En el capítulo anterior nuestros héroes presenciaron un derrumbe que dejó atrapadas sus respectivas naves…
—¿Qué es esto? ¿El derrumbe de una caverna? —preguntaba con miedo en la voz Avantino.
—No lo sé, jovencito, ¿por qué no te relajas y lo disfrutas? —le sugirió Beto.
—¿Disfrutar esto? Tal vez se nos acabe el aire, o el casco ceda bajo el peso de esta cosa o…
—Oh, ¡ya cálmate!, vamos a analizar lo que tenemos y vamos a ver qué se nos ocurre, ¿de acuerdo?
—Tengo miedo —exclamó con voz baja Cecilia.
—Vamos a ahuyentarlo. Mantengamos ocupada nuestra mente en cómo sobrevivir y no en cómo morir. ¿Está bien? —sugirió Carlos.
—Está bien —asintió Cecilia un poco más tranquila.
—Se supone que debimos encontrarnos con Beto, o sea la “Batidora I”, justo antes de que nos pasara esto.
Eso logró arrancarle una sonrisa a Cecilia.
—Así es, Capitán.
—Entonces es probable que no estén muy lejos y espero que no les haya pasado lo mismo, ¿tienes abierta la frecuencia?
El altavoz fue el que contestó —Meydey, Meydey, aquí “Batidora I” llamando a “Batidora II”, con una fregada, contesten por favor.
—Aquí Carlos. ¿Como están, Beto?
—De la jodida. Nos cayó algo encima y no creo que podamos salir a tiempo de esto. ¿Qué sugieres, “Batichico”?
—¿Tienes el perfil topográfico de su recorrido?
—Ya lo tiene tu computadora. Tendríamos cerca de tres horas de aire si no fuera por la respiración agitadísima de este niño.
—Espero que con eso nos baste. Te voy a dar tarea: analicen la estructura del casco y calculen el efecto de descompresión sobre el mismo si ascendemos a la velocidad del aceite. ¿Ok?
—¿Qué quieres? ¿Volverme loco?
—No podría. Ya lo estás. Cambio y fuera.
—Muy bien, Cecilia, te voy a pedir que reúnas la información topográfica y generes una imagen completa. Otra cosa. Vigila nuestro lastre, el positivo y el negativo. ¿Ok?
—Está bien, Carlos. Si no es indiscreción, ¿tú qué vas a hacer?
—A idear la manera de salir de aquí.
Dos horas y cuarenta y cinco minutos mas tarde.
—Meydey, meydey , Bati…
—¿Qué quieres, Beto?
—¡Chin! ¡No le quites lo divertido, Carlos! Oye, ya tenemos los resultados. Estos chicos saben hacer su trabajo, el casco resistiría un veinticinco por ciento más de presión. No nos va a aplastar esta cosa. Y todo gracias al recubrimiento de la fibra de carbotitanio.
—Revisa tu bitácora. ¿Qué tiempo transcurrió entre su accidente y nuestra respuesta?
—Mmmh. Lo tengo. Quince minutos.
—¿A que distancia me lees ahora?
—Estamos a menos de tres metros, señor. —respondió Avantino.
—¿Y la descompresión?
—Ese es un problema más delicado. Sí podemos subir a la velocidad del aceite…
—… ¿pero?
—Necesitamos subir más aprisa, el aire no nos va a aguantar tanto tiempo. ¿Alguna sugerencia?
—Sí: no respires. Ahorita te llamo.
—Sí claro tu allá muy entretenido y yo sin nadie con quien entretener mis últimos instantes. ¡Y no me mires así, Avantino!
—¿Cómo está el lastre, Cecilia?
—A un seis por ciento del original Carlos.
—Muy bien, pronto saldremos de aquí. Por favor analiza la capacidad de absorción de calor del Plastim.
—Pero…
—Hazlo. Beto, revisa si tienen armas de Plastim en su nave. Y cuánto tienen.
Mientras Carlos esperaba la respuesta, hacía lo propio.
—Avantino dice que son tres rifles con cinco cargas completas cada uno.
—En litros, Beto.
—Once. ¿Quieres descomponerlo en oxígeno?
—¡Vaya que eres complicado! Vacíen todo el lastre positivo, conecten las botellas al alimentador del aceite. Une tu nave a la mía. Abróchense los cinturones y prepárense a salir disparados —se escuchaba decir a Carlos mientras este leía el reporte de Cecilia.
—…y dice que yo soy complicado.
Aunque lo que aconteció a continuación fue bastante aprisa, a ellos les pareció una eternidad dada la falta de oxígeno. Una burbuja de aceite se formó en una cúpula de aquella redonda formación, y alrededor del aceite una coraza de agua. El techo de la cúpula de aquella caverna se abrió separando su techo en varios gajos similares, como si fueran los pétalos de una flor. Eso dejó escapar las burbujas concéntricas seguidas de las “Batidoras”.
