La familia Burrón y los espacios mexicanos

Por lo normal es muy recurrente dentro de la amplia producción de cómic iberoamericano que cada país tenga una publicación que lo caracterice, sin por ello caer en el cliché de que debe de ser la única o la mejor. Al hablar de la historieta en Argentina, pese a la antigüedad e importancia del personaje de “Patoruzú” y complejidad de la novela gráfica del “Eternauta” es muy evidente que el primer referente hacia dicho país es la simpática “Mafalda”. En Chile, pese al éxito inminente de “Barrabases” en toda América Latina en donde la afición por el fútbol socer demandaba una publicación hispanoamericana de este tipo, no cabe duda que el principal ícono por la que serán recordadas las viñetas de dicha nación, es y será “Condorito”. El Perú, aún recuerda el éxito que Juan Acevedo tuvo con “El Cuy”, lo mismo que en Brasil Mauricio de Souza en automático se rememora como creador de “Mónica y sus Amigos”.

En el caso mexicano, es un tanto difícil, tomando en cuenta que durante la época dorada de la historieta azteca también conocida genéricamente como “Pepín”, se contó con una industria de producción de historietas similar a la que actualmente tiene Japón. Sin embargo, por lo normal hay una publicación que se ha considerado como la más recurrente en dicho período, “La Familia Burrón” de Gabriel Vargas Bernal. En la actualidad, existe una gran polémica con este comentario ahora que también se están republicando “Los Súper Sabios” de Germán Butzé, al respecto de que se dice que ésta última tenía aun mayor calidad. No será contenido de este artículo entrar en dicha controversia. Lo que sí es inminente es la importancia de las aventuras de Doña Borola Tacuche de Burrón en la cultura popular mexicana, así como del resto de los personajes de esta revista. No hay que olvidar que esta obra inició en 1938, con el nombre de “El Señor Burrón o Vida de Perro”. A su vez, Gabriel Vargas fue un niño pródigo que comenzó a dibujar “Pepines” a muy temprana edad, para que a los quince años ya hubiese ganado un Premio Internacional de dibujo convocado en la ciudad de Osaka, Japón. Dicho autor, originario de Tulancingo, Hidalgo, llegó siendo niño a la ciudad de México, viviendo entre vecindades, pulquerías, avenidas y demás aspectos que inspirarían su obra. Ese es el aspecto que se ha de tratar en este artículo. Cómo esta historieta refleja de manera muy específica los espacios mexicanos de su tiempo y a la vez de la actualidad.

TRAMA Y PERSONAJES

Para comenzar, con todo y que muchos mexicanos ya la conocen, la trama recurrente es la siguiente: una mujer de la clase alta, Borola Tacuche, está casada con un humilde peluquero llamado Regino Burrón. En la época no hay que olvidar la fuerza de la clase pudiente mexicana como heredera del Porfiriato en una Postrevolución que pretendía levantar a un país. De igual manera, Regino es un referente a la clase trabajadora de su tiempo en un oficio muy arquetípico como era el de peluquero que requería de mucha formación, no de la que ahora se aprende en las famosas escuelas de barberos eran el paso de generación en generación. Tal cual como él se lo trasmitía a su hijo mayor Regino Jr. También conocido como “El Tecolote”. Por otro lado, la hija adolescente que siempre acompaña a su madre y le ayuda en las labores hogareñas da por llamarse “Macuca”, que en cuestión gráfica es el único personaje que no tiene la nariz circular. A su vez esta familia ha adoptado a un pequeño llamado “Foforito” hijo de un vividor llamado Don Luciano que no trabaja y vive bajo el sustento de su amante, “La Divina Chuy”. Aspectos muy de su época postrevolucionara en que gran cantidad de campesinos emigraron a la ciudad de México en busca de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, la trama más reiterativa es que la mujer, que en este caso es el personaje principal y elemento cómico, muy diferente a como ocurre en las series norteamericanas que también se fundamentan en la familia, siempre trata de sacar de la pobreza a su familia, por lo que logra el elemento de comedia más clásico acuñado desde el teatro griego, en donde los personajes luchan contra sus propios defectos y al no lograrlo, por ende causan situaciones humorísticas sin llegar a lo ridículo que como sentido estético causa burla.

Además de que como rasgo distintivo esta publicación en ocasiones dejaba descansar a los protagonistas y les daba pie a otros personajes que en ocasiones eran simplemente comparsas, llegando incluso a presentar elementos sobrenaturales como lo es la presencia del vampiro “Satán Carroña” o el mismo “Diablo Lamberto”, todo un señor de los infiernos. Mostrando aspectos de la ya naciente cultura del misticismo mexicano, fusión de muchos aspectos, pero en el que sobresale el sustrato de lo que dejó la capital del Imperio Azteca sobre la cual se fundó la actual ciudad de México. Y de la que más adelante el chileno Alejandro Jodorowsky dedicaría toda una propuesta psicoterapéutica que no por nada denominó como “Psicomagia”. Y que no dejaron de estar presentes en otras historietas de la época como “Hermelinda Linda” que también tomó muchos elementos del personaje español de “La Celestina” creación de Fernando de Rojas.

