El expediente CC4827-69 decía en su portada:
Acusación de prácticas desleales.
Demandante: Compañía Minera Espacial Alfa.
Demandado: Desconocido.
Se reporta daño de equipo especial en el Asteroide 2466 LC4.
El Comisario Adams puso el archivo a un lado en la mesa. Su misión a partir de ese momento era poner un nombre legal real al apartado de Demandado. De inmediato pidió una nave de transporte para ir al asteroide y empezar la investigación.
Al llegar a 2466 LC4 descubrió que la Compañía Minera estaba formada por mujeres, era una sorpresa agradable, la minería había dejado de ser algo sólo para hombres al parecer. La nave en que viajaba el Comisario se acopló a la minera. Adams descendió por el cable de enganche que usaban las trabajadoras para ir de un lado a otro, se acercó al campamento y dijo: Buenas. Soy Comisario de la Cámara Comercial Espacial. ¿Puedo hablar con la jefa del grupo?
—Esa sería yo —dijo una mujer—, mi nombre es Eve.
—Me puede llamar Adams —le estrechó la mano a Eve que respondió el saludo con fuerza.
La mujer lo invitó a caminar fuera del campamento minero. El Comisario volvió la vista atrás mientras se alejaban, notó que ninguna de las mujeres estaba trabajando.
—Es debido a los cascos —dijo Eve por el intercomunicador.
—¿Disculpe?
—Es debido a los cascos —repitió Eve—, los sensores no funcionan.
—¿Qué le pasa a los sensores?
Eve le hizo un gesto para que la siguiera. Entraron de nuevo al campamento minero.
—Lo tiene que ver usted mismo. Cada casco tiene la capacidad de monitorear signos vitales, gravedad, ubicación, etcétera —dijo Eve mientras tomaba un pico—. También puede mostrar los datos de compañeros cercanos.
La jefa minera colocó el pico a una corta distancia de la roca y apretó el botón de encendido.
—Revise mis datos —le dijo Eve.
Todo traje espacial tiene un monitor en el antebrazo que controla las funciones de los monitores del casco. Adams lo uso para ver los signos vitales de la mujer. En la pantalla del casco los datos parecía que eran cortados por alguna interferencia electromagnética.
—Esto pasa cada vez que usamos los picos.
—Mmm, es extraño sin duda. Quiero que piqué la superficie del asteroide sin tomar en cuenta el desperfecto del casco —dijo Adams—, piense que todos los valores están bien.
Eve volvió a encender el pico mecanizado que empezó a golpear la enorme roca de unos cincuenta metros de largo. —Parece funcionar bien —dijo Eve levantando la voz.
El polvo que se levantaba al picar era absorbido por unos agujeros a los lados del pico y almacenado en un recipiente metálico, así la visión del minero no resultaba afectada. Eve tenía unos cinco centímetros de roca agujereados cuando el pico se quedó atrapado en la superficie del asteroide.
—¡Maldito aparato! —dijo Eve— Está trabado. Necesito un láser.
Una de las mujeres le dio lo que pedía. Eve apuntó el láser hacia el suelo y entonces sintió una pequeña sacudida bajo sus pies que se convirtió en un temblor, la hizo caer al suelo. Cuando el movimiento se detuvo se puso de pie, frente a ella estaba el Comisario.
—Voy a pedir a la Cámara Comercial Espacial que rechace su demanda. Nada de esto tiene que ver con humanos.
—¿Está diciendo que 2466 LC4 trata de protegerse? ¿Se ha vuelto loco? —dijo Eve y dio una carcajada.
—Sí y no, respectivamente. Le hace falta imaginación, señora.
—Basta de tonterías, me equivoque al pensar que era sabotaje lo ocurrido —dijo Eve mientras sacaba un explosivo del cinturón—. Todo ha sido una casualidad, lo voy a demostrar.
—Yo no haría eso si estuviera en su lugar —dijo el Comisario.
—¿En verdad cree que una roca de cincuenta metros de largo se puede defender? —inquirió Eve.
En ese momento una abertura parecida a una boca con dientes afilados apareció a los pies de Eve y se la tragó. El resto del campamento quedó inmóvil viendo la escena. El Comisario sintió que el terror lo trataba de dominar, no estaba sobre un extraterrestre. En ese momento sintió el deseo de preservar toda vida humana que estuviera ahí. Respiro profundo y le arrebató un láser a una de las trabajadoras. —Corran al cable de enganche —ordenó Adams.
Las mujeres no reaccionaron, entonces el Comisario disparó contra el suelo, un sonido agudo entre dolor y furia salió del ser. La superficie del falso asteroide volvió a temblar. Adams pensó: Esto las va a sacar del trance. Y así fue, las trabajadoras echaron a correr hacia el cable de enganche seguidas detrás por el Comisario que les cubría las espaldas.
Varias grietas empezaron a surgir en el camino, el extraterrestre modificaba su piel y parecía como si jugara a los bloques con ella. El terreno había cambiado. Las mujeres subieron a la nave minera, Adams empezó a escalar por el enganche, estaba a mitad de camino cuando unos picos surgieron del extraterrestre cortando la cuerda. El Comisario sintió como se movía de un lado a otro, su mente quedó en blanco dominada por el miedo, no se dio cuenta cuando las mujeres jalaron de la cuerda para subirlo.
Fijaron rumbo hacia la Tierra, lejos del falso asteroide pero el alien aún no estaba satisfecho, cambio de curso y siguió a la nave. Las mujeres empezaron a gritar de miedo. Los alaridos despertaron al Comisario, se levantó como un resorte y sin decir una palabra tomó el panel de explosivos.
—Ya no representamos un peligro, nos puedes dejar en paz —le gritó al extraterrestre.
El alien no se detuvo. Adams buscó la señal del explosivo que Eve sostenía en la mano antes de morir engullida.
—No me obligues, nadie más debe morir.
El extraterrestre aumentó la velocidad, el Comisario activó el explosivo. La nave se sacudió, algunos pedazos de roca le habían pegado.
De regreso a la Tierra todos los que viajaban en la nave minera fueron arrestados por el Ejército Mundial.
—Hay una buena razón por la que algunos asteroides no son investigados —le dijo un General a Adams—, pero ustedes han hecho más que investigar, salieron con vida de una de esas cosas. Bienvenido a su nueva vida Capitán.
—¿Capitán? —vaciló Adams.
El General le dejó de poner atención y dijo por el intercomunicador: Señores, vamos a Sigma Siete.
José Alonso Céspedes Ballesteros