—¡Beto! Cuando estemos afuera de esta formación abres las botellas de Plastim. —¡Ya no tenemos aire, Carlos!
—Aguanten, faltan pocos minutos. ¡No te alejes de la burbuja!
—!Aquí vamos!
Las naves empezaron a seguir a las esferas.
—¡Abran las botellas!
Las compuertas de las naves se abrieron según la programación de Carlos gracias a sus tornillos explosivos justo al tocar la atmósfera del planeta. Un aire fresco entró por las escotillas principales. Las naves de rescate llegaron minutos después.
—¿Cápsulas de acero al rededor de las plataformas y cambiar las tuberías actuales por tuberías sintéticas? ¿Eso es todo? —preguntó el Sr. Pristini.
—Sí, señor. Es todo lo que tienen que hacer para mantener seguras sus instalaciones y evitar más daños como los sufridos con la erupción de hoy. La señorita Cecilia tiene la información técnica si la quiere consultar.
—No es la información técnica la que me interesa, Capitán, ¡sino la financiera! —gritó el administrador— ¡Doce millones de Pasinis!
—Un millón de Umu´s, Sr. Pasini, sólo un millón de Unidades Monetarias Universales.
—¡Esto es un robo!
—Los robos no son nuestra área, Sr. Pristini —contestó con sarcasmo Beto—, eso se lo dejamos al departamento de cobranzas del Instituto.
—Con permiso, señores, nuestro trabajo está concluido y si siguen nuestra solución tendrán buenos resultados. Amén de que implementarla no es nada caro.
—¡Pero el obtenerla sí!
—Por eso nos pagan —salió sonriente Carlos.
—Ahora si podrías explicarme qué pasó —iniciaba la charla Beto con toda comodidad instalados ya en su propia nave.
—Lee el reporte.
—¡No me hagas eso!
—Está bien, flojo. Nos topamos con un ser vivo.
—¿Qué? —preguntó asombrado Beto.
—Si, no era ninguna formación rocosa, era una especie de mantarraya que habitaba en el lecho del mar de mayonesa. Se alimentaba de minerales que encontraba en el fondo del mar.
—¿De ese tamaño?
—Si, ¿por qué no? ¿Recuerdas las enredaderas de Seir? Tenían kilómetros de longitud.
—¿Y cómo lo supiste?
—Necesité de la información que recabaron ustedes, recuerda que yo sólo tenía la mitad. Así pude “ver” que el animal en cuestión se estaba comiendo los ductos de extracción. Le encanta el acero.
—¿Y por que nos engulló?
—¿De qué era tu lastre positivo? ¡De acero!
—¿Y por que no nos digirió?
—Por el recubrimiento de fibras de carbotitanio.
—¿Y cómo te diste cuenta de que nos iba a soltar? Yo siempre consideré que había sido el derrumbe en una caverna.
—Gracias a tu bitácora. Hubo una diferencia entre tu accidente y nuestro reencuentro. Eso me hizo pensar que nos estaba arrastrando hacia el centro.
—¿Y para qué?
—Pues a medida que nos acercábamos al centro, el lastre desaparecía, ¿recuerdas? Lo estaba devorando y como nosotros no estábamos en su dieta…
—¡Nos desechó!
—Exacto, junto con sus desechos normales: agua y aceite.
—Entonces, ¿para eso es el cerco de cápsulas de acero y el cambio de las tuberías que les sugeriste?
—Precisamente: para mantener alejados a esos seres. Así le evitas daños a las plataformas.
—¿Y la ecología del planetita?
—Le ayudamos, esos seres estaban recargando esa zona del planeta. Habían terminado con los metales del fondo y sus desechos llenaban el mar. Digámoslo así: la orina sobre el agua y los desechos mas densos bajo ella.
—¿O sea que yo nade en un mar de orina?
—Creo que la contaminaste, Beto, no te quejes.
—Muy gracioso. Oye, ¿y para qué me pediste que colocara el palstim en lugar del lastre?
—¡Recuerdas que el Plastim hace una reacción endotérmica? Al liberarlo dentro de la burbuja de agua esta se congeló y eso nos ayudó a subir más rápido hasta la superficie del planeta ya que el hielo es menos denso que el agua e incluso que el aceite de la superficie. No habríamos sobrevivido si sólo nos dejaba en la capa del agua. Necesitábamos llegar hasta la capa de aire.
—Francamente; me has salvado la vida una vez más. No sé cómo agradecértelo.
—Pues te oyes francamente falso, pero no te apures, Cecilia ya me lo agradeció por todos. ¿A ti no te agradeció Avantino?
—¿Qué? ¿Cómo te atreves? Mira que yo…
—Planeta Engis, allá vamos…
Samuel Carvajal