¡Respetable público, lucharán a dos de tres caídas sin límite de tiempo, en la modalidad de relevos autralianos: en esta esquina, Richard Corben, Mick McMahon, Fábio Moon, Gabriel Bá y Dave Stewart; capitaneados por Mike Mignola!
La campana suena y en el encordado de la memoria recuerdo la primera vez que leí un cómic de Hellboy, hace más de veinte años. Se trataba de «The chained coffin and other stories» y después de esa lectura supe que había encontrado un nuevo héroe. Para 2004 ocurrió un evento que no sabemos si fue coincidencia o consecuencia: se estreno la película de Hellboy dirigida por el tapatío Guillermo del Toro, y Mike Mignola dibujó un Hellboy vestido de luchador enmascarado, aduciendo que en algún momento de 1956, El Muchacho Del Infierno había dedicado varios meses a parrandear en nuestro país, a ratos tomando tequila y a ratos de juerga con luchadores que en su tiempo libre le daban guamazos justicieros a vampiros y monstruos.
«Hellboy en México» apareció un cinco de mayo de 2010 (fecha en que se conmemora la batalla de Puebla, y en el año del bicentenario de la Independencia) y seis años después se compilaría en formato de Trade Paper Back, que es del que les voy a platicar, ¡pero nada de rechifla si no les gusta, que yo soy su padre y en mi ring me respetan!
La primer historia que leeremos es la que da título a la antología. Hellboy y Abraham Sapien están en algún lugar del Desierto de Sonora cerca de la frontera con Estados Unidos, cuando Abe encuentra en una vieja fonda un poster donde se ve la figura de Hellboy vestido de luchador. El rojo le cuenta que en la década de los 50’s estuvo en ese lugar con dos agentes nuevos, para detener una plaga de vampiros. Los agentes no aguantaron los horrores que encontraron y Hellboy se topó con los más inverosímiles héroes: tres luchadores, hermanos que al escuchar el llamado de La Virgen, dedicaban su vida a defender a los locales de los horrores de la noche. Hellboy se dedicó a cazar con ellos el origen de la infestación en la noche, y a parrandear durante el día. Esteban, el mayor de los hermanos, se topó en la noche con un guajolote de pico ensangrentado (que en nuestro folklore es mas bien un nahual, pero a veces esos y las brujas también chupan sangre) y desaparece. Cuando reencuentran su pista, es a través de un afiche de lucha que dice «Camazotz espera» y debajo de una pirámide al mas puro estilo de «Del crepúsculo al amanecer», encontrará a su rival, vitoreado por un público compuesto por muertos vivientes y la mismísima diosa Coatlicue, collar de manos incluído.
«Hellboy contra la momia azteca» hace un homenaje directo y sin escalas a esa trilogía clásica del cine B nacional, dirigida por Rafael Portillo y protagonizada por Rosita Arenas y Ramón Gay. Tras entrevista a Blue Fury en 1989, el Bureau of Paranormal Research and Defense documenta un caso en el que Hellboy se topa en el sótano de una iglesia con el fantasma de Quetzalcóatl. ¿Cómo terminó allí la Serpiente Emplumada? Es algo que se nos revelará hasta la última página.
Una de las más extrañas aventuras de este investigador paranormal ocurre en esta época. «Hellboy se casa» trata precisamente de eso, pero las circunstancias en que ocurre la boda (y la tornaboda) es lo que le da forma a la historia: Dentro de un viejo cine acondicionado como cantina, el rojo discute con un luchador acerca del héroe más grande de todos, Lobster Johnson. Su alegre disputa es interrumpida por la llegada de un charro negro acompañado de unos mariachis, que busca comparsa para llevar una serenta. Ya con varias estocadas de tequila en el hígado, Hellboy sigue la fiesta con ellos, y antes de darse cuenta, ya está recibiendo las atenciones de una bella y pálida muchacha que los acompaña, de manera que sin dar más explicaciones, ya lo tienen delante del altar dándole el sí a la susodicha. Hellboy despierta en el lecho nupcial, crudo y confundido. Pero todo es un sueño y la pesadilla será su realidad, en donde tendrá que enfrentar fantasmas que cuando menos, tienen 500 años de haber llegado a estas tierras, incluyendo un panel que hace un bonito homenaje al mural «la fusión de dos culturas» de Jorge González Camarena.
En «El hombre ataúd», los ilustradores brasileños Fábio Moon y Gabriel Bá crearán una fusión entre el coco, un nahual y el no menos lengendario Ze Do Caixao. Hellboy hallará a un rival temible en la forma del burro que jala la carreta del espantajo (y no es para menos hablando de un personaje que suele enfrentar gigantes y demonios) tan épico que requerirá de un segundo round. El final será tan inesperado para nosotros, como para el agente.
En la última historia, «La casa de los muertos vivientes», un hombre visita a Hellboy en los vestidores del ring donde suele presentarse a luchar. Le muestra la foto de una chica secuestrada y le informa que si no lo acompaña y lucha en una función privada para el Doctor José Luis Kogan, ella morirá. Hellboy se presenta en un cuadrilátero privado dentro de una mansión, allí lo esperan el doctor, su ayudante jorobado y la mismísima criatura de Frankenstein, recreada por un científico loco que más nos recuerda a Capulina que a Roberto Cañedo. Como en toda buena película de científicos locos, cuando nuestro héroe es vencido por el corpulento monstruo, la crueldad del jorobado desatará no sólo su ira, sino su humanidad, y encontraremos que entre aquellas paredes hay más de un monstruo clásico esperando para tomar su parte de Hellboy, y de la chica que ha ido a salvar.
Así es como termina este viaje surrealista por ese México mágico que habita entre el final del cine fantástico a blanco y negro, y el inicio del cine psicodélico a color. Un guiño a estas páginas es visible en la cinta de Hellboy de este año dirigida por Neil Marshall y de la que podrás encontrar una reseña ruda y una técnica en el versus de este mes.
¡Una… dos… tres… Fuera!
Abraham Martínez