En la nube de Oort el Argos
es un inmenso leviatán que pasta.
Las magnéticas alas desplegadas,
va cargando su vientre con hidrógeno
y yo, para matar el tiempo,
hago un salto al Vacío
El sol, cuyo nombre apenas memorizo,
es un pálido disco en la distancia
Es hermoso flotar entre los astros,
escanear el espacio con mis lentes
en toda la amplitud del espectro.
Belleza oculta al ojo humano.
Arpegio indefinido de colores y formas.
La ingravidez se ceba en mi cuerpo
con una vaga sensación a muerte,
a fuga, a templo,
a tiempo dilatado donde escapo
de tanta soledad
Me gusta estar así, como expedido
Mientras la eternidad baila a mi alrededor
una danza de colores insólitos,
sin sonidos, sin nombres,
sin odios.
Pero mientras en torno a mis sentidos
grita el silencio su canción imposible,
otros sonidos atormentan mi mente
como insectos voraces,
descargas de intelectos ajenos,
sufrimientos, odios, pájaros inmundos.
que nunca me abandonan
Ni siquiera el afuera me salva de esos ecos
sierpes que reptan o alaridos que hieren.
He logrado ponerlos en sordina
pero ahí permanece ese ruido de fondo
como el alarido relicto del universo.
Ni en el más absoluto vacío encontraré reposo.
Y pese a todo adoro este flotar como olvidado
El dejarme llevar y ser yo mismo
único, completo,
mi propio Dios
al centro del Vacío.
Carlos A. Duarte Cano
Ganador del segundo premio de la categoría de poesía
4to Concurso de Cuento y Poesía de Ciencia Ficción
“José María Mendiola” 2017