ESPACIO NARRATIVO

Evidentemente que en relación a los deseos de Borola en primera instancia, la casa tiene un lugar trascendental porque no sólo es ahí donde se gestan sus aventuras, sino que además es la palanca impulsora para desearle un mejor nivel de vida a su familia, claro que la casa de la familia no es la del sueño e inspiración de los poetas; sino por el contrario no sería muy deseada ni en la realidad ni en la ficción, aunque hay una teoría que puede aterrizarse en relación a los diferentes contextos; el teórico literario francés Gaston Bachelard habla muy claramente de los departamentos de un edificio que en las siguientes definiciones coinciden con los de una vecindad:

“A las diferentes habitaciones de una vivienda metida en un piso le falta uno de los principios fundamentales para distinguir y clasificar los valores de intimidad.

A la ausencia de valores íntimos de verticalidad, hay que añadir la falta de cosmicidad de la casa de las grandes urbes. Allí las casas ya no están dentro de la naturaleza. Las relaciones de la morada y el espacio se vuelven facticias. Todo es máquina y la vida íntima huye por todas partes” (BACHELARD, Gaston. (2002)  La Poética del Espacio,  tr., Ernestina de Champourcin, México: FCE, (Breviarios, 183). Pág. 58.).

Además de que una vecindad de la época responde a muchos espacios a la vez que este teórico no deja de analizar cómo lo es el cuarto, la sala y de ahí en una vivienda casi comunitaria como ésta es de mucha mención el patio en el que conviven los inquilinos de las vecindades capitalinas. Es donde se lleva a cabo una convivencia mutua entre miembros de distintas familias que conlleva a un fin determinado como lavar, tender la ropa, ir al mercado etc. Pero por convicción propia y voluntaria de sus moradores no cuenta con la rigidez de un convento o cuartel militar. A su vez el elemento de salir por la puerta que tanto significado poético tiene pues marca el fin de un topo o espacio que gracias a esa mencionada interacción denota también una protección ante una ciudad que en su tiempo ya comenzaba a forjarse como la más grande del mundo. Una puerta entreabierta que no reúne los elementos de abierto ni cerrado coincide con lo que también propone Bachelard sobre que “el hombre es el ser de lo entreabierto”. Por lo tanto basta sólo una mirada para conocer su interior, lleno de la realidad de cada una de las familias del espacio vecindad, que son expuestas al otro en el momento que llega a tocar dicha puerta anteriormente cerrada. Sólo que en esta historieta no existe la misma sensación poética de Bachelard asemejada a la inspiración onírica. El entreabierto de la vecindad es un contexto asemejado a la realidad que está representada con una sombra que no deja al lector saber exactamente cuál es el interior de la morada de cada familia, aunque ya existe un elemento implícito que sin duda va a encontrarse: La pobreza. Tal cual y citando de nuevo a este teórico:

“La puerta es todo un cosmos de lo entreabierto. Es por lo menos su imagen princeps, el origen mismo de un ensueño donde se acumulan deseos y tentaciones, la tentación de abrir el ser en su trasfondo, el deseo de conquistar a todos los seres reticentes. La puerta esquematiza dos posibilidades fuertes, que clasifican con claridad dos tipos de ensueño. A veces, hela aquí bien cerrada, con los cerrojos echados, encadenada. A veces hela abierta, es decir, abierta de par en par” (BACHELARD, Gaston. (2002)  La Poética del Espacio,  tr., Ernestina de Champourcin, México: FCE, (Breviarios, 183). Pág. 261.).

