Las increíbles, incongruentes e incróspitas aventuras del Marqués de Topochico (1611-1740)

1611.- Ya recuperado de su lamentable situación instigada por el indiscriminado consumo de vino, cerveza, mezcal, sotol, tepache y hasta el delicioso rompopito de las monjas franciscanas por una década, el Marqués de Topochico asistió asaltado por la cruda a las exequias fúnebres de Diego de Montemayor, escandalizando a toda la “gente bien” de la famosa Ciudad Metropolitana enclavada en la orilla de la Sierra Madre Oriental. Las malas lenguas dijeron que era tanto el malestar que a punto estuvo de caer en la fosa.
Cuando José de Vasconcelos proclamó su famoso dicho de que es en el norte «donde termina el guiso y empieza a comerse la carne asada comienza la barbarie», el Marqués de Topochico fue directamente a su casa a instalarse a la entrada de su casa, dispuesto a limpiar el honor de su tierra retando al intelectual por tamaña ofensa, mas éste jamás salió de ella.

1625.- El Marqués de Topochico perdió la capitulación que Martín de Zavala firmó con Felipe IV sobre la conquista y población del Nuevo Reino de León durante una orgía detrás del mesón “El Judío Beodo” camino a Saltillo.
El abuelo del Marqués de Topochico, el docto Don Sergio Gazaldaña de los Campamocha era un viejillo marullero que se la vivía haciendo chanzas y bromas a su nieto predilecto, siendo la favorita una de ellas cuando le decía: “Jálame el dedo, nietecito” y el pobre Marqués siempre caía, saliendo morado debido a la inhalación continua de aires putrefactos de su ancestro.

1637.- Durante la fundación de la villa de Cadereyta, el Marqués de Topochico la declaró en pleno estado de ebriedad como “la ciudad de los locos” debido a la costumbre cripto-judaica de la población de casarse entre primos, además de que fabricó la primera de las famosas escobas de la región en un intento por mantener limpia diariamente la fachada del mesón “La Raza Maguacatera”, propiedad de su compadre Diego Architurratiz.
Es de todos bien sabido que el Marqués de Topochico habla a la perfección la lengua protestante de Albión, gracias a sus continuos viajes alrededor del globo, tanto es así que enseña a legos y licenciadillos sobre este curioso dialecto además de que les comunica a sus sirvientes la manera de ser de todos esos anglos cuya arrogancia ha hecho que el resto del mundo civilizado los vea con recelo y desconfianza… ¡Mal paridos sean y que Dios, que en las alturas está, los confunda por los siglos de los siglos!… Amén.

1645.- El Marqués de Topochico descubrió en las grutas de García un “agujero de gusano” que lo trasladó a una realidad alterna en la cual el irlandés Guillén De Lampart  se fugó de las cárceles de la Inquisición después de haber sido apresado por descubrir sus planes de independizar al Virreinato de la Nueva España de España. En este universo paralelo, el aventurero era “Emperador de México y protector de todos los mexicanos de aquí y acullá”.
El Marqués de Topochico conocía por mediación de Don Francisco de Quevedo y Villegas al famosísimo capitán Diego de Alatriste, valiente soldado de los tercios de Flandes y llegaron a tenerse tanto aprecio que su amistad duró décadas enteras, he aquí un poema que le dedicó este gran literato a un narigón de leyenda:

 

A un hombre de gran nariz

Erase un hombre a una nariz pegado,
erase una nariz superlativa,
erase una alquitara medio viva,
erase un peje espada mal barbado;

Erase un reloj de sol mal encarado,
erase un elefante boca arriba,
erase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Erase el espolón de una galera,
erase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;

erase un naricísimo infinito
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.

1649.- Alonso de León concluyó su obra “Relaciones y Discursos” al mismo tiempo que el Marqués de Topochico en un arranque místico después de consumir peyote en un mitote compuso su poema mordaz y lépero (hoy perdido) “Oda a la Maguacata”.

El Marqués de Topochico es una persona que gusta de la lectura, sin importarle mucho si los libros que caen en sus manos son aprobados o no por la santísima Inquisición. Sus ojos fúlgidos leen libros prohibidos que lo transportan a mundos ocultos de retortas y alquitaras, pronunciando a veces palabras sin tino, faltas de ilación y sindéresis. Esos libros los consigue en bazares de moro infiel o en covachas de judíos indolentes, son libros extraños en muchas de cuyas páginas se veían círculos cruzados de rayas en todas direcciones y en la punta de cada una se ponía ya un número, ya un signo raro de revuelto trazo. En otras hojas no habían palabras conocidas sino eran más como voz de jerigonza, caracteres griegos cúficos o aljamiados y largas, larguísimas líneas de momios y guarismos.

1664.- El Marqués de Topochico fue de los principales oradores durante las exequias fúnebres del gobernador Martín de Zavala considerándolo como “gran prohombre de estas agrestes tierras y adicto al cabrito”. No paró de llorar como quinceañera durante toda su exposición.

Cuando era estudiante, al Marqués de Topochico nunca se le dieron las matemáticas, el álgebra, la trigonometría o cualquier otra de las llamadas “ciencias exactas”, se les hacía como ensalmos cabalísticos o de cábala, de donde los alquimistas sacan sus alquitaras de sus tazas de cabida de un buen porqué, mefíticos potingues y endiantradas bebeturas para dizque curar todas las enfermedades del ser humano. Tanto sufrió con estas disciplinas en su juventud que cada que ve un libro de ciencias numéricas, se pone pálido, sintiendo que Mefistófeles le susurra al oído. ¡Vade retro Satana!

