La ciencia de la ficción

  1. La insoportable definición del ser.

Resulta curioso que en la filosofía de la ciencia el debate sobre una definición de ciencia que permita discernir entre lo que es ciencia de aquello que no lo es -aunque se le parezca- sea uno de los más ríspidos y no parezca haber una solución próxima, mientras que entre la ñoñosfera existe el muy similar debate sobre lo que debe considerarse ciencia ficción (CF) y aquello que puede parecérsele pero no lo es.

A pesar de lo necias que parezcan ambas discusiones, ambas son necesarias porque ayudan a tener claro lo que se requiere para poder realizar ciencia de calidad en el primer caso, y literatura decente en el segundo. No entraré en honduras sobre el debate de la ciencia (aunque hay que admitir que es interesante, sobre todo en lo que a desenmascarar pseudociencias se refiere). En cuanto a la controversia sobre definir la CF, me parece necesario para colocar un estándar de calidad mínimo en la literatura del género, en particular en un país como el nuestro, donde nos guste o no sigue estando en una infancia tardía, y porque es muy socorrido por los escritores caer en el juego fácil del relativismo posmodernista, donde pesa más la intención del autor que el trabajo previo -técnico o teórico- a la hora de realizar una obra artística, o que en el nombre del arte (otro concepto sin  definición precisa) se valga todo, hasta la ignorancia.

En fin, que para fines prácticos quedémonos con la idea de que la CF es un subgénero artístico donde la ciencia debe tener un papel fundamental y ser un componente integral de la obra. No se pretende ser un dictador para poder reglamentar lo que pueda o no estar bajo su manto (aunque alguien debería hacerlo) pero es un hecho que existe una literatura, cine, teatro y cómic que se toma el trabajo de utilizar los conceptos conocidos para extrapolarlos y mostrarnos un posible futuro, pasado o presente, donde el trabajo intelectual del creador es más profundo que en aquel donde sólo aparece un robot y con ello pretender fabricar otra realidad. La CF debe ser una literatura donde la ciencia sea parte integral y esencial de la historia que se pretende contar, de manera que si se retira, la historia no pueda ser narrada ¿Cómo reconocer esto? Fácil, tomen una supuesta historia de CF e imagínenla sin sus componentes científicos (Star Wars, por ejemplo, ambientada en el viejo oeste), si la historia se cuenta igual entonces no es CF, pues su supuesta ciencia es una máscara, la historia va por otro lado. Al contrario, si al quitarla ciencia la historia no puede continuar, entonces es CF hecha y derecha.

  1. Ciencia ficción dura vs ciencia ficción lerda.

Se ha convenido denominar CF dura a aquella que se toma su tiempo para explicar la ciencia en la que está basada, ciencia real o al menos basadas en la teorías contemporáneas, y sus posibles extrapolaciones son el eje de las historias. La CF blanda es aquella que involucra cuestiones sociales, antropológicas o que simplemente son historias narradas en entornos futuristas, hipertecnologizados, distópicos, posapocalípticos o en las que simplemente aparecen rayos láser. A esta última pertenece la gran mayoría de las obras que conocemos, lo que no se trata de una cuestión de gusto o mera estética, sino a la falta de cultura científica que hay entre la población, además de que al considerarse literatura escapista, se tiene la idea errónea de que no debe hacer pensar.
Por eso es que los clavados celebramos la aparición de una obra como The Martian, de Andy Weir, donde la ciencia no es sólo el medio para contar una historia, es la historia en sí. Si despojamos a la novela (o a la película) de la ciencia, nos quedamos con una anodina historia sobre un náufrago y su rescate, nada novedoso y totalmente predecible, y que justamente es donde ha sido blanco de críticas y menosprecios. Sin embargo, la fortaleza de la novela radica en la manera en que el náufrago sobrevive: aplicando los vastos y variados conocimientos que en primer lugar le merecieron el poder ser astronauta.

