Versus – «Azul Zima» de Alastair Reynolds

De entre los cortos de la nueva serie de Netflix, Love, Death & Robots, uno de los que destaca es el que lleva este mismo nombre, y que proviene de un cuento escrito por Alastair Reynolds, El trabajo vale la pena pues aunque la adaptación visual que le hicieron fue muy buena, como siempre pasa, se van elementos o detalles que no podemos ver de primera mano en un corto que ya dio un determinismo a las imágenes que pudiéramos habernos creado previamente.
Hacer la adaptación de una historia desde un relato siempre ha sido algo difícil, y es que inevitablemente si cualquier lector tuvieran acceso al Azul Zima, también podrían tener el acceso al color anadrio (color que sólo he visto en la poesía de su nombre), lo cual quiere decir que ese color sólo quedará en la cabeza de un lector, pero hacerlo una experiencia colectiva es lo que requiere de precisión pero también cancela la experiencia individual del lector, a menos que se discuta en grupos y se hallen puntos en común. Eso es lo que inevitablemente pasa.

La historia comienza en un mundo donde los seres humanos se han vuelto inmortales, y la muerte es una elección debido a que la tecnología que existe es suficiente como para mantenerse a salvo y vivo. Esto permite que la reportera a quien le cuentan todo pueda ser testigo de una decisión que el artista y protagonista principal ha tomado, y que tiene que ver con la forma en que ejecutará su última obra para su próximo anunciado retiro. El diálogo entre Zima y Carrie parece estar cargado de eso, de la duda de lo que viene, y del alejarse de todos para poder mantener un espacio en el que las cosas se puedan revelar a su tiempo, y es impresionante en cuanto a cuestionarse la memoria, no tanto como su fragilidad o lo perdurable o permanente de la misma, sino lo que serían las decisiones que parecieran no importar pero en realidad sí lo hace, aunque no alteren en mucho las consecuencias que se reflejen en la realidad.

El que pidiera el uso de la memoria sin necesidad del AM (el robot asistente que bien podría ser como nuestro celular) le da un toque más orgánico a lo que le pide Zima a Carrie, que también recuerda ahora a los periodistas que pueden elegir llevar libreta y grabadora, o sencillamente prefieren que su celular lo grabe todo mientras ellos pueden hacer las preguntas necesarias para poder llegar a la respuesta adecuada. En este caso ella debe de respetar las condiciones que Zima ha pedido, ella ha sido la reportera. En esa función de entrevistadora es cuando ella duda de su entrevistado, y es cuando se logra llegar a un punto de quiebre en el que no identificamos quién es quién, pues ya se plantean preguntas sobre la identidad, el origen de los recuerdos que pudieran funcionar.
El uso de la memoria que siempre está ahí y se cuestiona sobre lo que es real y lo que no. Dentro del relato, Zima siente que debe pedirle que deje de lado su AM o robot mnemónico, y eso es la equivalencia a cuando pedimos a nuestros seres amados que dejen de lado el celular para que conversen directamente con nosotros cara a cara. No es una demonización de la tecnología si consideramos que estamos rodeados de ella, y que el propio Zima es tecnología por sí mismo, pese a que se entiende que es un ser humano, aunque tenga casi miles de años, mientras que Carrie tiene una edad parecida pero se muestra más humana, Zima pareciera aguantar más pues está hecho de un traje pero también nunca aclaran si tiene partes humanas o si todo él ya se ha fusionado con el robot, pero he ahí la importancia de pedirle a Carrie que dejase de lado su robot para hacerle una confesión de vital importancia.

Hay detalles  que no se deben de dejar pasar de lado, que son pedazos de cerámica: el desentierro de una antigua piscina y pedazos de algo olvidado pero que lleva a resolver preguntas que alcanzan lo filosófico, es decir, hacer la pregunta correcta para poder llegar a la respuesta adecuada, pues hay mucha noción sobre el arte y su uso en relación a lo que significa la humanidad. Esto lo puedo sintetizar justo al principio de la historia en las siguientes líneas:

«Extraje la invitación de Zima de mi bolsillo y la sostuve contra el horizonte frente a nosotros, tratando decidir si el azul era más parecido al mar o al cielo. Ante estas dos posibilidades la carta parecía oscilar indeterminadamente.»

En el caso de Zima todo empieza con pinturas de un nivel macro, que comienzan con escenas espaciales y universos, pero que después contienen una figura de un color azul muy particular, y la oscilación de ese color azul conforme avanza la historia es lo que nos deja impertérritos, en el asombro. Por ello algo que nos puede dejar el relato es eso: que a veces las cosas más sencillas, lo que nos llevan a nuestro origen es lo que nos permite saber hacia a donde vamos y donde somos, y aunque a veces pareciera lineal o cronológico, en realidad los pedazos de historia son los que permiten completarlo todo.

Cabe recordar que aunque ha habido una polémica respecto a la mirada masculina y la cosificación femenina en «Love, Death and Robots», en el caso de este cuento, del cual salió el corto «Piezas únicas», aquí no se trata de decir si es bueno o malo, solamente señalar que se debieran buscar nuevas narrativas, reconocer las que ya están, y en este caso eso fue lo que nos trajeron esta serie de cortos, una renovación a las historias, y a su vez un acercamiento a la obra de Alaistar Reynolds, que vale la pena remarcarlo.

Laura Elena Cáceres

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