Versus – El Destructor Negro

«¿O es que nuestra civilización es tan racional
que podemos contemplar un asesinato con simpatía?»

 ¿Qué fue primero, el huevo o el Alien?

Con el reciente estreno de la película Alien: Covenant, cuya reseña encontrarás haciendo nuestro versus del mes, nos dimos a la tarea de recordar el origen de la tan afamada saga. No, no estoy hablando del origen cinematográfico de la franquicia, Alien (1979), estoy hablando de un cuento perdido en los albores de la ciencia ficción estadounidense. Sí, aunque no lo creas el origen de Alien y subsecuentes obras cinematográficas proviene de un modesto pero poderoso cuento corto.

¿Sorprendido? Tal vez no debería ser tanto. Hay bastantes obras basadas en relatos cortos; hablemos de obras de ciencia ficción: 2001, Odisea del espacio, filmada en 1968 por el genio de Kubrick, está basada en un cuento cortísimo de Arthur C. Clarke (quien por otro lado ayudó al desarrollo del guion) llamado El Centinela, publicado en 1951. Eso por darte un ejemplo muy afamado.

¿Otros? Enemigo mío, un cuento de 1979 escrito por Barry B. Longyear y llevado al cine por en Wolfgan Petersen en 1985.

Más: Minory Report, El Hombre del Bicentenario, Inteligencia Artificial, Flores para Algernon. Todas ellas parten de un texto corto, un cuento en toda la extensión de la palabra, que permiten con el desarrollo imaginativo de los guionistas ahorrarte el trabajo de la lectura. Qué pena si te lo ahorras.

Bien, Alien toma muchas de las ideas del cuento corto El Destructor Negro, de Alfred Elton Van Vogt (1912-2000), autor canadiense que publica su texto en Astounding Science Fiction en 1939, sí lo sé, ya llovió.

No te lo voy a contar para no echarte a perder la lectura, sólo lo voy a reseñar como una obra potentísima de ciencia ficción de la vieja escuela.

El argumento lo conoces, aunque con una diferente estructura narrativa.

Un relator omnisciente nos muestra el punto de vista de Coeurl, el destructor del título, en un planeta desolado, con ruinas de algo que suponemos fue una gran civilización. El ser ya no tiene qué cazar, tiene hambre y espera algo. Para su fortuna llega una expedición de científicos en áreas del conocimiento bastante variadas que les permiten abordar las circunstancias del encuentro desde sus diferentes doctas disciplinas.
El autor aprovecha ese elemento para ir descubriendo al lector lo que los personajes van develando del ser.

Al fin y al cabo un relato de la ciencia ficción, la ciencia se hace presente en el texto con conceptos biológicos, como dar por sentado que puede haber una biología basada en el cloro como la nuestra se basa en el oxígeno. O, mejor, en ambas. También analizan a la criatura psicológica, sociológica, físicamente e incluso radial e históricamente.
Conforme el relato avanza el ser se va mostrando endemoniadamente superior a los humanos exploradores, con capacidades plausiblemente asombrosas que harían, y lo logran, infundir un terror por el sólo hecho de enfrentarte a Coeurl en ese ambiente claustrofóbico y aislado de todo; espíritu que Ridley Scott supo trasladar magistralmente a la pantalla grande.

Claro que tampoco podemos considerar el cuento como formalmente ciencia ficción dura, hay comodines que no demeritan la historia pero sabemos que son licencias tomadas por el autor para contarnos la anécdota: Metalita, Teleflúor, Microacero, la resolución del viaje espacial a años luz de distancia, la antigravedad. Para nada lo considero un defecto, salvo que tú seas un purista, ya que hace un perfecto engranaje con la historia en su conjunto.

Otro punto a favor de la obra es que el autor va desarrollando al personaje del destructor de poco en poco hasta mostrártelo como una mezcla de un ser tan primitivo como inteligente y determinado. Y eso asusta.

Algo que agranda el cuento, desde mi lectura, es que el autor te deja interpretar qué fue lo que sucedió con la civilización en ruinas encontrada en el planeta. Destino que, nuevamente según yo, no es la conclusión a la que los personajes llegan. Tema para discutir acompañados con cerveza artesanal hasta altas horas de una noche estrellada.

Al momento de generar los famoso Versus del Ojo de Uk, estamos plenamente conscientes que las obras provenientes de medios diferentes, el literario y el cinematográfico en este caso, son difícilmente enfrentables en una batalla, cada medio tiene sus herramientas propias. En este caso sólo queda remarcar la cantidad de ideas que pueden caber en un cuento corto desarrollado con maestría, así como el crecimiento que esa obra puede tener si es manejada con alguien que entienda la esencia del texto y tenga el oficio de saber narrar en imágenes. Cosa que autor y director logran con creces.

En su momento Arthur C. Clarke lo expresaba así cuando alguien le preguntaba por su cuento el Centinela y el resultado de 2001, Odisea del espacio: “es como una bellota y el roble resultante”. Totalmente de acuerdo cuando el roble alcanza su madurez.

Un detalle curioso del texto y su contexto: en la historia uno de los tripulantes es de origen japonés. Y tú has de decir ¿y qué tiene que ver eso? En nuestros tiempos no mucho, en 1939 sí: Japón estaba a meses de entrar a la segunda guerra mundial y de convertirse en férreo enemigo de los estadounidenses. Hasta en eso la ciencia ficción ayuda a solventar las presentes enemistades e imagina un mundo con esos problemas resueltos.

Un chisme más: El autor del cuento inició una demanda judicial contra la Fox, la casa productora, por considerar que había un poquito de plagio. Si lo repasamos bien las ideas tratadas en alguna obra de ciencia ficción, por el hecho de ser ideas, se pueden usar indistintamente entre una historia y otra, el problema del plagio viene cuando este es descarado o la idea es el sustento de la obra original. Eso de los plagios es tan recurrente en el universo. Bien, la dichosa demanda tuvo un final feliz: un arreglo extrajudicial. No hay mejor litigio que el que no se lleva a cabo.

Un leve spolier del cuento: en este también sale un gato.

Si lo quieres leer dile a google que te busque “Destructor Negro A. E. van Vogt” y listo, encontrarás un PDF, pero no digas que nosotros te dijimos.

Miau.

Samuel Carvajal

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