1670.- El Marqués de Topochico formó parte del comité de Don Nicolás de Azcarraga que va hacia Europa para promover el escudo de armas de la ciudad de Monterrey, mismo que le otorgó dos años más tarde la Reina María de Austria gracias a los encantos masculinos del mismo. Por azares del destino se perdió en el regreso y no regresaría a tierras neoleonesas muchos años después hecho un mendigo irreconocible.

El Marqués de Topochico estudió el budismo zen en su campaña en Katmandu durante la rebelión de los bonzos creoles.

1684.- El Marqués de Topochico emprendió un viaje al área del Golfo de México instigado por rumores de una expedición de franceses, la cual no era otra más que la mandada por René Robert Cavelier, Sieur de La Salle. Debido a que el viaje fue muy arduo y en el cuál nuestro anti-héroe sufrió de una deshidratación severa, el río de su destino se le bautizó como el río “Misi-Pipí”.

El Marqués de Topochico, aparte de ir a mancebías, tablajes a retozar con daifas o garlopas, es todo un asiduo a las tabernas para comunar con el mítico líquido violeta de Baco junto a los comensales, saliendo de esos lugares non sanctos en más de una ocasión con un ojo a la funerala y pateado en las partes nobles por una zafia pelitaheña generala, de ese tipo de mujeres broncas y rijosas que se dan en estas provincias del norte virreinal. Libera Nos, Domine de tales situaciones de apuro.

1698.- Fray Diego de Salazar fundó Lampazos del Naranjo a instancias del Marqués de Topochico quien tenía ese día un terrible antojo de naranjada.

El Marqués de Topochico inventó el «Dirty Sanchez» con una suripanta de apellido Sánchez en el Paso, Texas.

1702.- El Marqués de Topochico donó una importante cantidad de doblones al padre Jerónimo López Prieto para que fundara el Colegio de Monterrey (Colegio Civil) con la condición de que se le diera su título de licenciado de Numismática Eslava del S. XIV

En sus primeros tiempos de Monterrey, el Marqués de Topochico era muy aficionado a escribir panegíricos a grandes personalidades de esta zona agreste y atestada de indígenas hojaldras. Tantas loas hizo sobre esta Ciudad de las Montañas de olor a carne asada que llegó a ser muy bien quisto en todos lados, desde Las Torres hasta San Jerónimo, pasando por San Nicolás y Ciudad Guadalupe, aunque siempre lo rechazaron en Santa Catarina por catrín.

1711.- En un intento por acabar con la herejía que ha existido en los rumbos de La Petaca, el Marqués de Topochico se trajo a un grupo de evangelizadores a que exorcizaran estas tierras, encerrando a los espíritus malignos en un baúl o petaca  y arrojándola al río, fundando así el poblado de Linares.

Es muy real costumbre de nuestro Marqués salir los domingos a pasear por Monterrey para disfrutar del tórrido calor de la Sierra Madre, siempre acompañado por su biógrafo no autorizado y su guardia personal de indios caliches castrados para cuidarse de todo terno de réprobos que quieran dirigirse de ella de fea manera o mancharle la chupa o casaca de terciopelo de Amsterdam… ¡Josú!

1714.- El Marqués de Topochico se enfrascó y perdió un pleito legal en contra del Lic. Francisco de Barbadillo y Vitoria por cuestiones de las encomiendas de los indios por lo que se autoexilia de tierras norteñas del puritito coraje…

Gerardo De la Garza es el biografo no-oficial del Marqués de Topochico, mientras que el oficial era Rolando Mota del Carrizo, muerto por una sífilis rampante.

1734.- Varios documentos mencionan la participación del Marqués de Topochico en la Guerra de Sucesión Polaca quien tomó la ciudad de Gdansk junto con los rusos y en agradecimiento le dieron la receta secreta de las famosísimas salchichas polacas para que así las comercializara en las tierras secas y agrestes del Virreinato de la Nueva España.

Todo mundo sabe cuando el Marqués de Topochico está malito del vientre ya que le da por echarse unas ventosidades que el que tiene la verdadera desgracia de estar a su lado lo deja más sordo que a una tapia además de que sin deberla ni temerla el pobre diablo sale morado de ahí. Cuando pasa esto, en todos los alfeizares de las calles en donde están sus numerosas propiedades se ponen membrillos y alhucemas a madurar para hacer el aire más respirable y no tan ingrato.

1740.- El Marqués de Topochico se negó a participar en la masacre de Batavia en la cual mataron de 5 a 10 mil chinos indonesios, por lo que, en castigo, la Dutch East India Company lo desterró a una tierra inexplorada que más tarde sería conocida como Australia.

Hubo un tiempo en que el Marqués tenía una gracia incomparable para contar picantes anécdotas, vituperios, astrosísimas narraciones y demás cosas de gran punición que hacían sonrojar hasta al más ordinario de los aguadores de las vecindades de por su mansión. Por desgracia, esta característica tan sofisticada de su personalidad se fue al traste después de su turbulenta relación con una misteriosísima dama cuyo nombre ha jurado llevárselo a la tumba. Late sententiae una pro trina canonica monitione premissa.

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