A su vez hay espacios muy específicos de la época que es curioso que, o no han cambiado mucho, o han tenido una mutación notable. Las avenidas con un tráfico mil veces más pavoroso que en los tiempos provincianos en que fue publicada esta revista, es un caso muy notable de la evolución; los monumentos propios de la ciudad de México siguen tal cual en el mismo lugar. Un aspecto muy notable es el cambio que han tenido la peluquerías de la época que situaron al coprotagonista de la serie, el señor Regino, cómo un típico hombre trabajador, el término “Burrón” comentó su autor que pese a que muchos lo han relacionado con la ignorancia, él lo acuñó por las familias mexicanas de su tiempo que trabajaban de forma desmesurada, como “Burros”. No hay que olvidar que el tan arquetípico “Tepito”, antes de ser lo que es actualmente, originalmente en los tiempos de estas publicaciones era conocido por ser un barrio de gente trabajadora. Y de igual manera es curioso el cambio en relación a las peluquerías, en su tiempo era todo un oficio que poco a poco se opacó, al menos en territorio mexicano con la llegada de las llamadas “estéticas” que en un principio sólo atendían a mujeres, pero posteriormente se convirtieron en las llamadas “unisex”. Los que daban este servicio por lo normal eran personal femenino u homosexual. Dejando casi extintas a las antiguas peluquerías, que de hecho eran atendidas por personal masculino, heterosexual y que tenían toda una parafernalia incluyendo la de contar con gran cantidad de historietas de la época dorada que el cliente leía mientras esperaba su turno. Eso hasta hace unos pocos años, en que la subcultura de los llamados “hipsters”, volvieron a demandar servicios exclusivos masculinos que ahora se les llamó barberías. También con una estética muy particular, en donde se llega incluso a hacer referencia a una escenografía de carácter decimonónico y en ocasiones alternando servicios con un centro de tatuado. Hoy por hoy, ante esta demanda laboral hay de nuevo barberos heterosexuales masculinos o incluso damas que se dedican de lleno a atender servicios propios de hombres como lo es el afeitado y que en su génesis no era permitido tampoco que fuese realizado por mujeres. Ante esta demanda que evidentemente se convirtió en una nueva fuente de trabajo en todo el territorio mexicano, viene la cuestión del cómo sería un personaje como Regino en un contexto actual. ¿Acaso tendría tatuajes en todo el brazo y tendría una gran barba? ¿El Tecolote su hijo, sería aún el que le ayudaría con el negocio pese a que en estos tiempos habría asistido a alguna escuela de barberos? ¿En qué zona de la ciudad estaría ubicada esta barbería? ¿Se seguiría llamado “El Rizo de Oro”? ¿Cómo sería el interior del espacio de dicha barbería pese a que no es muy rico su propietario? ¿Haría referencia al Siglo XIX que en México estuvo tan marcado por el régimen de Porfirio Díaz en donde a la fecha algunos elementos siguen presente hasta en la actualidad? ¿Aún sería verosímil como lo fue en su tiempo que el propietario de una barbería viva en una vecindad del Callejón de Cuajo? Todas estas respuestas, coinciden en que ha habido una importante evolución en lo que en su tiempo fue una arquetípica familia capitalina. En la actualidad perseveran las vecindades y la forma tan radical de vivir dentro de ellas, así como otros aspectos propios de dicha publicación como la parafernalia de las pulquerías y cantinas. Espacios también muy específicos que en su tiempo eran casi exclusivamente masculinos, cuando ahora ya hay una importante convivencia entre ambos sexos dentro de los mismos. En su tiempo, toda esta forma de dar a conocer un aspecto muy propio de la vida mexicana por medio de elementos sí totalmente fantásticos, pero fundamentados en hechos de lo cotidiano, no era de otra forma sino por medio de una estética del mal gusto.

KITSCH MEXICANO

A lo largo del siglo XX, México desarrolló una auténtica y propia cultura del Kitsch, en diversos medios de comunicación que eran de fácil acceso en la época; e incluso en expresiones de carácter artístico. A su vez toda una cultura de masas netamente mexicana de la cual un caso muy notable fueron los cómics llamados popularmente “Pepines”; éstos de manera global se han caracterizado por dos estilos muy específicos: El de aventuras o también llamado serio que por lo normal se caracterizaba por un dibujo más realista muy presente en el período con títulos como: “Viejo Nido”, “Adelita y las Guerrilleras” o “Kalimán” y el de humor característico de un dibujo menos realista heredado de la caricatura aunque no necesariamente es lo grotesco un elemento imprescindible que exagere al personaje. Lo que sí es un objetivo primordial es causar alegría y risa en el lector de manera un tanto diferente a la caricatura que sólo lo hace con una imagen fija de una sola viñeta. La historieta cómica como tal, cuenta una historia que debe de cumplir con todos los elementos propios de la narración; pero que tiene una característica particular en lo relativo a que explota el llamado chiste; entre sus muchas definiciones quiero utilizar la que Will Eisner aterriza para la historieta:

«Estructuralmente, un chiste es la dramatización de una “sorpresa”. Una salida inesperada a un relato verbal, ya sea en forma de diálogo o de incidente. Es lo imprevisible lo que procura su fuerza e hilaridad al desenlace.