En la novela se privilegia el uso de la razón por sobre las emociones, sin que eso permita que el personaje caiga en el estereotipo de convertirlo en un robot autista estilo Sheldon Cooper (el de The Big bang theory). Al contrario, tal y como el autor lo escribe, el personaje principal se centra en idear la forma de sobrevivir o de lo contrario caería en depresión debido a la tristeza, impotencia y soledad de haberse quedado varado en Marte.

Andy Weir realizó un exhaustivo trabajo de investigación para que su novela fuera lo más realista posible. Claro, considerando que tuvo que tomarse unas cuantas licencias literarias como el hecho de que una nave tripulada por humanos haya llegado a Marte; que el personaje principal haya podido deambular por la superficie marciana sin que las radiaciones cósmicas lo mataran (recordemos que Marte, aun cuando posee una atmósfera, no tiene un campo electromagnético que lo proteja de los vientos y radiación solares, por lo que los rayos ultravioleta podrían quemar a un humano en exposiciones prolongadas o causarle cáncer en un periodo corto de tiempo); que la ventisca que provoca el abandono del dicho personaje en el planeta rojo no puede darse debido a las condiciones atmosféricas (su presión atmosférica es muy baja, lo que impide que se formen masas de aire que pudieran impulsarse en forma de vientos); o en el caso de la película, que no hayan respetado el hecho de que la gravedad marciana es tan sólo una sexta parte de lo que es la terrestre, con lo que el personaje podría dar brincos descomunales en lugar de caminar como lo hacemos los mortales.

Nada de lo anterior puede considerarse una pifia porque el autor acepta que tuvo que torcer la realidad para poder contar su historia, a cambio de ellos nos da una cátedra sobre la importancia de la enseñanza de las ciencias en las escuelas: básicamente, si nos enseñan ciencia y matemáticas en la primaria es por si algún día nos quedamos abandonados en Marte, tengamos las herramientas mínimas para poder sobrevivir.

No exagero. Si bien los conocimientos necesarios para lograr una proeza así no los obtenemos en la primaria, la sagacidad intelectual, el aprovechamiento de la información y la resolución de problemas sí los obtenemos en esos primeros años de educación. Como ejemplo, Mark Watney -el personaje principal de la novela- sabe que para sobrevivir requiere de alimento, agua y oxígeno en abundancia, cosa que cualquier niño conoce de sobra ¡Cómo los obtiene? Ahí radia el encanto del libro, pues de una manera clara y emocionante, se nos narra como el astronauta utiliza sus propios excrementos -y los de sus compañeros- para fabricar un suelo fértil en el cual poder sembrar. La cuestión no es sólo agregar fertilizantes al suelo a través de la caca, sino que las bacterias que en ella habitan ayuden a cambiar la composición mineral de la tierra, ayudando entre otras cosas, a reducir la alcalinidad del suelo marciano y permita el crecimiento de una planta tan resistente como la papa.

La obtención de oxígeno y la fabricación de agua es un proceso más complejo, del que prefiero no hablar porque es una de las partes más hilarantes de la historia, además de ser bastante ameno como explica el procedimiento. Esa facilidad de hacer ver como todo lo realizado por Watney parece sencillo no es más que una muestra del talento del autor para utilizar la ciencia como el eje central de una historia ya antes vista.

III. Me convierto en marciano.

Algunos comentarios negativos a la novela se centran sobre lo pesado que es leer la ciencia explicada por el narrador. Me inclino a creer que tiene que ver con la idea negativa que tenemos sobre la ciencia dentro de la sociedad. Recordemos que por muchos años, las personas asiduas a ella han sido catalogadas como nerds, y que el estereotipo del científico recuerda a un viejo gafapastas, huraño y medio chiflado, además de que se considera a las personas científicas como androides insensibles, incapaces de sentir empatía con otros seres humanos. Nada más alejado de la realidad, donde los fraudes científicos, los crímenes pasionales y el deseo de sobresalir se encuentran  a la orden del día.

