Samuel y su familia sólo iban por un par de cosas al supermercado. El hombre de amarillo apareció repentinamente cuando llegaban al estacionamiento. El automóvil no iba a gran velocidad aun así lo proyectó unos cincuenta metros más adelante. Samuel bajó del coche para ver si estaba bien, parecía inconsciente. Llamó entonces a su aseguradora y luego a una ambulancia. La gente empezó a amontonarse alrededor de la escena. Llegó una patrulla, los oficiales cuestionaron a Samuel como si tuviera la culpa pero los curiosos lo defendieron. Dos horas después el hombre iba rumbo al hospital más cercano y él estaba en su casa.
La mañana siguiente la aseguradora llamó: el hombre estaba ileso y Samuel sólo pagaría el traslado en ambulancia. Más tranquilo prendió el televisor, en el noticiero estaba la imagen del sujeto de amarillo; el supermercado mandó el video de su cámara de seguridad: un segundo antes del accidente el estacionamiento estaba vacío, al siguiente segundo él aparecía. La historia del sujeto de amarillo dio la vuelta al mundo a las pocas horas, decía venir de un lugar inexistente y no reconocía ninguno de los objetos que colocaban en su mano.
Por la tarde Samuel fue al hospital para pagar el traslado, el seguro lo reembolsaría a final de mes. Afuera había cientos de periodistas esperando la salida del sujeto de amarillo. Sólo por curiosidad Samuel pidió que lo llevaran con él, estaba sentado viendo la charola con comida que tenía enfrente sin saber qué hacer con ella. Samuel lo saludó, el sujeto volteó a verlo y extendió los brazos. No le quedó otra que acercarse y abrazarlo, estaba frío. El sujeto de amarillo le dijo muy quedito «Ya vienen por nosotros». Samuel pensó que estaba loco. Cuando se separó del hombre hubo un destello y un ruido que le dejó zumbando los tímpanos… Cuando abrió los ojos estaba en un lugar de cielo morado eléctrico rodeado de hombres de amarillo, que lo veían como se ve a un cachorro abandonado.
Samantha Páez Guzmán