Al contar un chiste, el narrador debe cuidar de contar la acción o escenario en el que se desarrolla la broma. Hay que llevar al lector cuidadosamente por un camino que de pronto cambia de dirección. Si la idea general de la historia puede contarse en dos o tres líneas, el cuentista debe inventarse un guión adaptado a la narración gráfica. Para dar forma a la historia, se le añaden detalles antes y después de la idea central». (EISNER, Will. (2003) La Narración Gráfica, tr., Enrique S. Abolí, España: Norma, 1998. Pág. 102.).

A su vez, la definición de dicho término procedente del alemán ya ha sido bastante definida y hace referencia a la cultura del mal gusto. Pero ahora, en los tiempos actuales en que la narrativa gráfica ya se consume incluso más en librerías que en puestos de revistas, en que la gente busca más novelas gráficas que publicaciones periódicas. Y de hecho, esta obra se ha vuelto a popularizar en base a recopilaciones que editó la ya legendaria Editorial Pórrua. ¿Podría volver a realizarse aterrizando el contenido en una situación espacio temporal contemporánea? Respetando los derechos de autor de Gabriel Vargas y de su esposa Guadalupe de Appendini es posible. Ya no tratando de reflejar el México postrevolucionario, sino lo que acontece en el Siglo XXI. En donde los espacios que utilizaría Borola serían en ocasiones diferentes, en ocasiones los mismos, para sacar a su familia de la pobreza, no extrema, pero sí de una clase denominada como media. Se tendría que hacer énfasis en un espacio muy específico para definir si aún la familia verosímilmente vive en la vecindad del Callejón de Cuajo. Y ese otro espacio sería la ahora “Barbería el Rizo de Oro”. ¿Cómo sería Regino en su apariencia al igual que la de su esposa e hijos? Anatómicamente no habría ningún cambio, todo sería un aterrizaje con la moda actual, en donde quizás Regino como referencia a la vieja escuela del peluquero no tenga el porte actual de los barberos o quizás sí, apariencia que su hijo no podría negar por ser un joven del Siglo XXI con la profesión de barbero. Macuca en definitiva no estudiaría en la Academia de Comercio, sino que ya será estudiante de la UNAM. El adoptivo “Foforito” sin duda mantendría su gusto por la música de forma variada, igual sería estudiante de algún Conservatorio, pero a la vez no sería inverosímil que tuviera su propia banda ya sea de Heavy Metal o Punk Harcore, dos géneros muy arquetípicos en la escena musical de la capital del mexicana. Y el protagonista femenino ahora representaría demasiadas cosas con sus aventuras, siendo totalmente capaz como en varios tomos de su longeva revista, de mutilar a un violador o feminicida sin por ello ser una súperheroína, sino lo que es y fue: una mujer nacida en la clase alta que ama a un hombre trabajador, por lo que lucha ya no por sacar a su familia de la pobreza, sino de aumentar su nivel social, teniendo toda la capacidad para lograrlo, pero que en sus recurrentes intentos fallidos, ya sea por circunstancias o por la intervención de su esposo, provoca eso que tanto logró “La Familia Burrón”, un fuerte humorismo sobre cómo el mexicano constantemente está luchando contra los defectos tan habituales de su patria. Que aunque parece propio de una historieta de humor, tienen una fuerte semejanza con la realidad que no es coincidencia. Por lo que sin entrar en esta actual discusión, sobre si fue mejor la obra de “Germán Butzé” o si la temática de esta obra siguen vigentes, sólo hay algo concreto: esta es la historieta fundamental para asimilar la vida de un país, quizás no a manera de un estudio sociológico como el de los “Hijos de Sánchez” de Oscar Lewis, pero sí a través del humor y la fantasía en un lugar, en que dichos términos de hecho, no están muy lejos de mostrar las cosas como en realidad nos lo muestra la vida cotidiana. Y en pocas palabras de una realidad inminente que aunque parece ficción, es una verdad que no puede ocultarse.

 

Gerardo Martínez Acevedo.  “Efrén Bantú”.  

NOTA: En el año 2010, defendí la Tesis: “Topoanálisis del Espacio Narrativo del Cómic, La Familia Burrón de Gabriel Vargas”. Primera en su tipo en la Facultad de Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara. Evidentemente esta es sólo una reseña rápida y aterrizada al contexto actual. Pero en definitiva que lo importante es conocer esta obra que tanto se presta a estudios académicos o simplemente a una reseña como la presente. ¡Recomiendo leer “La Familia Burrón” pues muchos aspectos de mi formación como guionista se lo debo a estos códices de Gabriel Vargas! ¡Todo un Tlacuilo!

2 comentarios sobre “La familia Burrón y los espacios mexicanos

  1. Un artículo que me transporto a más paradojas de lo pensado.
    Amplia recomendación a leer dicha reseña.
    Un arquetipo de historieta llamada a ser la más atinada descripción cultural del modus vivendí de esté pais con forma de cuerno de la abundancia nombrado México.

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