La ciencia es una actividad humana que se apoya en una actitud con la que nacemos. Es la curiosidad el motor que impulsa la investigación, que a la postre se convertirá en conocimiento científico y es la curiosidad la que también nos impulsa a buscar productos culturales -llámense libros, películas, cómics, museos, etc.- para evitar la odiada rutina. Si un libro, además de contar una historia atractiva, nos deja un pequeño aprendizaje ¿no deberíamos tenerlo en alta estima? La CF, la dura CF, la buena CF tiene ese valor agregado. No sólo puede ser entretenida, también nos abre los ojos frente a un mundo que puede resultar desconocido, pero que, asombrosamente, tenemos frente a nuestros ojos desde que nacemos.

Sobre el Autor: Rodrigo Vidal Tamayo Ramírez – (Distrito Federal, 1977)  Biólogo por la UNAM, se ha desempeñado en el campo de la socialización y comunicación de la ciencia y en su tiempo libre cofundó revistacinefagia.com. En 2013 fue guionista y conductor del programa Paracinemapara el canal de televisión por cable Pánico. También es guionista y conductor de los programas de radio por internet La Mala Cabeza y Puros Cuentos, producidos para circovolador.org, escribe sobre cómics en la revista Comikaze y es coautor del libro Mostrología del cine mexicano.

3 comentarios sobre “La ciencia de la ficción

  1. Estimado Rodrigo
    Muy interesante su nota, la novela de Andy Weir excelente.
    Pero la ciencia ficción???, sino ficción que conlleva un poco de ciencia sin que no hagamos bolas, no es deber profundizar tanto como Weir, un libro de generación, tal vez en mucho tiempo no se escriba otro. Quisiera que lo intentara otra vez y ahora se perdería en banalidades…

    El caso de la ciencia ficción en México, si aquí no se lee más que los subtítulos de las películas de CF.

    En mi caso, escribí un libro que pretende ser CF, tarde 3 años en elaborarlo. Me atreví a generar un concepto(obviamente falso) de la hubartización de la materia los reempes (donde se mueven los electrones) hasta cierto punto permitirían el traslado de materia de un lugar a otro.
    En un valioso tercer lugar de un concurso en Argentina, pero sin posibilidad de ser editada…tan tan.
    Sueños guajiros de quienes escribimos y enviamos a otros países, de todos modos, no pasa nada.
    Silo de Svalbard, mi novela quedó en ese intento…si aquí, en México, no se lee ciencia ficción sea lerda o dura, entonces que hacer. Ya no escribir…o dedicarse a esa realismo fantástico de Gabriel García Márquez, prefiero francamente escribir fantasía, aunque aquí tampoco pega.
    Lo invitó a leer aquí mismo en poesía, Hack, de mi hechura y tercer lugar del concurso que promovió este blog . Me encantan los terceros lugares
    Muchas gracias

    Isabel Galván Rocha

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  2. Interesante articulo. Pero no entiendo la fascinación con The Martian. Creo que fue Theodore Sturgeon el que dijo que una buena historia de ciencia ficción no debería funcionar si le quitamos los elementos de ciencia ficción. Cosa que, a mí parecer, no sucede en The Martian.
    La historia funciona si en lugar de Marte esta en, no sé, la Antártida. No dudo que lampare a todos los obsesionado con el tecnofetichismo a la Tom Clancy, pero como lector empedernido de ciencia ficción dura, puedo decir que no me convenció ni por un segundo, por las razones dadas en este articulo y algunas otras.

    La ciencia ficción dura tiene buenos elementos (Greg Egan, Peter Watts, Kim Stanley Robinson, David Brin, Robert L. Forward, etc.) escritores que se esmeran en producir ciencia ficción acorde a nuestros conocimientos actuales de la ciencia. No me gusta echarle tierra a nadie, espero que David Weir generé mejores obras en el futuro, nunca sobran autores en la CF dura. Un saludo.

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