisamente hoy inicia en la Cineteca el festival de cine queer en Monterrey.

Angel Iván Sarmiento

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